LISA
El humo del cigarrillo escapaba lentamente de mis labios mientras intentaba transmitir tranquilidad en mi voz.
—Estamos bien, mamá. No tienes nada de qué preocuparte.
Podía escuchar la ansiedad en su respiración al otro lado de la línea. Su voz, temblorosa pero firme, me envolvía con una mezcla de preocupación y amor.
—¿Cuándo vuelven? Llevan una semana fuera del país... No quiero que nada malo les pase, mis niñas.
Sabía que no había manera de calmar del todo sus temores. Jisoo y yo habíamos aceptado un trabajo para un empresario en Japón hacía ya una semana. Nada que no hubiéramos hecho antes, pero aún así, vigilar, planear y, en el momento más oportuno, matar requería de tiempo y precisión. Este tipo de trabajos siempre vienen cargados de riesgos, pero la clave está en que no nos importe el "por qué" de los demás, solo que tengamos la información precisa y hagamos lo necesario.
—Mañana al mediodía estaremos en casa, mami. Así que, ponte aún más guapa de lo que ya eres, que iremos a comer a donde tú quieras. Y no te preocupes tanto, sabes que nuestro trabajo es riesgoso, pero también sabes que siempre tomamos nuestras precauciones para salir lo más intactas posible —respondí, intentando que mi tono sonara despreocupado, casi con un toque de humor, aunque la verdad era que esa llamada tenía su propio peso.
—Está bien, cariño... Por favor, cuídense mucho. Las estaré esperando mañana. Las amo tanto, mis niñas —dijo, con esa calidez que solo una madre puede tener, antes de colgar.
Apagué el cigarrillo con la suela de mi bota y guardé la colilla en uno de mis bolsillos, justo cuando Jisoo apareció, saliendo de la casa de seguridad donde había terminado el trabajo. La vi con ese caminar sereno, sus ojos oscuros y afilados todavía cargados con la adrenalina de lo que acababa de hacer. Sacó un pequeño pañuelo de uno de sus bolsillos y comenzó a limpiarse el rostro, manchado con rastros de sangre de los tipos que había eliminado.
—¿Era mamá? —preguntó sin mirarme, concentrada en borrar los últimos vestigios de la tarea—. ¿Cómo está?
—Bien. Ya sabes, se preocupa demasiado por su favorita —respondí con un toque de sarcasmo, aunque ambas sabíamos que en el fondo eso era más verdad de lo que cualquiera admitiría—. ¿Y tú qué tal? No dejaste ninguna prueba que apunte a nosotras, ¿verdad?
Jisoo esbozó una sonrisa ladeada, esa que solo usa cuando sabe que ha hecho un trabajo perfecto.
—¿Yo? Por supuesto que no. Todo limpio. Pero mejor nos movemos, que no deben tardar en llegar los familiares. ¿Le dijiste a mamá que volvemos mañana?
Asentí, guardándome las manos en los bolsillos. La tensión del momento aún corría por mis venas, pero sabía que habíamos terminado.
—En ese caso, no tenemos más nada que hacer aquí. Hay que ir a cobrar nuestro dinero y volver a casa. Necesito dormir un día entero —exhaló, con ese cansancio que solo se entiende después de haber arriesgado la vida.
[..]
Después de cobrar nuestro dinero, llegamos a una pista de aterrizaje abandonada. La oscuridad de la medianoche envolvía todo a nuestro alrededor, solo rota por el débil resplandor de las luces del jet privado que nos esperaba. Nuestro contacto de confianza ya había preparado el avión. Jisoo y yo estábamos agotadas; el peso del día se sentía en cada uno de nuestros huesos, y el deseo de descansar se volvía insoportable.
ESTÁS LEYENDO
La búsqueda y la venganza.
AcciónLisa junto con su hermana Jisoo, está última es mayor tan solo por unos meses, ambas con dieciocho años deciden entrar al ejército militar de los estados unidos y seguir los pasos de su padre el General Marco Manobal. Ambas hermanas destacaron por...