estaba con ella y eso era todo lo que necesitaba

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LISA


La atmósfera de Navidad se siente en el aire. La tarde es fría, y las luces parpadeantes decoran las calles. Aunque todo parece tranquilo, una parte de mí permanece en guardia. No he tenido noticias de Sahir en semanas, pero en el fondo de mi ser, sé que está cerca, acechando, esperando el momento oportuno para atacar.

Aun así, Jisoo y yo estamos preparadas. Sabemos lo que está en juego. Defenderemos con uñas y dientes a quienes amamos, sin importar lo que venga.

Esta noche, vamos a celebrar la Navidad en la casa de los Kim. Desde el día en que el señor Kyong me confrontó con esas palabras tan crudas que me hicieron recuperar la memoria, no lo he vuelto a ver. Pero no he olvidado lo que le dije antes de marcharme. Hoy, lo veré cara a cara, y no tengo dudas de que después de la cena, le romperé la cara.

Por ahora, me encuentro en el spa con Jennie, mientras Jisoo sigue en el hospital con Rosé. Antes de irnos a casa de Jennie, pasaremos por Somi y Ella a la escuela. Mamá ya está en la casa de los Kim, así que de eso no tengo que preocuparme.

Jennie, con su típica paciencia, se sienta a mi lado. Acaricia mi cabello suavemente, pero noto en su voz cierta tensión contenida.

—¿Qué te pondrás hoy, amor? —me pregunta con una sonrisa que, aunque suave, denota cierta insistencia.

Estoy absorta en el celular, mirando una serie sobre narcos. Ni siquiera levanto la vista.

—No lo sé —respondo con indiferencia, los ojos aún clavados en la pantalla—. Quizás solo un pantalón y una sudadera. Lo mismo de siempre. Prefiero andar cómoda.

—¿En serio? —replica, y esta vez hay un filo en su tono que no puedo ignorar—. Es Navidad, Lisa. Es una celebración, tenemos que vestirnos a juego.

Puedo sentir su mirada sobre mí, penetrante, esperando que al menos me gire y la mire. Pero permanezco hundida en mi mundo, evitando su reacción. No porque no me importe, sino porque siento que cualquier distracción podría quebrar la frágil calma que me he forzado a mantener. Pero Jennie no es alguien que se dé por vencida fácilmente.

—Lisa, mírame —dice finalmente, con un suspiro de resignación.

Levanto la vista y veo la preocupación en sus ojos. No puedo evitar sonreír; siempre ha sido así, tan atenta a los detalles, tan meticulosa con las pequeñas cosas que hacen que la vida tenga un poco más de color. Suspiro, bloqueando el celular, y decido ceder, al menos un poco.

—Está bien —le digo, bajando la guardia—. ¿Qué tienes en mente?

Su sonrisa se ilumina instantáneamente, y aunque su preocupación no desaparece del todo, me alegra saber que he logrado, al menos por ahora, arrancar una pizca de felicidad en medio de esta tensión constante.

La Navidad es una excusa para olvidar, aunque sea solo por unas horas, el peligro que acecha en cada sombra, el sabor amargo de la guerra que libramos. Y Jennie lo sabe, mejor que nadie.

Jennie se sienta a horcajadas sobre mi regazo, su risa suave y juguetona llenando el espacio entre nosotras. Su rostro está cerca del mío, y sus labios rozan los míos en besos rápidos, ligeros como plumas, que me arrancan una sonrisa involuntaria. Me gusta verla así, tan feliz. Esa chispa en sus ojos es lo que más adoro, incluso si no entiendo la emoción que siente por elegir ropa.

—Tengo algunas ideas —dice ella, su voz teñida de emoción mientras sus dedos acarician mi mandíbula—. ¿Qué tal un vestido rojo para mí? Ajustado, elegante... Y tú podrías usar un traje oscuro, tal vez negro o azul marino. Algo que resalte tus hombros y... —Hace una pausa, dejando que sus manos recorran el contorno de mis brazos—. Algo que moldee tus músculos. Sabes lo mucho que me gusta eso.

La búsqueda y la venganza. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora