Capitulo I

142 22 14
                                    

Mini maratón 1/2.

Tiana.

«Trece meses». Llevo trece meses aquí y, aunque intento fingir que no, siento que voy a morir si no regreso a Atevia pronto.

Dios, cada dia aquí es un alivio, pero también una tortura. Y no porque Colombia me hubiera recibido mal, ni la ciudad donde me quedé ni las personas ni la nueva universidad, es solo que, pensar en mi país, mi ciudad y las personas que dejé allí, me hacen querer regresar con absoluta desesperación.

Especialmente desde que supe que los Weber, excepto Janine, habían huido dos meses antes del juicio, y solo un par de semanas después de que Annie saliera del hospital, con el rostro desfigurado y la piel llena de cicatrices atrozmente hermosas. Y de eso ya hace siete meses.

Tengo que contener una carcajada sádica al recordar cómo quedó Annie tras nuestra intervención en el circuito. Amenudo me reguntó si habrá llevado dinero suficiente para hacerse una cirugía plástica, porque se veía tan... Hermosamente sangrienta, tan satisfactoriamente dolorida y tan divertidamente enfadada cuando la dejamos tirada en la entrada de la ciudad...

Un nuevo grito del grupo de chicos y chicas en la carpa vecina me arranca un suspiro de resignación. Si pudiera cambiar algo de esta ciudad —además del calor sofocante, que no perdona ni en noviembre—, sería el constante griterío de la gente.

En serio, ¿cómo no se quedan sin voz? Se llaman a gritos, usando apodos que suenan más a insultos que a otra cosa. Es una ciudad turística, pero solo por el centro y sus murallas. El resto... parece un maldito pueblo.

—¡Me enviaron la invitación para asistir a los piques ésta noche! —La exclamacion en voz baja de una de las chicas logra llamar mi atención, por primera vez, en todo el rato que llevo aquí.

«Piques» el término da vueltas en mi cabeza hasta que le hallo la traducción. Soy bastante hábil con los idiomas, pero las jergas... es otro tema. Y la colombiana, en particular, es la más rara y variada que he encontrado en mis 22 años. ¡Es increíble cómo usan palabras tan extrañas para sustituir términos tan simples!

Desde que llegué aquí, he recorrido todas las ciudades de la costa, buscando qué fue lo que captó tanto la atención de Anthony como para que decidiera venir aquí en persona. Pero al no encontrar nada, llegué a la conclusión de que solo quería pasar el rato.

Conmigo.

Cada vez que pienso en eso, un nudo en la garganta me obliga a tragar. A veces con alcohol; hoy, con un smutti.

Bebo por la pajita, pensando si esas carreras podrían haber sido la que llamasen la atención del Creador. No sé cuánta fama tienen, pero con los Seguidores de Anthony por todo el mundo, no sería raro que también los hubiera aquí. Eso explicaría...

Un grito repentino me sobresalta. Mi bebida se derrama y me atraganto con el líquido en la boca.

Cuando finalmente dejo de toser, el culpable se gira hacia mí. Le frunzo el ceño y le lanzo el coco vacío.

—¡Pero, ¿Que puta mierda, cabrón?! —le grito en mi idioma, olvidándome por completo que no estoy en mi país.

Pero por suerte, mi compañero de piso es tan bueno con los idiomas como yo.

—Pero que boquita tan sucia, Tiana —ronronea divertido en el mismo idioma. Luego lo cambia al suyo—. Además, deberías estar más atenta. Estás en Cartagena, no en Artentia y aquí las...

—Cosas y los peligros son diferentes y a un nivel más elevado —termino por él y ruedo los ojos.

Desde que llegué y me lo encontré en el hotel en el que me hospedé mientras conseguía dónde vivir, Breiner Bonilla me ha adoptado como su aprendiz, ya que el muy imbécil arrogante, se cree que yo no sabré cuidarme sin su ayuda.

La Oscuridad De Anthony [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora