Rosé es y siempre será, la mujer de mi vida.

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JISOO


Ya estamos en casa de Lisa y Jennie. Hace rato que llegamos del hospital, y honestamente, no he soltado a mi sobrino ni un segundo. Me gusta decir que es por responsabilidad, pero en realidad es porque, bueno… el enano es un imán.

Susan está afuera en el jardín jugando con Somi, y Ella, como siempre, está desaparecida en algún rincón de la casa. Mi madre y el resto de la familia están en la cocina, probablemente hablando de recetas o intercambiando consejos de crianza. Rosé debe estar por ahí también.

Le dije a Lisa y Jennie que aprovecharan para dormir un poco, que yo me encargaba de nuestro pequeño hombrecito. Así que aquí estoy, instalada en el cuarto del bebé, un espacio que ya han decorado con un montón de detalles tiernos. Demasiado lindo para mi gusto, pero admito que encaja perfecto.

Él se quedó dormido hace rato, apoyado en mi pecho, y no he querido moverme del pequeño sofá para no despertarlo. No soy una experta en bebés, pero hasta yo sé que despertar a uno de estos enanos es pedir problemas. Así que, aquí me tienen, inmóvil, con unas ganas terribles de ir al baño que han ido aumentando minuto a minuto. Dejé el celular abajo, en mi sudadera, así que no puedo ni mandar señales de auxilio.

Genial.

De repente, escucho la puerta abrirse suavemente. Por fin, pienso, alguien que puede rescatarme. Pero cuando miro hacia arriba, me encuentro con la persona que menos esperaba.

— Oh… lo siento, creí que ya había despertado Jennie y que ella tenía al bebé — se disculpa Rosé, con una mirada algo apenada, como si estuviera a punto de irse. Empieza a girarse hacia la puerta, y siento cómo se me acelera el corazón.

Necesito que se quede.

— ¡Oye! —le susurro, desesperada, aunque en voz baja para no romper el hechizo de silencio que tiene dormido al pequeñín—. No te vayas, por favor. Necesito que lo tomes… no quiero moverme bruscamente y despertarlo. ¡Tengo que ir al baño! —expreso, haciendo énfasis en la palabra "tengo" con una intensidad que espero le deje claro lo urgente que es.

Ella se ríe, bajito pero divertida, y yo ruedo los ojos. Claro, para ella es una broma, pero yo ya estoy al borde de la paciencia. Finalmente, se acerca despacio, con esa calma que siempre tiene y que, en estos momentos, me pone un poco nerviosa.

— No creo que lo despiertes tan fácil… A ver. —Se inclina con cuidado, y sus manos pasan por mis pechos mientras sostiene al bebé. Siento el leve roce del dorso de sus manos y trato de no moverme, o peor, toser. Pero cuando finalmente lo tiene en brazos y lo acuna con suavidad, noto que él sigue profundamente dormido, con la respiración tranquila.

— Ya puedes ir al baño —me dice en voz baja, acercándose a la cuna para ponerlo ahí. Y con eso, me libera, finalmente.

— Uf, gracias — digo en un susurro, sin perder un segundo más. Salgo de la habitación casi al trote, con un suspiro de alivio, sintiendo que he escapado de una misión imposible.

Cuando regreso, encuentro a Rosé sentada en el sillón, mirándolo fijamente en la cuna, con una expresión de paz en su rostro que me deja un poco sorprendida.

— Si quieres, puedes volver abajo con los demás. —No la miro directamente mientras me inclino sobre la cuna para asegurarme de que el peque respira bien, como si en cualquier segundo pudiera olvidarse de hacerlo—. Le prometí a Lisa que cuidaría del bebé hasta que despertaran.

— Lo mismo he hecho yo tres veces desde que lo dejé aquí y tú te fuiste al baño —se ríe bajito. Su tono tiene ese toque de complicidad que me desarma un poco—. Es una sensación alarmante, esa necesidad de saber si está bien, si respira bien… —hace una pausa, y su mirada se suaviza mientras mira al bebé—. Pero está perfecto. Y, con respecto a tu propuesta, prefiero quedarme. Después de todo, también es mi sobrino.

La búsqueda y la venganza. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora