capituló 19

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Zuko, no me estás bloqueando .

Zuko podía oír su voz tan clara como un día soleado, sin importar cuánto intentara bloquearla.

Te acabo de hipnotizar, Zuko. Estamos todos muertos.

El maestro fuego gruñó, concentrándose, tratando de alejar la voz en su cabeza.

Si no puedes bloquearme, definitivamente no puedes bloquear a Kahn-zula.

Aang se sentó frente a él, Criss se cruzó con las manos en su regazo, mirando al maestro con determinación.

Bloquéame, Zuko.

Zuko apretó los dientes mientras gruñía de ira. Abrió los ojos de par en par y le gritó al chico: "¡No puedo!".

Aang lo miró triste. Esto era malo, Zuko realmente necesitaba conseguir esta técnica o todos estarían en peligro.

No quiso empezar a pensar en lo que pasaría si Zuko no perfeccionaba la técnica, pero lo hizo por accidente.

La idea de que Kahn-zula hipnotizara a Zuko para atacar al resto del grupo cruzó la mente de Aang, junto con una pizca de miedo ante el pensamiento.

Los ojos de Zuko se abrieron de par en par ante la imagen. Podía sentir el miedo que sentía Aang incluso cuando el chico se dio cuenta de lo que había hecho y miró sus dedos.

—Lo siento, no quise pensar así —dijo en voz alta, siendo la primera vez que hablaba sin usar el enlace en aproximadamente media hora.

"Está bien", el anciano miró sus propias manos, dándose cuenta de que podría terminar siendo una realidad si no aprendía a bloquear las voces extranjeras.

Aang le da una palmadita en la rodilla, eso no va a pasar, Zuko, aprenderás a bloquearlo y todos aquí estarán a salvo.

Zuko miró a los ojos grises que estaba aprendiendo a amar. Los ojos de la única persona que, incluso después de todo, no había dejado de creer en él. No había dejado de confiar en él.

Zuko examinó su rostro, desde sus gigantescos ojos plateados y su nariz respingada hasta sus suaves labios rosados. Sus rasgos eran simplemente hermosos. Su rostro y su cuerpo se unían para hacerlo parecer la criatura más hermosa que jamás había visto.

Sus ojos eran brillantes y profundos, como dos charcos de poderosas tormentas eléctricas, y Zuko fue absorbido por ellos, esperando que algún poder superior que estuviera ahí fuera lo alcanzara un rayo.

Sus suaves labios parecían tan rosados ​​y besables... Tan bonitos.

Aang lo observaba y se dio cuenta por primera vez de lo que Zuko quería exactamente cuando lo miró con esa expresión distante. Finalmente lo entendió. Y ese pensamiento hizo que el calor subiera hasta sus mejillas mientras su corazón se agitaba y su pulso se aceleraba.

—¿Zuko? —preguntó, llamando la atención del maestro aunque no apartó la mirada de sus labios.

El anciano tarareó en señal de reconocimiento, sin apartar la mirada en ningún momento.

Es hora de quemarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora