LISA
— ¿Cómo hiciste que te perdonara? —pregunta Jisoo, con la voz quebrada por la frustración—. ¿Sólo te la llevaste a la cama y ya? ¡Rosé ni siquiera me deja darle un beso!
—¡No seas tonta! —le respondo de inmediato, intentando mantener la calma—. Ya te lo dije, hablamos. Fuimos a ver a mamá y después a sus padres. Fue un desastre, pero me controlé. Confronté a su maldito padre y luego volvimos a casa. Le hice un té, me armé de valor y hablé. Sin vueltas, sin escondernos, fui sincera con ella, Jisoo. Y bueno… el resto ya lo sabes.
Jisoo se queda en silencio, pero puedo notar que sus pensamientos la devoran. Las cosas entre ella y Rosé no han cambiado mucho, al menos Rosé ya no la ignora desde que ella y Jennie fueron al taller aquella vez.
—Además, vamos a tener un hijo —agrego, con una emoción contenida que me sorprende incluso a mí—. Y sí, sé que un hijo no ata a nadie… pero las dos queremos lo mismo, estar juntas y criar a nuestro bebé.
Nunca pensé que volvería a decir algo así. Esas palabras, tan cargadas de esperanza, me resultan aún extrañas.
—¿Entonces debería hacerle un hijo también? —bufa, agotada, dejando caer la cabeza en sus manos—. Ya te lo dije, ni siquiera me deja acercarme. Y yo… no quiero hijos. Quizás lo mejor sería que nos dejáramos. Al fin y al cabo, ella lo advirtió… sólo no entiendo qué está esperando para dejarme.
—¿Tú quieres que te deje? —la miro fijamente, buscando en sus ojos alguna verdad—. ¿O quieres dejarla tú?
—No, claro que no —responde de inmediato, casi con desesperación—. La amo. La amo de verdad. Pero ya no parece feliz conmigo. Me acerco y se aleja. Sé que no es fácil para ella, la traicioné... pero ya no sé qué hacer —termina con un suspiro largo, lleno de resignación.
—Si no quieres perder lo que tienes con Roseanne, sigue insistiendo. Sin presionarla, claro, pero sigue intentando. Invítala a cenar, al cine... haz esas cosas que sabes que la vuelven loca, aunque a ti te parezcan una tortura. Lo importante es que vea que te estás esforzando, que su felicidad te importa —le digo, tratando de darle ánimos.
—¿Y si siempre me rechaza? —replica Jisoo, soltando un suspiro frustrado—. La espero como un perro fiel afuera del hospital porque me prohibió claramente seguir entrando. Dice que hay reglas, que debo respetarlas, bla, bla, bla... ¿desde cuándo yo sigo órdenes de alguien?
Se nota que está indignada, y la entiendo. Jisoo nunca ha sido del tipo que se deja controlar. Pero es obvio que esa rubia significa mucho para ella.
Y tiene razón. Antes, nunca habría hecho lo que alguien más le pidiera. Y yo tampoco. Pero las cosas cambian. Ahora conocemos los límites, y aunque nos cueste, aprendemos a respetarlos... al menos la mayoría de las veces.
—Hmm... podrías llevarle una serenata —digo, medio en broma, medio en serio—. Es tan cursi como Jennie, por algo se entienden tan bien. O, no sé... podrías prepararle una cena romántica en el departamento.
Jisoo se queda pensativa por un segundo, como si estuviera evaluando la idea. Sé que no es su estilo, pero la desesperación a veces nos hace hacer locuras.
—Bien, está bien... —Jisoo suspira y asiente, pero luego me mira con una expresión de inseguridad—. ¿Y si hago el ridículo? No soy buena en estas cosas, ya lo sabes. ¿Qué pasa si solo la sigo cagando?. ¡Ayúdame!— Vocifera mientras se pasa una mano por el cabello, claramente abrumada.
—Eso es lo que la hará especial, Jisoo —le respondo con una sonrisa mientras me quito el sucio overol—. A Rosé le encantan las sorpresas, no tiene que ser perfecta. Se va a dar cuenta de que estás haciendo todo esto por ella. Y eso, créeme, es lo que cuenta.
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La búsqueda y la venganza.
AcciónLisa junto con su hermana Jisoo, está última es mayor tan solo por unos meses, ambas con dieciocho años deciden entrar al ejército militar de los estados unidos y seguir los pasos de su padre el General Marco Manobal. Ambas hermanas destacaron por...