CONFESIÓN

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MAFIN

~CONFESIÓN~

Fina salió del baño de la habitación de Marta con un vaso de agua. Se acercó a la cama donde su jefa estaba sentada y se lo entregó.

—Toma, te sentará bien.

Marta alzó los ojos hacia ella y la pena que reflejaba en ellos era tan grande que Fina sintió deseos de volver a abrazarla de nuevo y no soltarla jamás.

No estaba segura de si había sido apropiado aquel gesto a la salida del Metro, pero la había visto tan agobiada que siguió lo que su instinto le decía. Y éste le gritaba que si no la sujetaba se acabaría quebrando de mala manera. Porque romperse, estaba claro que iba a romperse. La Marta que estaba conociendo en ese viaje estaba reventando muchas barreras que parecían haberla tenido encerrada. No era la misma mujer que veía cada día en la fábrica a pesar de que meses atrás la relación entre ambas se hubiera hecho más estrecha y Fina creyese que estaba conociéndola mejor. Esas tan solo fueron las primeras roturas, en las que Marta había empezado a confiar en ella para desahogarse cuando los asuntos de la fábrica la sobrepasaban. Pero ahora era diferente. Ahora eran otros diques los que estaba echando abajo y, por primera vez, le había hablado de cómo se sentía, pero a nivel personal.

Fina estaba siendo consciente de la enorme coraza que esa mujer había llevado durante tanto tiempo y, a medida que pasaba más horas con ella, supo que en algún momento vendría la riada que arrasaría con todo. Aunque no se lo había propuesto, había tocado las teclas adecuadas para que el muro se viniera abajo y, por fin, Marta de la Reina, se dejara sentir más allá de las cuatro paredes de su dormitorio.

Por eso la había abrazado. Sabía que el momento de ruptura estaba ahí, llamando a las puertas, y Fina ya la había visto en las últimas horas reconstruir a toda velocidad la muralla para evitar que sucediera en varias ocasiones. Era testaruda. Pero necesitaba enfrentarse a ello. Por eso la había abrazado porque, si no, el quiebre que acaba de experimentar en el vagón de Metro lo único que habría conseguido era generar un nuevo quiste dentro de ella. Abrazarla suponía el empujón necesario para no darle tiempo a colocarse en posición de defensa, sino a abandonarse a lo que estaba sintiendo sabiendo que contaba con alguien con quien podía desahogarse. Fina deseaba con todas sus fuerzas que encontrase en ella un lugar seguro para tratar de sanar.

—Gracias —dijo Marta cogiendo el vaso y bebió. Después lo dejó sujeto en sus manos apoyado en las piernas—. Siento el numerito.

—No tienes que sentir nada. —Fina tiró de instinto de nuevo y se sentó a su lado en la cama—. Estaba claro que necesitabas llorar.

Marta acarició el vaso de cristal pensativa.

—Estoy cansada, Fina.

La dependienta se quedó a la espera de que continuase. Si necesitaba sacar más cosas, aunque fueran las mismas repetidas en bucle, ella estaba dispuesta a escucharla. Le darían las vueltas que hiciera falta con tal de que sintiera algo de alivio.

Marta se echó a llorar de nuevo y Fina, sin pensárselo, la envolvió con el brazo permitiendo que su jefa apoyara la cabeza en su hombro. No dijo nada. Solo le frotó la espalda suavemente de arriba abajo tratando de darle consuelo. Escucharla llorar así la rompía por dentro.

—Lo he estropeado todo —sollozó.

—No. Claro que no.

—Sí. Te había prometido enseñarte Madrid y...

—¿Y qué? No pasa nada. Ya habrá otras veces. Ahora lo importante es que tú estés bien.

Marta se incorporó y la miró. Tenía todo el maquillaje corrido y los ojos rojos por el llanto.

MAFIN - TRES DÍAS, DOS NOCHESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora