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Dos semanas habían transcurrido desde que la noticia del asesinato de Kendra los tomo por sorpresa a todos. Dos semanas desde que los Mancini dejaron aquella nota. Dos semanas en las que Max estaba volviéndose loco y junto a él, Mick, Christian y George.

Los Wolff habían dado órdenes de aumentar la seguridad, ahora no solo los acompañaban dos guardaespaldas, como al principio, sino que les habían puesto a media docena de hombres, un mini ejército de seis personas que los acompañaban a todos lados, incluso cuando iban al baño, alguien los esperaba fuera.

Aquel primer fin de semana de carrera luego del atentado y que les aumentaran la seguridad fue el peor, era inevitable que no llamaran la atención con un gran grupo de seis personas siguiéndolos todo el día por el paddock, incluso los periodistas y los medios ya especulan, así que Lewis sugirió contar una historia, para apaciguar los rumores. Horner, Max, Mick y George se vieron obligados a decir que sufrieron un intento de secuestro, por eso el repentino uso de seguridad, a nadie le pareció que aquello fuese mentira, eran pilotos bastante ricos y un blanco fácil por ir de país en país.

Así que cuando el gran premio concluyó, ellos fueron los más aliviados de poder regresar a Mónaco, aunque Toto estaba en desacuerdo con aquello, pero claro, él había propuesto tomar a los Horner y George y encerrarlos en la finca, dejándolos salir solo para presentarse en las carreras, nada de medios, sesiones fotográficas o entrevistas, aunque Christian se negó rotundamente y lo amenazó con quedarse en Monte Carlos hasta la siguiente carrera si seguía con aquellas estúpidas ideas.

Al final acordaron que estarían en Mónaco, con todos sus guardias de seguridad y regresarían a la finca en cuanto terminaran sus asuntos pendientes.

—¿Cómo es que me enteré por los medios que los intentaron secuestrarlos a ti y a mis hijos?

Jos no podía creer que Christian no le hubiera contado aquello, ni siquiera Mick le había avisado de lo sucedido, aunque últimamente Mick ya no lo buscaba como antes, había dejado de mandar mensajes contándole todas las novedades de su día a día y de llamarlo por las noches, tal vez se debía a que no le contestaba y cuando lo hacía era de una forma molesta y cortante.

—Si no llamas para preguntar por ellos —respondió Christian— ¿cómo se supone que yo sepa que te preocupan tus hijos? no soy yo el que debe buscarte para darte noticias de ellos, es tu responsabilidad también.

—Estoy aquí ahora, haciéndome responsable —Jos se sentó en el sillón individual de la sala— no importa cuantos años tengan, siempre serán mis hijos y siempre me preocupare por ellos.

Desde que ambos firmaron el divorcio, acordaron que Christian se quedaría con la casa donde habían vivido por años junto a sus hijos, Jos se mudó a un departamento bastante cerca de la casa, y, aunque aquella ya no era su casa, seguía entrando como si lo fuera, a Christian esto no le importaba, ya que pasaba tan poco tiempo en aquella casa que pocas veces se llegaba a encontrar con su ex.

—¿No extrañas esto? —preguntó Jos de repente— es decir, nosotros, nuestra familia.

—Hace muchos años que dejó de existir un nosotros, éramos tú y yo criando a los niños, pero no juntos, y, mejor dicho, tu solo te encargaste de llevarlos al karting y exigirles buenos resultados. Eso no es ser una familia, así que, respondiendo a tu pregunta, no, no extraño nada.

—Quiero que volvamos a estar juntos, me mudare de regreso a la casa —Jos ignoró las palabras de Christian— es lo mejor para todos, mira lo que ocurrió, tú no puedes cuidar de ti mismo, ni de nuestros hijos, me necesitas. Los tres me necesitan.

Christian estaba a punto de responderle que en realidad nunca lo habían necesitado, pero la puerta principal de la casa se abrió. Toto puso las llaves en la mesa del pequeño recibidor, se quitó el abrigo, lo colgó y, como si Jos no estuviera presente, fue directo a besar a Christian.

Good BoysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora