Portada:
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Era una tarde tranquila en la cabaña del misterio, y el ambiente se sentía cálido y familiar. Mabel, Dipper, y Dorito se preparaban para pasar una tarde divertida. Mabel, con su energía contagiosa, había propuesto tener un "Día de Aventuras Primos" mientras Ford y Bill trabajaban en algo misterioso en el sótano.—¡Hoy es día de aventuras! —gritó Mabel, saltando de emoción. Dipper la siguió con una sonrisa, aunque no tan efusivo, y Dorito miraba con curiosidad.
—¿Qué aventuras haremos hoy? —preguntó Dorito, su entusiasmo creciendo.
—¡La primera misión es…! —Mabel hizo una pausa dramática— ¡buscar el tesoro perdido del viejo McGucket!
—¿McGucket tiene un tesoro? —preguntó Dorito, sus ojos brillando.
—Bueno… técnicamente no. ¡Pero podemos imaginarlo! —Mabel sonrió ampliamente.
Los tres salieron corriendo de la cabaña, adentrándose en el bosque. Mientras caminaban por los senderos, Mabel inventaba historias sobre un tesoro escondido bajo un gran árbol que, supuestamente, podía abrirse con una clave secreta. Dorito y Dipper la seguían, riendo mientras imaginaban la situación.
Bajo la dirección de Mabel, los tres se acercaron a un gran árbol que parecía tener siglos de antigüedad. Mabel, con un sentido teatral, se paró frente al árbol y dijo:
—Este es el lugar, pero el árbol solo se abrirá con la palabra mágica.
—¿Y cuál es la palabra? —preguntó Dorito con seriedad, como si el tesoro fuera real.
—Mmmm… ¡Waffles mágicos! —gritó Mabel, y todos estallaron en risas.
Dipper se acercó al árbol y, jugando, "abrió" un compartimento imaginario.
—¡Aquí está! ¡El tesoro del viejo McGucket! —exclamó, sosteniendo un puñado de hojas que, en su imaginación, eran monedas de oro.
Dorito tomó las "monedas" con una sonrisa. Sabía que no eran reales, pero disfrutar de la fantasía junto a sus primos hacía que todo pareciera más valioso.
Tras la búsqueda del tesoro, Mabel sugirió que se dirigieran al lago cercano, al que habían llamado "El Lago Oscuro", debido a las sombras que lo cubrían en ciertas partes del día. Mabel había inventado una leyenda de que el lago estaba habitado por una criatura gigante que solo se revelaba ante los más valientes.
—¿Y cómo la llamamos? —preguntó Dorito, siguiendo la corriente.
—¡La Gran Sombra del Lago! —respondió Mabel, con los brazos extendidos dramáticamente.
Dipper, siempre el más lógico, sonrió y dijo:
—¿No crees que deberíamos llamarla… no sé, algo más aterrador?