Capitulo IV

151 26 25
                                    

Anthony.

—Yo conduzco —se ofrece Andy, extendiendo la mano abierta hacia Dereck en el estacionamiento del hotel.

—Y una mierda —salta el ruso, acelerando el paso hacia mi Jeep Wrangler negra.

Es el único auto, además de la Cadillac —que tiene cinco años—, que ha permanecido conmigo éstos últimos tres gracias a que, cada vez que el pensamiento de reemplazarla pasa por mi cabeza, lo descarto sin siquiera considerarlo.

Soy imbécil, lo sé, porque a veces siento que, si me concentro bien, logro distinguir un olor en el cuero del copiloto. Luego me odio al darme cuenta que no, el olor no está en el cuero de los asientos, sino en mi memoria, de dónde no he podido arraigarlo por más que lo he intentado. Y no me refiero al de su loción Chanel, sino al de su cuerpo, el de su cabello... Su olor.

Eso es lo imposible de borrar. Igual que esa última noche en ese hotel al que no he sido capaz de entrar de nuevo... Esa última vez contra el cristal del ventanal, dónde nos puedo ver, a pesar de los años, al pasar por esa calle y mirar en su dirección, consumiendonos en un amor que al final resultó ser unilateral...

Sacudo la cabeza cuando la sangre en mis venas empieza a burbujear como lava caliente. Al menos me queda el consuelo de saber que no es por la misma razón que en ese hotel o en el hospital.

Ya no hay deseo.

Ya no hay dolor.

Ya no.

Ahora hay ira.

Y odio.

Por su cobardía.

Y por dejarme.

Me harto de mis pensamientos, que siempre derivan de lo mismo cuando se trata de ella..., y de la estúpida discusión que se ha ido desarrollando entre Anderson y Dereck por quien conducirá.

Le quito las llaves al ruso sin mediar palabra, y entro al asiento del piloto. Un momento después, ellos entran también, ahora en medio de burlas porque ninguno ganó.

Cinco malditos años mentales parecen tener.

—De camino al puerto, detente en una librería que nos queda de camino. —Andy y yo miramos a Dereck con extrañeza y él rueda los ojos—. No les importa la razón, solo llega.

Podría presionarlo hasta que lo suelte, pero, ¿Que creen? Saber la respuesta no me importa lo suficiente para esforzarme, así que, así como lo pidió, de camino al puerto, me detengo en una librería. El entra solo y sale poco tiempo después cargando un paquete envuelto en papel de regalo.

Sin ser consciente del todo, mi mente enumera a todas las personas a las que Dereck podría darle un libro como regalo y... Nada. La única que se me ocurre es Danika, pero dudo que en ésta librería haya libros de psiquiatría y, en definitiva, él no lo envolvería como regalo, ni lo trataría con tanto cuidado como cuando entra al auto y lo deja en su regazo casi con reverencia.

«¿Quien es el ser tan extraordinario, capaz de hacer que te esfuerces en hacerle regalos y tratarlos como hijos?» Me trago mi pregunta y mi carcajada, y vuelvo a poner el auto en marcha.

A penas díez minutos después, llegamos al puerto, dónde hay docenas de autos y motos aparcadas a ambos lados de la calle. Y cientos de personas conversan, rien y fuman, recostados en ellos o en las paredes de las fábricas abandonadas.

Al bajar de la camioneta, escucho la música un poco amortiguada por las voces y el viento salado y fresco que me alboroto el cabello.

—No importa cuánto venga, este Pick siempre será mi favorito —murmura Andy, mirando cada rincón del lugar.

La Oscuridad De Anthony [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora