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El final estaba cerca y por primera vez, la niña no tenía miedo.

Dylan.

Ese era mi mayor problema. No era el que una gran mafia me persiguiera o el que mis padres se habían relacionado con una mafia antes, no. Mi mayor problema era Dylan Angelini, mi novio o ex novio ya no lo se, el chico con el que había experimentado muchos sentimientos desconocidos pero era el mismo chico que me había mentido.

Pensaba en Dylan y no de la manera agradable habitual cuando me choque contra algo al entrar en aquella habitación tras la estantería.

Todo estaba oscuro y no se veía nada, me sujeté a algo mientras intentaba no caer. Kim palpó la pared, dando con el interruptor, las luces se encendieron de repente deslumbrando a los tres.
Entonces vi que me estaba apoyando en un maniquí, asustada retrocedí tropezando con una madera un poco más levantada que las demás. Mi padre se apresuró a sujetarme evitando que callera.

—¡Cuidado, Mia!

Mi padre me sujetó mientras Kim examinaba la madera.

—Parece que hay algo debajo

El comisario se agachó y levantó la madera salida, debajo había una pequeña caja marrón claro casi gris.

—¿Una caja? —pregunté mientras me acercaba a Kim —. ¿Qué hay dentro?
—Un montón de tickets, algunos objetos y... Dos fotos —Kim quien todavía tenía la caja en las piernas levantó la cabeza y me enseñó las fotos.

En una de ellas había tres chicos, un chico, el de la izquierda tenía el pelo castaño y el de la derecha negro. Pude reconocer a Dylan como el chico de pelo negro y a Alessandro como el chico de pelo castaño pero ¿Quién era el chico alto que les abrazaba por detrás?

La otra foto eran dos chicos, el mismo chico alto de la foto anterior y otro más bajo de pelo rubio. Mi padre.

—¿Este de aquí eres tú, papá? —cogí la foto despacio sin apartar la mirada de ella.

Mi padre se acercó despacio y miró la foto desde mi espalda.

—Si, soy yo.
—¿Y quien es este?
—Ettore.
—¿Quien? —pregunté confusa
—Ettore. El era mi mayor compañero cuando formamos la banda. El era el líder, siempre fue muy carismático después de todo tenía un don con las personas.
—¿Estabas en una banda? ¿Pero en plan pandilla?
—Si, una pandilla. Ettore y yo vivíamos cerca, prácticamente crecimos juntos, como tú y Elena. Pero luego se mudó a Italia con su hermano pequeño, después de todo el no se llevaba bien con sus padres.

Kim quien, todavía estaba en el suelo, nos escuchaba. Lentamente se puso de pie, como si le costara levantarse, se acercó y miró a mi padre.

—Según los reportes policiales Ettore fue el líder y fundador de la White Tiger. Hace no mucho fue encontrado muerto, su cadáver flotaba río abajo con un agujero de bala en la cabeza y en el pecho aparte de varios cortes en su cuerpo.

Mi padre lo miró sorprendido pero luego asintió.

—Lo entiendo, el decidió seguir ese camino, sabía bien las consecuencias.
—Cuénteme más sobre el, sobre Ettore.

Mi padre miró al rededor.

—No hay duda de que estamos en su oficina, el corcho de aquella pared lo dice todo.

Me fijé en la pared que señalaba mi padre, había un gran corcho con fotos de mi padre, Enzo e incluso Dylan pero había fotos de una mujer que abundaban por todos los rincones del corcho, una mujer de pelo rojo, largo y ondulado, una mujer de ojos verdes.

Contra Todo PronósticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora