Capítulo V

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Son casi las doce del medio día cuando termino el informe del seguimiento que suelo hacer para llevar un registro de los lugares que visito cada mes.

Con el culo dormido y el estómago gruñendo, salgo de mi habitación al salón compartido de la suite, dónde encuentro a Dereck y a Andy almorzando en el sofa mientras ven una película.

Anoche, después de terminar en el puerto y regresarnos —¡En un jodido taxi!— al hotel, estábamos tan exhaustos que cada uno se encerró en su habitación. Por lo que no tuve oportunidad de preguntarle a Dereck por la chica del libro. Sin embargo, ahora sí que puedo y eso haré.

Con la mayor naturalidad posible, entro a la mini cocina a rebuscar comida, esperando...

—Pedí comida Italiana. Esta acá —me dice Dereck desde el sofá, sin voltear a mirarme, y señala una bolsa sellada en la mesita de centro.

Contengo la sonrisa de triunfo y me siento a su lado.

En realidad, sí que tengo hambre, pero mi curiosidad me obliga a tomarla como pretexto para acercarme sin ser muy sospechoso.

Abro la comida y empiezo a comer. Pasados unos minutos, lo miro de reojo, pero me doy cuenta que no es la primera vez que lo hago cuando él me sorprende mirándolo, como si me estuviera esperando.

—¿Qué pasa, Bystryy? —pregunta con un suspiro de sufrimiento eterno.

Me hago el desinteresado y me vuelvo hacia la película, que apenas noto es Kill Bill.

—¿De qué o con qué?

—Llevas todo el rato mirándome de reojo, ¿Que me quieres decir? —Sus ojos como metal fundido se entrecierran, y el acento ruso le da más dureza a sus palabras.

—Nada —contesto simplemente. Luego rectifico—: Quiero hacerte una pregunta.

—Entonces hazla de una vez, no tienes que mirarme como retrasado.

Le frunzo el ceño.

—Cuida como me hablas, Dereck —le advierto lentamente.

A diferencia de cómo reaccionan los demás al escuchar ese tono, Dereck solo enarca una ceja, poco o nada intimidado o impresionado.

—¿En serio? —inquiere con un estúpido tono de «dime qué es broma» que sabe que odio. Al ver que no digo nada, agrega—: Mejor cuida tú la pregunta que me hagas, porque a diferencia de a los demás, tu no vas a conseguir meterme presión ni en mil años, chico, así que habla de una vez.

En eso tiene razón. Para este punto tengo a todo el mundo arrodillándose por mi, incluso Johann y Danika, pero nunca he podido con Dereck, y sinceramente, ya perdí el interés de seguir intentándolo.

—¿Quien es la mexicana? —pregunto al final, mirándolo con expectación.

La expresión del ruso no se altera ni por un segundo; está tan inamovible como su cabello castaño fijado hacia atrás.

—No te importa —espeta con una voz monótona, casi mecánica.

Todo en el me indica que no, efectivamente no debería continuar, pero el que hubiera dejado de intentar domarlo, no quiere decir que también vaya a dejar de hacer preguntas que sé que no quiere escuchar, y menos responder, pero que yo quiero saber.

—¿Es tu novia? ¿Desde cuándo la conoces y por qué nosotros no la conocemos? ¿Ni a su amiga?

—Me he hecho las mismas preguntas desde anoche —comenta Andy, aunque parece más centrado en la rubia de la televisión que en la conversación.

La Oscuridad De Anthony [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora