MAFIN
~EQUIVOCACIÓN~
Cuando Marta regresó a la tienda, Fina estaba subida en la escalera modificando la disposición de los jabones del último estante. Al escuchar sus pasos al entrar, Fina se volvió y, al verla, la sonrió. Marta contuvo la sonrisa de vuelta que de forma automática habría respondido a la suya desde las entrañas.
Esto no podía ser.
—¿Dónde está Carmen? —preguntó de forma seca.
—Ha ido un momento al almacén. ¿Quiere que la llame?
—Sí, por favor.
La expresión en la cara de Fina cambió. Bajó con premura de la escalera y antes de salir por la puerta de acceso al almacén se volvió hacia ella un segundo. Después, desapareció dentro y Marta aprovechó para reorganizar sus ideas.
Sí, esto se tenía que acabar. Sea lo que fuera lo que estaba pasando, tenía que ponerle fin. No tenía ningún sentido. Fina y Esther eran pareja, no había lugar a dudas. ¿A qué estaba jugando ella? ¿Quién era para meterse en medio de su relación? Pero Fina... ¿Pero Fina, qué? ¿Qué había hecho Fina para darle motivos para creer que podía pasar algo entre ellas? Nada. Absolutamente nada. Cuantas más vueltas daba a la escena que había tenido lugar en el almacén esa misma mañana, más claro tenía que la única que había iniciado algo había sido ella misma. Ella y su obsesión por Fina que la estaba volviendo loca. ¿En qué momento esa chica le había calado de esa manera?
No, Fina no había hecho nada y lo había hecho todo. Entonces, lo supo. Supo que presenciar el beso entre Fina y Esther había sido el detonante, el pistoletazo de salida que sus sentimientos hacia ella, que ya existían antes pero estaban apaciguados, necesitaban para explotar y arrasar con toda la contención de Marta. Saber que a Fina le gustaban las mujeres había abierto una puerta a la esperanza. La posibilidad estaba ahí, ya no tenían por qué ser tan solo fantasías —¡y qué fantasías, ahí mismo, en el almacén!—, sino que podían llegar a cumplirse. Desde entonces, Marta había sido incapaz de dominar sus emociones hasta el punto de perder el control aquella misma mañana. Había sido una imprudente. Además, ella estaba casada y era una de la Reina. No podía tirar todo por la borda por una obsesión, por un capricho. Sí, porque Fina se había convertido en un capricho. Debía quitársela de la cabeza de una vez por todas. Pasar página. No sólo porque era un imposible, sino porque, además, esta obsesión por ella lo único que estaba consiguiendo era descentrarla de lo que ahora mismo era lo verdaderamente importante, su pilar esencial: la empresa familiar. Porque este puesto no era tan solo trabajo. Significaba muchas más cosas. Significaba su lucha para obtener reconocimiento dentro de un mundo en el que, aparentemente, no había lugar para ella. Este trabajo era una construcción de su identidad. Sí. No podía poner en peligro algo por lo que había luchado tanto. Y por eso mismo esta historia con Fina se tenía que acabar.
«Vuelve a ser la Marta profesional que siempre has sido». Ahora mismo, eso era lo más real que tenía de sí misma.
Fina y Carmen regresaron a la tienda con Claudia que había ido un momento a la cantina en su descanso.
—Hemos llamado a Claudia también —dijo Carmen.
—Habéis hecho bien porque lo que tengo que deciros os incumbe a las tres.
—¿Ha pasado algo, doña Marta? —preguntó Fina con preocupación.
—Lamentablemente, tengo que daros una mala noticia: el lanzamiento de Inspiración —al pronunciar la palabra no pudo evitar mirar a Fina— se hará a nivel global en todas las perfumerías de la Reina.
—¿Entonces no habrá presentación con la prensa aquí? —preguntó Carmen.
—Me temo que no.
—¿Es porque hemos hecho algo mal? —la voz de Fina sonó temblorosa al hacer la pregunta.
—No. Y eso es lo que más me molesta. Habéis hecho un fantástico trabajo de promoción durante estas semanas, no lo dudéis ni por un momento, y deseaba que fuera vuestra recompensa, pero esta decisión no depende sólo de mí. Ha sido cosa de la junta y, aunque he tratado de pelearlo, no ha podido ser.
—Bueno, no se preocupe doña Marta, nosotras sentimos ese reconocimiento por su parte —añadió Claudia.
—De verdad que lo siento. Os lo merecíais.
Marta las sonrió a las tres y después se dio media vuelta para salir de la tienda. Entonces sintió los pasos de Fina, sí, porque eran sus pasos, podía reconocerlos, yendo tras ella. Apretó los labios y de manera inconsciente los puños. No deseaba alargar más su estancia allí. Necesitaba poner distancia entre las dos.
—Disculpe, doña Marta.
—Dime, Fina —dijo deteniendo sus pasos y volviéndose.
—Me gustaría hablar con usted un momento.
—Tú dirás. —Marta se cruzó de brazos en gesto defensivo. Ahora mismo, era la única protección con la que contaba para resistir y no caer de nuevo.
Fina miró a sus compañeras que estaban entretenidas con las tareas que habían dejado a medias y después clavó sus ojos en Marta.
—A solas.
¿Por qué tenía que mirarla de aquella manera? Marta deseó que ese instante se detuviera en el tiempo y poder naufragar en aquella mirada de forma indefinida. Porque cuando Fina la miraba de aquella manera, todos los muros y todas las corazas que con tanto esfuerzo había levantado se debilitaban, se resquebrajaban hasta hacerla perder el control.
—Vamos al almacén —le sugirió Marta señalando con la mano en dirección a la puerta y con la mitad de su cuerpo deseando salir en dirección contraria porque estar a solas con Fina de nuevo allí le hacía más difícil poder cumplir su objetivo de olvidarse de ella.
Una vez dentro del almacén, trató de reafirmarse en sus posiciones adquiriendo un aire frío y distante, con todo el esfuerzo que le conllevaba levantar de nuevo una fortaleza cuando hacía apenas unos segundos se había visto sacudida por ella.
—Tú dirás —repitió con el mismo tono aséptico que se había propuesto utilizar con ella desde ahora en adelante.
—Doña Marta, quería preguntarle si la decisión de no presentar el lanzamiento del perfume aquí tiene algo que ver conmigo.
—Ya os he dicho que ha sido cosa de la junta.
—Ya, pero he pensado que quizá había dicho eso para no hablar a Carmen y a Claudia de lo que ha pasado esta mañana.
Marta parpadeó varias veces, encogiéndose de hombros.
—¿Qué ha pasado esta mañana?
Fina se la quedó mirando. Marta veía la confusión en sus ojos.
—No sé a qué te refieres —añadió, tratando de reforzar la mentira.
—Pensé que quizá había hecho algo que le hubiera molestado y que por eso...
¿Molestarla? ¿Fina? Si acaso, la que tendría que disculparse sería ella por haber abusado de su confianza e invadido su espacio personal de aquella manera.
—Si no recuerdo mal, esta mañana estuve aconsejándote para elegir un perfume para «una amiga» —Marta remarcó estas últimas palabras y la imagen de Esther y Fina besándose acudió a su cabeza restallando como la sacudida de un látigo al ser consciente de que ese detalle le había pasado desapercibido durante la mañana, cegada como estaba en tratar de acercase a ella.
—Doña Marta, yo...
—Está todo bien, Fina. No tienes que preocuparte por nada. Esta decisión no tiene que ver contigo.
Fina asintió.
—Entonces...
—¿Entonces, qué?
—Esta mañana...
—¿Sí?
—¿No ha pasado nada?
—De verdad, Fina, no entiendo a qué te refieres.
A Marta le estaba costando un triunfo disimular que sí, que aquella mañana se le había escapado la situación de control y que se había extralimitado; que si Carmen no hubiera entrado, la habría besado.
—No debes preocuparte por nada. Está todo bien. Sea lo que sea lo que crees que ha sucedido, debe haber sido una equivocación.
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MAFIN - TRES DÍAS, DOS NOCHES
FanfictionFanfic de Marta y Fina de la serie Sueños de libertad. Slow burn. Historia hilada por partes. Los fragmentos son consecutivos y forman parte de la misma historia. Marta de la Reina es la gerente de las tiendas de Perfumerías de la Reina, la gran emp...