Capitulo-24

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Haiden conducía su moto como un rayo que cortaba la noche, impulsado por la rabia y el vacío que le consumían el pecho. La confirmación le había caído encima como una lápida: los Lombardi, la familia de Valentina, estaban involucrados en la muerte de su padre. Aquella sospecha, que había ardido en silencio como una herida oculta, se transformaba ahora en una certeza que desgarraba todo lo que alguna vez creyó seguro. El viento frío no aliviaba el fuego que lo consumía, y una pregunta, áspera y punzante, lo martillaba sin tregua: ¿cómo había podido alguien tan cercano esconderle algo tan atroz?

Cuando llegó a la mansión de Valentina, no se detuvo. Pasó por el jardín sin vacilar, ignorando la hora y el peligro de ser descubierto. Su única obsesión eran las respuestas, y Valentina, la persona en la que más había confiado, se había convertido en el centro de esa traición.

Valentina estaba en su habitación, atrapada en una lucha interna que le robaba el sueño noche tras noche. Los secretos de su familia le pesaban como una sombra densa, algo que no podía ignorar, por mucho que quisiera. De repente, un golpe sordo en la ventana la sobresaltó. Al asomarse, encontró a Haiden observándola con una mirada oscura y quebrada, llena de un dolor tan profundo que casi la hizo retroceder. Al abrir la ventana, el miedo la recorrió al verlo tan devastado, tan diferente al Haiden que ella conocía.

—¿Qué haces aquí a esta hora? —preguntó, intentando sonar serena, aunque su voz apenas era un susurro tembloroso.

Haiden no respondió al instante. Sus ojos la atraparon en una expresión que mezclaba furia y un dolor desesperado. Dio un paso hacia ella, y Valentina pudo sentir su respiración, entrecortada y colmada de resentimiento.

—Lo sé, Valentina —murmuró, y sus palabras fueron un golpe que hizo que el corazón de ella se encogiera—. Sé que los Lombardi están detrás de la muerte de mi padre.

Las palabras resonaron en su mente, y un pánico helado la invadió. ¿Cómo se había enterado? Intentó buscar alguna excusa, algo que pudiera desviar esa acusación, pero el peso de la culpa le secó las palabras. Luchó por sostener la mirada, pretendiendo desconocer de qué hablaba, aunque por dentro se sintió frágil, al borde de romperse.

—Haiden… yo… no sé de qué estás hablando —balbuceó, pero su voz temblaba y sus ojos, incapaces de ocultar el remordimiento, se llenaban de lágrimas que traicionaban la mentira.

Pero él no apartó la mirada, y en sus ojos, ella vio algo más que enojo. Había desilusión, como si lo que acababa de descubrir hubiera arrancado algo vital en él. Una tristeza helada, profunda y cruel, que hacía imposible cualquier disculpa.

—No mientas, Valentina —dijo, su voz se volvió un susurro tan frío y distante que la piel se le erizó—. Tú ya lo sabías, ¿verdad?

Valentina sintió cómo sus últimas defensas se desmoronaban ante su mirada acusadora. Quiso decir que lo amaba, que había callado por miedo, que nunca quiso herirlo. Pero la culpa le estrangulaba las palabras, y su silencio se volvió una confesión muda. Los ojos de Haiden se clavaron en ella, como si la perforaran, y en ese instante supo que el daño era irreparable.

—No quería hacerte daño… Yo… —intentó hablar, pero su voz se quebró, rota por el peso de su propia traición.

Haiden se apartó como si necesitara poner distancia, como si cada paso hacia atrás le ayudara a entender lo que estaba perdiendo. Ella había sido su refugio, la persona en la que había confiado ciegamente, y ahora le revelaba que había sido parte de una mentira que desgarraba su alma.

—¿Cuánto tiempo pensabas ocultármelo? —preguntó con una frialdad que le rompió el corazón, su voz era un cuchillo que dejaba heridas imposibles de sanar.

"Entre dos mundos"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora