Capitulo 25

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WILLIAM 

Una suave sonrisa se extendió por su rostro, esa mañana. No era un hombre mañanero y no sonreía a menudo, al menos no antes de tener su buena dosis de cafeína, pero esta mañana, algo era diferente. Respiro y disfruto del calor de su cuerpo contra el suyo ¿Hace cuanto no amanecían así? Envueltos en alrededor del otro. Paso infinitos meses deseando que ella volviera y finalmente el universo lo escucho. La apretó contra su pecho, sonriendo al escuchar su suave quejido, no se apuró. Tenían todo el tiempo del mundo.

Depositó un beso contra la tierna piel de su cuello sintiéndola estremecerse bajo su toque — Buen día princesa — Myla murmuró algo inentendible y no se movió mucho más, dejo uno otro beso y más se sumaron hasta que sin darse cuenta llego a la punta de sus pies, la devoraría por completo si fuese posible, sonrió ante el pensamiento, a ella le encantaría la idea.

Mordió un camino de besos contra la tibia piel de su pierna subiendo lentamente, guiándose con sus suaves quejidos; saboreo el jabón a vainilla en su piel, y enteró la cara en la curva de su espalda baja.

— Will— Myla suplicó entre jadeos y mordió juguetonamente su nalga derecha subiendo de nuevo hasta envolverla en sus brazos

— Como debes llamarme— Gruño contra su oreja mordisqueando su piel allí, asegurándose de marcarla, Myla no era la única posesiva y tras su tiempo separados, se dio cuenta de lo mucho que le gustaba marcarla, así se prometió que cuando volviese se encargaría de dejar sus huellas en ella.

— Papi — Lloriqueo Myla empujándose contra su erección, sonrió contra su piel, jamás dejaría de excitarle cuando ella lo llamaba así

— Buena chica— Premió, deslizándose entre sus nalgas, frotándose contra ella — Dime donde quieres a papi —

Myla soltó un gemido, roto, necesitado, girando sus caderas contra las suyas hasta atraparlo en su húmedo calor. Se deslizó lento, superficial, permitiéndole adaptarse; no hizo falta preparación utilizando los restos de la noche anterior para deslizarse en sus apretadas paredes llevándolo profundo, tragándolo por completo. Se aferro a su cintura, guiando el movimiento, lento y profundo, tal como a ella le gustaba.

— Eso es...Abre las piernas para papi — Myla ahogo sus gemidos contra la almohada y permitió que tomara su pierna por debajo de su rodilla, golpeando una y otra vez ese punto en su interior que la hacía gritar — No te contengas cariño... papi está aquí — La consoló, con cálidos besos contra la pierna piel de su cuello cambiando la angula para ir más profundo, quería funcionar sus cuerpos en uno, hendirse en ella hasta que ninguno supiera donde terminaba uno y donde comenzaba el otro.

Llevo su mano a su vientre — Me sientes princesa— Gruño entre dientes, respirado con dificultad. — Tu cuerpo me toma tan bien, rogando para que te llene—

Myla gimió, el sonido agudo y obsceno resonando en toda la habitación. Aumento la velocidad, golpeando ese punto, una y otra vez hasta sentirla temblar entre sus brazos

— Papi Papi — Myla lloriqueaba; un fuerte calor tiró de su saco y supo que estaba cerca, quería hacer esto algo romántico, pero carajo sino quería probar algo que leyó recientemente. Dejo que se saliera de ella. Myla gimió en protesta y la calmo con un tierno beso en su hombro antes de arrastrarlos al borde de la cama, frente al espejo.

— Míranos princesa, míranos convertirnos en uno — Una traviesa sonrisa dibujándose en sus bonitos labios al comprender, Myla volvió a subirse sobre él, alineando sus cuerpos. Sus ojos fijos en el espejo para verse a sí mismo deslizarse entre sus rosados y húmedos pliegues, su cabeza cayo hacia atrás y la dejo complacerse sobre él, disfrutando de la hermosa vista de su princesa tomando su propio placer; con las piernas abiertas, montándolo tan perfecta. Llegó con un grito ahogado y la atrapo entre sus brazos cuando cayó ahogada en su pecho

— ¿Y tú? — Preguntó Myla, como un pensamiento tardío.

— Me corrí primero — Dijo en una risa ronca viendo sus mejillas sonrojarse al sentirlo deslizarse entre sus piernas — Ven — La recostó en la cama, dejándole recuperarse mientras él se encargaba del resto. Depositando tiernos y suaves besos sobre su cálida piel, bebiendo de su interior cuando enterró la cara entre sus piernas, limpiándola. Lamiendo y bebiendo de ella como un hombre sediento; Myla llegó una vez más en su boca y subió atrapando sus labios en un beso perezoso, probándose a sí mismo en su lengua; su acidez y su propio amargor creando el sabor más íntimo. 

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