SUBIDÓN

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MAFIN


~SUBIDÓN~

Fina estaba reventada, pero contenta. El ambiente distendido de la mañana las había obligado a apretarse las tuercas durante la tarde para poder terminar con las visitas que tenían pendientes. Al día siguiente tendrían que dejar el hotel antes de las doce de la mañana y se irían directas a la estación, después de que Marta le enseñase su último imprescindible en sus visitas a Madrid en soledad.

—No siempre hago el recorrido que hemos hecho hoy —le aclaró—. Gran parte de lo que hemos visto ha sido porque quería que probases el María Pandora. Y, ya que había que llegar hasta allí, ¿cómo no pasar por los lugares más bonitos?

—Un sitio interesante el María Pandora. También tenía libros, que me he fijado —le dijo Fina guiñándole un ojo—. Entonces, ¿tus imprescindibles de verdad cuáles son?

—Cuesta de Moyano...

—Cierto, para hacerte la encontradiza con libros perdidos.

—Retiro...

—Para aislarte del bullicio de la ciudad.

—Vaya, vaya, ¿me estás psicoanalizando?

—Dime por dónde andas y te diré quién eres.

—Berkana... —añadió Marta y a Fina le pareció que se le sonrojaban las mejillas.

—Para ponerte a tono...

—¡Fina!

—Yo solo repito lo que tú has dicho: vienes buscando historias que te remuevan por dentro.

—No es lo mismo que ponerse a tono —replicó Marta.

Fina se la quedó mirando y sonrió porque sabía que lo que iba a decirle la iba a sonrojar.

—Eso no es nada para lo que he llegado a leer —dijo imitando la voz con la que lo había dicho Marta en la librería. Ésta abrió la boca para replicar mientras sus mejillas se ponían coloradas—. Es lo que has dicho, ¿no?

—Eres imposible. Te doy la mano y me coges el brazo —replicó con fingido enfado.

«El cuerpo entero te cogería», pensó Fina y esta vez fue ella la que sintió cómo le ardían las mejillas. Tenía que rebajar el nivel, aunque le estaba resultando complicado con el día que llevaban.

—A ver, que nos vamos por la tangente —trató de reconducir Fina más para sí misma que para Marta—: Cuesta de Moyano, Retiro, Berkana... ¿y?

—Y mañana lo verás.

—Eres mala.

Marta arqueó las cejas haciéndose la indiferente.

—Muy chulita estás tú, me parece a mí —le recriminó.

Marta soltó una carcajada.

—Le dijo la sartén al cazo.

Marta se la quedó mirando y cada vez que lo hacía, Fina tenía la sensación de que el tiempo se detenía y los sonidos a su alrededor se atenuaban asilándolas del mundo. Se pasaría horas ahí perdida junto a ella.

—¿Lo estás pasando bien?

—Lo estoy pasando genial —respondió Fina.

Y era cierto. Estaba disfrutando muchísimo. Marta había experimentado una transformación espectacular y el día estaba siendo perfecto, pero en veinticuatro horas se rompería el hechizo. El juego les había durado tres días y dos noches. Después, volverían a la fábrica y tendrían que ser de nuevo jefa y empleada. ¿Sería eso posible después de todo lo que estaban viviendo juntas?

MAFIN - TRES DÍAS, DOS NOCHESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora