Siento cómo la vida se enciende en cada poro de mi piel, un fuego inextinguible que arde con cada roce, con cada caricia que recorre mi cuerpo y con cada mordida que deja su huella en mi ser. Rosé es mi santuario; me pierdo en las curvas de su cuerpo, en la calidez de su piel, donde cada rincón se convierte en mi refugio. Sus brazos me rodean como una promesa, un lazo invisible que no quiero romper. Y sus besos... sus besos son mi droga, mi dulce veneno al que me he vuelto adicta. No quiero dejar de sentirla; la necesidad de ella es casi dolorosa, una urgencia que no se sacia. Puedo ver el mismo deseo reflejado en sus ojos, brillantes y oscuros, clamando por más, por seguir explorándonos sin límites. Sé que ella también lo siente, esa voracidad contenida, esa hambre que no se sacia. Y yo... yo aún tengo tanto de ella que desear, tanto que saborear. Quiero seguir haciéndole el amor hasta que no podamos más, quiero dejarla completamente satisfecha.
Siento cómo su pecho sube y baja con fuerza contra el mío, sus jadeos todavía cargados de placer. Nuestras miradas se encontraron y, en sus ojos, vi ese brillo pícaro que siempre encendía algo en mi interior. Sin decir una palabra, sonreímos, sabiendo que esto no había terminado aún.
Con una sonrisa en el rostro, la sostuve con fuerza y la llevé en mis brazos hacia la cama, sintiendo la suavidad de su piel deslizándose contra la mía. Rosé soltó un pequeño suspiro cuando su espalda tocó las sábanas, pero sus ojos nunca se apartaron de los míos, desafiándome a seguir.
—¿Te rindes tan pronto? —susurró con voz juguetona, sus labios formando una sonrisa traviesa.
—No he hecho más que empezar —respondí, inclinándome sobre ella, atrapando su labio inferior entre mis dientes. Mi cuerpo se acomodó sobre el suyo, el calor de su piel alimentando mi deseo renovado. Sus piernas se entrelazaron alrededor de mis caderas una vez más, y sentí su leve presión, su necesidad. Su risa suave se transformó en un gemido ahogado cuando mis manos recorrieron sus costados, mis dedos dibujando líneas de fuego sobre su piel.
Entre miradas que hablaban más que mil palabras, el ambiente se llenó de murmullos entrecortados y risas cómplices. Mis dedos rozaron el borde de sus labios, y ella, siempre tan atrevida, los atrapó con la lengua, succionando ligeramente antes de dejar escapar una sonrisa provocadora.
—Aún quiero más —confesó, su voz tan suave como la seda, pero cargada de una lujuria innegable.
—Entonces, vamos a dártelo —respondí en un susurro ronco, antes de girar su cuerpo lentamente. Rosé se movió con una elegancia natural, quedando boca abajo, y yo me arrodillé detrás de ella, mis manos acariciando la curva de sus caderas. Mis labios viajaron por su espalda, dejando un rastro de besos que la hicieron estremecerse, mientras mis manos la tomaban con firmeza. Ella arqueó la espalda, invitándome, acarició su trasero con devoción. Me deleito con la majestuosa vista.
Siento mi pene punzar, ansioso por hundirse en su lugar favorito. Así que sin esperar más, tomo mi falo y lo posiciono en su entrada, la penetré lentamente, sintiendo cómo su cuerpo se tensaba y luego se entregaba al placer.
Sus gemidos llenaron el cuarto, cada uno más profundo y desesperado que el anterior, mientras nuestras pieles se encontraban una y otra vez. Me perdí en el ritmo de nuestros cuerpos, cada embestida más intensa, cada movimiento más hambriento. Rosé se aferraba a las sábanas, su espalda curvándose con cada ola de placer que la recorría. Nuestras miradas se cruzaron de nuevo, sus ojos brillando con una mezcla de desafío y deseo.
—Más... más fuerte —jadeó, y obedecí, sintiendo cómo nuestros cuerpos se compenetraban con una sincronía casi salvaje. Mis manos recorrieron sus costados, tirando de ella hacia mí, aumentando la intensidad con cada movimiento. El sonido de su voz quebrada por el placer me empujaba a seguir, a llevarla más allá del límite una vez más.
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La búsqueda y la venganza.
AcciónLisa junto con su hermana Jisoo, está última es mayor tan solo por unos meses, ambas con dieciocho años deciden entrar al ejército militar de los estados unidos y seguir los pasos de su padre el General Marco Manobal. Ambas hermanas destacaron por...