CAPÍTULO 9

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Ainhoa

Estaba más cerca de lo que debería. Sentía su respiración y el peso de su mirada sobre mis labios. ¿Querrá besarme? Mis ojos descienden lentamente hacia los suyos, irresistibles. Trago saliva mientras nuestros cuerpos se funden, y su mano recorre mi cintura. Un suave gemido se me escapa al sentir su apretón.
Cierro los ojos para poder dejarme llevar, pero siento que ya mi cuerpo no se unía con el de él.

—Será mejor si vamos por ese café—abro los ojos lentamente, y aunque nuestros cuerpos estén separados, su mirada sigue fija en mí

—Creo que sí —me acerco lentamente hacia él sin apartar la mirada. A solo centímetros de distancia, mis ojos recorren sus labios y luego se encuentran con los suyos—. Yo te invito—sonrío.

Me separo bruscamente de él quedándose confundido e inmóvil. Le doy la espalda y volteo medio cuerpo para observar que sigue en la misma posición.

—¿Estás bien? —pregunto.

—Yo... —traga saliva—sí sí —ríe por lo bajo —¿Vamos?

—Sí —tomo mi bolso—Hay una cafetería que queda en la primera planta de mi apartamento—digo caminando hacia la puerta —Aún no he tenido el placer de saber que tal es, queda solo a tres cuadras.

—¿Una cafetería estilo vintage? —pregunta arqueando una ceja.

—Sí, queda en la calle 45 —digo deteniéndome.

—Yo vivo frente a esa cafetería—para en seco.

—Somos como vecinos —rio—Que casualidad —digo la última frase en un tono coqueto ¿Por qué? no lo sé.

Nos encaminamos hacia la cafetería, claramente tenía un estilo vintage de antaño. Sus paredes las cubre un papel tapiz de pequeñas flores y sus muebles de madera. Se notaba que habían sido reconstruidos y adaptados.

Nos pedimos un café americano y un pequeño postre de limón. Decidimos sentarnos en la terraza del café.

—¿Qué fue eso en la oficina? —pregunta mientras busca sus cigarrillos.

—¿Eso de qué? —arqueo mi ceja derecha y le extiendo un encendedor.

—¿En serio me harás explicarte? —pregunta con el cigarrillo en la boca aun sin encender.

—Lo único que pasó es que me querías comer la boca colega —digo quitándole el cigarrillo de la boca—Y tu erección me daba a entender también otra cosa —me encojo de hombros.

Me mira avergonzado y con sus mejillas ruborizadas. ¿Fui muy directa?

—Lo siento —dice.

—No te preocupes—enciendo el cigarrillo y se lo coloco  nuevamente en los labios —Eso es lo más cerca a un beso que tendrás de mi—rio por lo bajo y el fuerza una media sonrisa.

La hora pasó muy rápido, inclusive el momento incómodo que generó mi comentario no fue causal de silencios incómodo.
La verdad es que en varias oportunidades coqueteamos. Pero Santiago tenía ese algo que me atraía a él, pero, solo para pensarlo.

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Santiago

Me encontraba sentado en la terraza de mi habitación. La escena de la oficina con Ainhoa pasaba como película en mi mente y posibles escenarios de en qué hubiera terminado todo eso.

Le doy un sorbo al café que me preparó Amelia y mi mueca de amargura se presenta.

—No está tan amargo —Amelia se acerca —dramático—roda lo ojos.

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