CAPÍTULO 20

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Sus ojos inyectados de sangre y dejando atrás esos ojos verdosos que fueron indiferentes hacia mi en un comienzo. Su cabello ondulado que dejaba reflejar un sueño incomodo en el sofá ya no se definían. 

—Dios Santiago —susurro acercándome a él, pero da un paso atrás —¿Qué sucede? —pregunto realmente preocupada, siento como mi cuerpo tirita. 

—¿Qué haces aquí? —pregunta nuevamente con esa voz rota que provocaba un nudo en mi garganta. 

—Necesitaba verte —sentencio con la voz ronca y mis ojos llenos de lágrimas. 

—¿Para qué? —vacila. 

—Estaba preocupada por ti, te he echado de menos—digo soltando lágrimas por mis mejillas que limpié rápidamente. 

Su semblante frío y duro cambió, soltando un suspiro como si su actuación se hubiese acabado. 

—¿Me has echado de menos? —su voz es un hilo. 

—Sí —digo acercándome un paso más a él, quedando muy cerca e inhalo su aroma a ron y menta.

—Repítelo —ordena en un susurro. 

—Te he echado de menos, Santiago —sentí como mi fortaleza se quebraba, como esa barrera que me interpuse a la fuerza terminaba por instaurar esa bandera blanca de rendición. Caí, caí por él y aquí estoy, totalmente vulnerable y expuesta. 

—Ven —dice y toma de mi cintura apegándome a él. Estoy a escasos centímetros de su boca y puedo sentir su aroma embriagante ingresando por mis fosas nasales. Muerdo mi labio inferior y su sonrisa se enancha, pero aún sus ojos verdosos no son parte de mi campo visual. 

Se aproxima a mi boca con una lentitud calculada, como un depredador que disfruta cada segundo antes de lanzarse sobre su presa. Puedo sentir el aire cambiar a su alrededor, pesado, denso, y entonces lo escucho. Inhala profundamente, como si quisiera absorber cada partícula de mi ser. Mis músculos se tensan, y el frío sudor resbala por mi piel, pero estoy paralizada, incapaz de apartar la mirada de los suyos. De pronto sus ojos se clavan en los míos, descifrando cada temor oculto. Trato de controlarme, pero mi mirada no puede mentir; el pánico ha tomado el control. Él lo sabe, lo lee en mis ojos, porque ahí no queda nada más que miedo y exposición de todo mi ser.  

Sus labios se encuentran con los míos, y es como si de repente todo lo que me rodea desapareciera. Me hundo en una sensación tan satisfactoria, tan intensa, que me hace olvidar el tiempo. Es como si mis labios hubieran estado esperando por días, ansiosos, hambrientos de este contacto, necesitados de ese calor que solo los suyos podían ofrecer. Cada beso es como una promesa no dicha, una necesidad compartida que, al fin, encuentra su respuesta. El aire se vuelve denso a nuestro alrededor, cargado de deseo.

Siento sus manos moverse con precisión, primero por mi espalda, descendiendo lentamente por mi cintura, explorando con una mezcla de ternura y control que me hace perder el aliento. Su tacto es una corriente constante que se filtra en cada rincón de mi piel, encendiendo chispas por donde pasa. Cuando su mano finalmente llega a mi trasero, siento cómo sus dedos se cierran suavemente, apretando justo lo suficiente para hacerme perder cualquier rastro de resistencia. Un gemido, involuntario, escapa de mis labios, y aunque intento mantener el control, no puedo evitarlo. Mis labios siguen atrapados en los suyos, y él lo siente. Su respuesta es inmediata, un gruñido profundo que resuena en su pecho, vibrando contra mi boca y enviando un torrente de escalofríos que me recorren desde la nuca hasta los pies.

Su boca no se detiene, sigue reclamando la mía, hambrienta, mientras su otra mano sube hasta la base de mi cuello, tomando control de mi cuerpo con una suavidad que me desarma. Cada segundo que pasa, mi cuerpo se rinde un poco más, entregándose a ese contacto que, de alguna manera, parece ser justo lo que ambos hemos estado buscando. Mi respiración se acelera, y siento cómo el deseo se acumula en mi interior, como una ola que amenaza con desbordarse. Sus labios se alejan solo lo suficiente para que ambos podamos respirar, pero nuestros rostros siguen tan cerca que el calor de su aliento y su aroma alcoholizado sigue en mi piel. Me mira, con una intensidad que me quema, y sin necesidad de palabras, sé que ambos estamos exactamente donde queremos estar, pero una broma rodea sus ojos y siento como se separa de a poco de mi. Sintiendo la soledad al instante. 

Destinos EntretejidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora