CAPÍTULO 12

812 56 3
                                    

Ando inspirada, así que disfruten estas dos actualizaciones :)

Me encontraba sentada en un lujoso Mercedes negro, acompañada por dos hombres que parecían auténticos monumentos: altos, imponentes y de una belleza intimidante

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Me encontraba sentada en un lujoso Mercedes negro, acompañada por dos hombres que parecían auténticos monumentos: altos, imponentes y de una belleza intimidante. Desde el asiento trasero, mis ojos se perdían en las calles de Bayer.

No les mentiré, el miedo me invade. Un miedo profundo, casi paralizante. No conozco a estos hombres. Y ahora, uno de ellos me lleva a su casa.

Hubiera sentido aún más miedo si no me hubiese puesto en contacto con Camila. Casi le da un ataque de nervios. Sin exagerar, creo que antes de llamarla había estado llorando. Me preguntó cómo me encontraba yo y cómo estaba el bebé. Le aseguré que estábamos bien. Luego, me dio una charla sobre no haberle avisado antes de irme, y mucho menos para ir a Clixis.

Además, el hombre que me encontró horas atrás quiso hablar con ella. No tengo idea de qué hablaron, pero después de su conversación, Cami me aseguró que estaba a salvo en sus manos, que fue una suerte que él me hallara y no otra persona.

—Mañana, tu amiga te traerá tus cosas —Me informa.

—Gracias —. Respondo, aun con la vista fija, en las imponentes mansiones que tengo enfrente. Parece que estamos entrando en una de esas residencias exclusivas donde viven personas adineradas.

No puedo evitar preguntar, intrigada:

—¿Cómo se llama este lugar?

—¿Qué cosa? —Pregunta el chofer, algo desconcertado.

—El lugar —Aclaro.

—Los Kronhardt —Responde el hombre que va de copiloto, con un tono autoritario y, por lo que parece, lleno de orgullo.

—¿Disculpe?

—Así se llama el lugar —. Añade. Al intentar mirar hacia el frente, me sorprende cómo gira la cabeza ligeramente en mi dirección.

—Qué raro.

—¿El nombre? —Pregunta el señor.

—Sí—. La de guardar mi lengua no me la sé bien—. Digo no, o sea es raro porque ese el apellido de la doctora que me atendió hace una semana.

—¿Cómo se llama la doctora que no ha llevado a cabo mis normas? —Ahora, con una voz enojada y unos ojos fijos en mí, vuelve a decir: — ¿Quién es?

Creo que no debí dar a conocer esa información, dudo y con manos sudorosas le respondo:

—Su nombre es Sofía... Sofía Kronhardt.

Cuando menciono el nombre de la mujer que me ha brindado apoyo durante casi dos semanas, noto cómo ambos hombres se tensan de inmediato. Especialmente el que está al volante, cuyos nudillos se blanquean al apretar el volante.

Te Encontré [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora