CONFUSIÓN

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MAFIN

~CONFUSIÓN~

Fina no paraba de dar vueltas en la cama recordando las palabras de doña Marta.

«Esta fragancia la he creado pensando en ti. Tú eres mi inspiración».

«No debes preocuparte por nada. Está todo bien. Sea lo que sea lo que crees que ha sucedido, debe haber sido una equivocación».

¿Lo era? ¿Había malinterpretado sus palabras?

Fina se colocó bocarriba reacomodando las sábanas y apoyando las manos sobre su pecho.

«Esta fragancia la he creado pensando en ti. Tú eres mi inspiración».

¿Cómo se puede malinterpretar algo así? ¿O es que no había sucedido? Era cierto que tenía una imaginación muy potente, pero ¿tanto? Estaba segura de haber escuchado el susurro de doña Marta contra su cuello. ¿Lo estaba?

Fina se colocó de lado abrazándose a la almohada. Recordó cuando conoció a Esther. Por aquel entonces Fina trabajaba de camarera en una famosa pastelería de Toledo. Esther acudía una vez a la semana a merendar allí y las miradas, las sonrisas y los roces fortuitos comenzaron a obsesionar a Fina. Trataba de descifrar en cada uno de sus gestos ese algo más que le diera el valor para proponerle salir un día a tomar un café juntas. Y en esos momentos en los que la certeza aún no era una realidad, Fina recordaba estar hablando con Esther de cualquier cosa, percibir ese algo especial en su mirada y, en ese instante, tener la sensación de salirse de su propio cuerpo, avanzar y besarla. De forma simultánea, sucedía y no sucedía. Y la explosión de sensaciones era tan intensa que era capaz de percibir el tacto suave de sus labios en su boca y acto seguido ser consciente de que no se había movido ni un centímetro del sitio que ocupaba y que sus cuerpos ni siquiera se habían rozado.

Esa especie de desdoblamiento le había ocurrido también con doña Marta en otros encuentros con ella, sobre todo cuando se quedaban a solas y la cabeza de Fina se permitía fantasear con los gestos que doña Marta le regalaba.

Entonces, ¿no habían sido más que imaginaciones suyas? Sí. Tenía que ser eso. No había otra explicación. ¿Por qué si no iba doña Marta a arriesgarse a decirle algo así para luego negarlo? No. No tenía sentido.

La lógica le decía que esa era la conclusión acertada, pero la piel... La piel se negaba a aceptarlo. Podía malinterpretar un gesto y darle un valor que en realidad no tenía, pero una mirada. La mirada es transparente. La mirada refleja lo que llevamos dentro. La forma en que doña Marta la miraba...

Fina empujó la sábana para destaparse y apoyó los brazos sobre la frente sintiéndose estúpida. «¿Pero qué estás diciendo? Creer que doña Marta se ha fijado en ti». Negó con la cabeza y resopló.

—¿Se puede saber qué te pasa?

El susurro de Carmen desde su cama la sobresaltó.

—¿Qué haces despierta? —le preguntó Fina también en susurros para no despertar a Claudia.

—Lo mismo te digo. No haces más que dar vueltas en la cama como un molinillo.

—No puedo dormir.

—A la vista está.

—Siento si te he despertado.

—No te preocupes, yo tampoco podía dormir.

Fina escuchó el suspiro de su amiga.

—¿Sigues preocupada?

—No me lo quito de la cabeza.

Pues ya eran dos.

—Tasio me tiene muy confundida y no sé cómo actuar. Yo quiero creerlo, pero ha traicionado mi confianza y eso es algo que no se recupera de la noche a la mañana.

—¿Crees que ha vuelto a mentirte?

—No lo sé, Fina. No lo sé. Pero tenías que haber visto cómo se ha puesto cuando le he preguntado a dónde iba.

—¿Al final lo has hecho?

—Sí.

—Te dije que no lo hicieras.

—No he podido evitarlo. Me hervía una cosa aquí dentro, en el estómago, y no he podido callarme a pesar de tu consejo.

—Y se ha enfadado.

—Claro que se ha enfadado porque yo le había prometido confiar de nuevo en él y cuestionándolo así, no estoy cumpliendo mi palabra, como tú me habías advertido. Pero...

—¿Pero qué?

—No hago más que darle vueltas a si se habrá puesto a la defensiva porque en realidad me oculta algo.

—¿Pero te ha dado motivos para pensar algo así?

—Pues ese es el tema. Que a mí me parece que hace cosas raras, pero luego, por la noche, cuando lo repaso todo en mi cabeza, no lo veo tan claro y me planteo si en realidad no estaré viendo cosas que no son influida por esta desconfianza que ahora siento hacia él.

Fina asintió. Comprendía a la perfección a su compañera. ¡Qué complicado era todo!

—¿Y a ti qué te pasa?

Fina guardó silencio un momento.

—Que tenías razón.

—¿En qué?

—Que me he ido a enamorar de un imposible.

—¿Pero ha pasado algo?

—Ese es precisamente el problema. Que yo creía que sí, pero me parece que he malinterpretado las señales.

—¿Y si tu imposible te besa en los labios? ¿Cómo se interpreta eso?

—¿Claudia? —preguntó Fina incorporándose.

Claudia se colocó sentada con la espalda apoyada en el cabecero y Carmen hizo lo mismo en su cama. Las tres se miraron.

—Estamos apañadas.


MAFIN - TRES DÍAS, DOS NOCHESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora