CAPÍTULO 22

6 3 2
                                    

Ainhoa

Me hizo suya por segunda vez y no puse ninguna oposición, porque lo deseaba lo suficiente. Quería apaciguar todo su dolor incrustado en su corazón con mis besos, mis gemidos y entregar el placer que me ha caracterizado por muchos años. Ese que Aiden me enseñó y marcó como lo único que podría entregar a los demás. Pero sabía perfectamente que esto iba más allá que solo sexo, que mi corazón lo quería a él. Que mis sentimientos reprimidos salieron a flote cuando lo conocí, cuando supe que esos coqueteos no eran solo para llevarme a la cama, que algo más tramaba, que algo más sentía por mi. Por alguien que estaba rota, destruida por un mal amor. 

Siento amor por Santiago. 

Pasamos la noche juntos, entregándonos uno al otro. Hasta que llegó Amelia y mi vergüenza se acrecentó y tuve que estar encerrada en el cuarto de Santiago hasta que llegó el amanecer y me fui sigilosa a mi apartamento. 

Tenía una clase extra dentro de mis días libres y después debía presentarme en la oficina para cuadrar una entrevista sobre un robo en una librería ¿Quién robaría una librería? lo más cómico es que se llevaron solo ejemplares de erotismo. 

—Deberíamos citar al dueño de la librería a un café ¿Qué opinan? —pregunta Amelia leyendo a las rápidas la noticia del diario. 

—Sí, me parece perfecto —la voz ronca de Santiago me estremece y lo dice sin dejar de observarme. —Estaría bien para el lunes a las 10:00 am, ¿Puedes Ainhoa? —ambas miradas se dirigen a mi. 

—Sí, solo tengo una clase a las 07:00 así que logro llegar al café —respondo un poco tímida, Dios como me pone nerviosa. 

—Perfecto —sonríe Amelia —Es super importante que asistas, así podrás adquirir la experiencia del tipo de preguntas que debes realizar y como persuadir al entrevistado. Así cuando tengas que hacerlo tú, no estés tan nerviosa —soba mi hombro y le regalo una sonrisa. 

—De seguro cuando lo realices sola, será perfecto porque... —el sonido molesto de una llamada entrante del teléfono de Santiago irrumpe la oficina, su ceño se frunce—Uf, contestaré, permiso —dice saliendo de la oficina. 

Lo sigo con la mirada y siento curiosidad por saber quién lo llamaba. 

—¿Lograste hablar con Santiago? —pregunta Amelia sacándome de mis pensamientos. 

—Oh, sí —digo tímida como si supiera lo que ocurrió anoche —Por su ex novia —me encojo de hombros para demostrar indiferencia. 

—Esa perra —escupe Amelia en un susurro —No se como no se extingue —bufea y se levanta de la mesa de reuniones para ir a su escritorio. 

—Debo salir, volveré en un momento —anuncia Santiago desde el lumbral de la puerta. Ambas asentimos y se va. 

—Estoy con una resaca, que no te imaginas —se restriega las manos por su cien. 

—En la cafetería venden unos consomés que pueden ayudarte —digo mirándola fijamente.

—Me encanta esa cafetería, aparte de su rico café, preparan de todo —se ríe.

—Iré por un café y te traigo uno ¿Te parece? —sus ojos se iluminan y asiente como niña pequeña a lo que saca una carcajada fina de mi. 

—Eres un sol ¿lo sabías?

—Lo sé —tomo mi cartera y salgo. 

El sol me golpea de lleno al salir, haciendo que entrecierre los ojos por el brillo. Camino lentamente, hasta que la cafetería aparece a lo lejos. Mis pasos se detienen al instante cuando reconozco una figura familiar. Esa espalda fornida, que hace solo unas horas sentí bajo mis manos, ahora está cubierta por una camisa gris.

Destinos EntretejidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora