Portada:
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Era una mañana tranquila en la cabaña, pero para Dorito el día prometía ser más complicado de lo usual. Aunque le encantaba su nuevo amigo Benja y algunas cosas en el jardín le resultaban divertidas, también sentía una mezcla extraña en su pecho. Había algo que no estaba bien.Al llegar al jardín, las cosas se tornaron tensas rápidamente. Mientras jugaba en el recreo, escuchó algunos susurros a su alrededor, algunos niños murmurando sobre su forma triangular y lo diferente que era. "¿Por qué es tan rara?", murmuró uno, y otro se rió. Dorito sintió una punzada de tristeza, y su magia empezó a revolverse en su interior. Sentía sus emociones amplificadas por la magia que no sabía cómo controlar del todo.
Sin quererlo, una pequeña chispa de energía escapó de su cuerpo, y cuando se dio cuenta, había proyectado una barrera invisible a su alrededor. Los niños que estaban cerca retrocedieron asustados, sin entender lo que había pasado. Dorito también se sobresaltó y, en un acto reflejo, deshizo la barrera, temiendo que alguien pudiera descubrir su poder. La maestra no se percató de lo ocurrido, pero los niños la miraron con más rareza que antes.
Esa misma tarde, mientras jugaba en el salón con Benja, comenzó a sentir una vibración extraña. Cada vez que sus emociones se desbordaban, sentía que algo dentro de ella respondía. Se dio cuenta de que podía sentir las emociones de las personas a su alrededor, y sin darse cuenta, podía influir en cómo se sentían. Vio que cuando estaba tranquila, Benja también lo estaba, y cuando se sentía ansiosa, él comenzaba a agitarse. Esto la asustó un poco, pues no sabía si era una bendición o una carga.
Al salir del jardín, Ford estaba esperándola, con una sonrisa cálida y una sorpresa especial. “Hoy, vamos a una pequeña expedición, solo tú y yo”, le dijo. Ford la llevó a un bosque cercano, donde había una cueva que él había estado estudiando. Durante la caminata, Ford le explicó cómo siempre había sido curioso sobre el mundo y cómo eso lo ayudaba a aprender. Dorito se sintió cómoda, como si pudiera ser ella misma sin miedo a ser juzgada.
Dentro de la cueva, Ford le enseñó algunas de las antiguas escrituras que había encontrado. "Aquí hay sabiduría, Dorito", le dijo, "pero lo más importante es que tú también debes encontrar tu propio equilibrio, no solo con tu magia, sino con tus emociones". Fue una lección que quedó profundamente grabada en la mente de Dorito.
De vuelta en la cabaña, mientras jugaba con Mabel y Dipper, Dorito pensaba en lo que había ocurrido en el jardín. Sabía que tarde o temprano su magia podía causar problemas si no la controlaba. Esa noche, mientras hablaba con Bill, decidió contarle todo lo que había pasado. Le habló de cómo los niños la miraban diferente, de la barrera que había creado y del nuevo poder que había descubierto.
Bill la escuchó con atención y le dijo: “No siempre será fácil, Dorito. Pero lo que te hace diferente es lo que te hace especial. Solo debes aprender a controlar tus poderes, no dejar que tus emociones te controlen a ti”.
Esa noche, Dorito se fue a dormir pensando en las palabras de su padre. Sabía que tenía un largo camino por delante, pero también sabía que con su familia a su lado, podría aprender a manejar sus poderes y sus emociones.
Después de aquella conversación con Bill, Dorito no pudo evitar sentirse más aliviada, pero también consciente de la responsabilidad que tenía sobre sus hombros. Al día siguiente, cuando se preparaba para ir al jardín, Ford la observaba en silencio mientras le preparaba el desayuno. Sabía que su hija tenía un poder inmenso y que, aunque apenas estaba comenzando a descubrirlo, ya podía sentir el peso de su magia.
“Hoy es un nuevo día”, le dijo Ford mientras le daba un pequeño amuleto, uno que había guardado durante años en sus investigaciones. "Este amuleto no tiene magia, pero me ayudó a encontrar claridad cuando la necesitaba. Tal vez te sirva de recordatorio para mantener la calma cuando lo necesites". Dorito lo tomó con gratitud y se lo colgó al cuello, sintiendo una calidez familiar.
Cuando llegó al jardín, las cosas parecían normales. Benja estaba allí esperándola y ambos comenzaron a hablar animadamente sobre las cosas que les gustaban hacer después de clase. Sin embargo, a medida que pasaban las horas, Dorito sintió una especie de tensión en el aire. Era como si las palabras de los demás niños se hicieran más pesadas, como si pudieran cortar el ambiente con cuchillos.
En un momento dado, uno de los niños, el que más la había mirado con rareza el día anterior, hizo un comentario en voz alta: "¿Por qué Dorito siempre está tan callada? Es raro...". Dorito sintió una ola de calor en su pecho. Intentó respirar profundamente, recordando las palabras de Bill y Ford, pero las emociones comenzaban a superarla. De repente, sin darse cuenta, hizo que un pequeño juguete que estaba en el rincón del aula levitara por unos segundos, antes de caer al suelo con un golpe sordo.
Los niños se quedaron callados, mirando el juguete. Nadie sabía lo que había ocurrido, pero Dorito lo supo al instante. Bajó la mirada, aterrada de haber mostrado algo que no debía. Benja, que estaba a su lado, le dio un ligero codazo y le susurró: "¿Estás bien?". Dorito asintió rápidamente, intentando no llamar más la atención.
Al salir al recreo, la presión seguía pesando sobre sus hombros. Sabía que debía encontrar una manera de canalizar sus emociones, pero también sabía que no podía seguir escondiéndose para siempre. Fue entonces cuando recordó el amuleto que Ford le había dado esa mañana. Lo sostuvo entre sus dedos, sintiendo el frío metal en su piel, y comenzó a respirar profundamente. Poco a poco, la tensión en su pecho se disipó y, por primera vez en todo el día, sintió que tenía el control.
De vuelta en casa, esa noche, Dorito decidió que no podía seguir evitando sus poderes. Se acercó a Ford, Bill, Mabel y Dipper mientras cenaban y, con una mezcla de valentía y nerviosismo, les contó lo que había sucedido en el jardín. Les habló de los comentarios de los niños, de cómo había hecho levitar el juguete sin querer, y de cómo se sentía diferente.
Ford la escuchó con atención, mientras Bill cruzaba los brazos, pensativo. Mabel fue la primera en hablar: "Dorito, ser diferente no es malo. Yo también fui diferente cuando era pequeña, pero encontré mi propia forma de brillar. No tienes que cambiar por nadie".
Bill añadió: "Lo importante es que aprendas a controlar tu poder. Si te domina, los demás lo notarán. Pero si tú lo controlas, será una herramienta que te hará más fuerte".
Ford asintió con la cabeza y dijo: "No es fácil, Dorito, pero confío en que podrás manejarlo. Con práctica y paciencia, todo mejorará".
Dorito se sintió mejor al escuchar las palabras de su familia. Sabía que el camino por delante sería largo, pero también sabía que no estaba sola. En ese momento, entendió que su magia no era una maldición, sino una parte de sí misma que debía aprender a aceptar y manejar.