Portada:
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Los días en Gravity Falls seguían su curso, pero no para la pequeña Dorito. Desde que había llegado a la vida de Bill y Ford, todos se habían acostumbrado a sus pequeñas travesuras. Sin embargo, últimamente las cosas empezaban a cambiar. Dorito, apenas con meses de vida, comenzaba a manifestar sus poderes de una manera mucho más fuerte, y eso preocupaba tanto a sus padres como a sus tíos, Dipper y Mabel.
Una mañana, mientras Ford estaba en su laboratorio y Bill preparaba el desayuno, se escuchó un estruendo en la sala. Ambos corrieron hacia allí, sólo para encontrar a Dorito flotando en el aire, rodeada de una suave luz dorada. Todos los objetos de la habitación también flotaban a su alrededor, girando lentamente como si estuvieran atrapados en una órbita invisible. El llanto de la bebé era fuerte, y cuanto más lloraba, más incontrolable se volvía la magia.
-¡Ford! ¡Haz algo! -gritó Bill, viendo cómo la cuna de Dorito se estrellaba contra la pared.
Ford, con el corazón acelerado, corrió al laboratorio y volvió con unos brazaletes que había estado diseñando en secreto desde que notó los cambios en su hija.
-Esto debería funcionar -murmuró, mientras se los colocaba a la pequeña en las muñecas.
Al principio, Dorito siguió llorando, pero poco a poco la luz dorada comenzó a desvanecerse, y los objetos cayeron al suelo con un leve golpe. La bebé se calmó, y al notar los extraños dispositivos en sus muñecas, comenzó a jugar con ellos, mordiéndolos como si fueran juguetes.
-No me gusta esto, Ford -dijo Bill con preocupación-. Estamos limitando su poder, ¿y si la lastimamos?
-No es para siempre, Bill -respondió Ford, colocando una mano en su hombro-. Solo necesitamos tiempo para enseñarle a controlar lo que está haciendo. Si no lo hacemos, podría salir lastimada... o peor.
Los días pasaron, y aunque los brazaletes ayudaban, no eran suficientes para contener el crecimiento de los poderes de Dorito. Cada vez que se emocionaba, ya fuera por un juego con Mabel o por el cariño de Dipper, la magia se escapaba, haciendo levitar los objetos cercanos o abriendo pequeños portales a lugares desconocidos.
Un día, mientras jugaba con Mabel, Dorito soltó una carcajada tan fuerte que, sin querer, abrió un pequeño portal. A través de él se podían ver destellos de una dimensión completamente diferente. Mabel se quedó boquiabierta.
-¡Eso es increíble! -exclamó Mabel-. ¡Dorito, eres la bebé más genial del mundo!
Pero Ford y Bill no lo vieron de la misma manera. El portal, aunque pequeño, mostraba una dimensión peligrosa. Criaturas oscuras y aladas volaban a través de él, y una de ellas casi cruza al otro lado. Ford rápidamente cerró el portal con uno de sus dispositivos, mientras Bill miraba a su hija con preocupación.