Como si mi cuerpo y el suyo, hubieran nacido para este momento

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LISA


Estoy en la penumbra de la habitación, observando a Jennie dormir profundamente. Su rostro se ve tan en paz, y no es para menos después de todo el esfuerzo que hizo. Mi hermosa y fuerte Jennie, mi nubecita, dio todo de sí hoy. La admiro como nunca.

[..]

Las horas pasan lentas, y la espera se hace pesada. Me acerco al pasillo y pregunto a una de las enfermeras si puedo ver a nuestro bebé, aunque sea un momento. La enfermera me dice con amabilidad que no será posible hasta que llegue la hora de que Jennie lo amamante. Sus palabras me tranquilizan un poco; al menos sé que al amanecer podré ver a nuestro pequeño, sentirlo otra vez en mis brazos.

Esa primera vez que lo tuve junto a mí... siento como si el recuerdo de esa calidez pudiera mantenerme despierta toda la noche. Es increíble, como si hubiera abierto un rincón de mi corazón que no sabía que existía. No es solo amor, es una conexión indescriptible, un anhelo y un cosquilleo que no se van. Ya quiero poder tenerlo de nuevo conmigo, y a la vez me doy cuenta de que nunca, nunca podré agradecer lo suficiente a Jennie por esto.

Hay tantas sugerencias de nombres que nos han dado. Mi madre, mis hermanas, sus padres, incluso Rosé y sus padres han compartido opciones. Pero nada parece convencer a Jennie, y yo... bueno, siento que el nombre debería llegar por sí solo. Tal vez cuando lo tengamos aquí, entre nosotras, como familia, su nombre surja de algún rincón escondido, de algún latido compartido.

Rosé ingreso a la habitación con dos vasos de café en sus manos.

— Volví —anuncia en voz baja, casi un susurro. Me pongo de pie y la ayudo a cerrar la puerta. Me entrega uno de los cafés.

— Gracias —le sonrío con calidez.

— No es nada — responde, nos dirigimos al sofá y nos sentamos juntas, dejando que el calor del café nos envuelva mientras lo bebemos en silencio.

El ambiente se sumerge en una calma casi tangible. Cada una parece perdida en sus pensamientos, con la atención fija en el café que sostenemos entre las manos. Aprovecho el silencio para revisar mi celular y veo los mensajes de Jisoo, ya están a punto de irse a dormir.

— ¿Es tu mamá? ¿Ya llegaron a casa? —pregunta Rosé, rompiendo la quietud.

— Sí, ya están a punto de acostarse y descansar. Lo mismo deberíamos hacer nosotras, faltan unas horas para que traigan a nuestro hombrecito —le informo, esbozando una sonrisa mientras imagino el momento.

Pero de pronto, su pregunta me toma completamente desprevenida.

— ¿Ella es su novia?

Levanto la vista y arqueo las cejas, un poco confundida.

— ¿Hmm? —murmuro, intentando entender.

— Susan, la mujer con la que llegó Jisoo… ¿es su novia? —repite, esta vez con una claridad que no deja espacio para malentendidos.

Bajo la mirada hacia mi café y lo dejo en la mesita a mi lado, considerando cómo responderle.

— ¿Es realmente necesario que hagas esa pregunta? — Replicó con otra pregunta, tratando de mantener la calma en mi tono.

Rosé suspira y juega con el borde de su vaso antes de responder, casi en un susurro.

— Quizás no, pero… me vuelve loca no saber qué son.

Asiento lentamente, tratando de encontrar las palabras adecuadas.

— No, hasta donde sé, Susan no es su novia. Solo son amigas —respondo con suavidad—. Susan ha sido un gran apoyo emocional para Jisoo estos últimos cuatro meses; simplemente eso.

La búsqueda y la venganza. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora