CONTRADICCIÓN

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MAFIN

~CONTRADICCIÓN~

La noche había sido eterna pensando en Fina. ¡Pensando en Fina! Se suponía que eso era justo lo contrario a lo que debía hacer, pero la cabeza era traicionera y su mirada felina se había colado más de una vez sin pedir permiso y ella... ella se había dejado arrastrar. Había llegado a justificarse ante sí misma esa libertad para pensar en Fina alegando que eran tan solo fantasías y que eso no hacía daño a nadie. Pero era mentira. Le hacía daño a ella misma. Porque detrás de cada fantasía llegaba la realidad: no podía suceder. Su familia jamás lo consentiría. Eran «los de la Reina». No. Eran Perfumerías de la Reina, porque la empresa siempre había estado por encima de la familia aunque su padre se empeñase en aparentar otra cosa.

Tanto sus hermanos como ella habían gozado de la libertad para elegir con quien compartir sus vidas, pero se habían visto condicionados por las relaciones y las amistades que envolvían al negocio familiar, limitándolas a esa exclusividad. De manera inconsciente, sabían que esas elecciones dejaban fuera a las personas que no eran parte del círculo. Aunque los tiempos habían cambiado, su entorno aún se veía impregnado por las apariencias y el qué dirán. A veces Marta tenía la sensación de que se habían quedado anclados en una época pasada. Un ejemplo de ello era el empeño de su padre en que los empleados mantuvieran el trato de don y doña con ellos, algo totalmente pasado de moda, que lejos de ser una simple formalidad de educación, buscaba marcar distancias y espacios. Era elitista.

Esa era su realidad. Las dos pertenecían a esferas diferentes y ella... ella estaba casada. ¿Qué sentido tenía darle alas a algo que no iba a ocurrir jamás?

Y luego estaba su padre. Deseaba tanto contar con su aprobación... Llevaba toda la vida peleando para hacerse un hueco, para demostrarle que era tan válida como sus hermanos. Quería su reconocimiento y, ahora que por fin parecía que el esfuerzo de su trabajo estaba dando sus frutos, no iba a echarlo por tierra por sus sentimientos. Marta llevaba seis años ya al frente de las tiendas, encargándose de todo, participando activamente en las reuniones de la Junta Directiva, tomando decisiones. Cuando su padre le otorgó ese cargo deseó echarse a llorar y abrazarlo en agradecimiento. Pero no lo hizo, se mantuvo impasible. Nada de debilidad. Si había llegado hasta allí había sido gracias a su empeño en dejar fuera de los despachos toda la vulnerabilidad y no iba a retroceder ni un paso. Además, su padre era un hombre clásico, jamás aceptaría una relación así. Adoraba a Jaime, el marido de Marta. ¿Consideraría un fracaso no haber sido capaz de mantener a flote su matrimonio? ¿Le decepcionaría saber que a su hija también le gustaban las mujeres?

—Marta.

La voz de su hermano Andrés la sobresaltó.

—Buenos días —respondió ella cogiendo la taza y dándole un sorbo.

Andrés se sentó frente a ella en la mesa del comedor dispuesta por el servicio con todo un despliegue para el desayuno: tostadas, zumo, fruto y algunos dulces que había preparado Digna. Se sirvió un poco de café sin apartar la mirada de su hermana. Marta, ajena a todo, volvió a sumergirse en sus pensamientos apoyando la barbilla sobre el dorso de la mano.

—¿Va todo bien?

—¿Mmh? —le preguntó distraída.

—¿Que si va todo bien?

—Sí, es solo cansancio.

Andrés cogió una tostada y le echó un poco de aceite.

—Siento si te disgustó mi decisión ayer.

—Tranquilo.

Al recordar el modo en que ella había defendido su propuesta el día anterior, se sintió estúpida. Sabía que no había un argumento empresarial tras su empeño en que el lanzamiento de Inspiración se hiciera en la tienda de la fábrica, que era algo personal y simbólico. Quería que Fina protagonizase ese día. Una muestra más de que sus sentimientos estaban interfiriendo en su trabajo. No lo podía permitir.

MAFIN - TRES DÍAS, DOS NOCHESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora