Capítulo 10

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Utahime estaba sentada frente a su escritorio, con el lienzo del Big Ben ante ella, pero sus pensamientos estaban en otra parte. El sol de la tarde inundaba la habitación con una luz dorada que jugaba con los colores de su pintura, pero en su mente, el rostro de Satoru aparecía una y otra vez. Cada pincelada parecía llevarla de vuelta a esos momentos compartidos, a sus miradas, a esos pequeños gestos que hacían que su corazón se acelerara.

A pesar de que se había dicho a sí misma que no debía leer más de lo necesario en la amabilidad de Satoru, cada día le resultaba más difícil. ¿Por qué estaba siendo tan atento últimamente? Abrirle la puerta, ofrecerle su abrigo... Todo parecía tan casual, pero al mismo tiempo, diferente. Cada vez que lo pensaba, su pecho se llenaba de una mezcla incómoda de esperanza y temor. ¿Y si solo estaba siendo amable? ¿Y si realmente había algo más?

Mientras se perdía en esos pensamientos, no notó la presencia de su hermano Alexander, quien la observaba desde el umbral de la puerta. Él la conocía demasiado bien para no notar la inquietud en su expresión.

—No sabía que habías vuelto a pintar —dijo con suavidad, interrumpiendo el silencio.

Utahime dio un pequeño respingo, volviendo a la realidad, y levantó la vista hacia él con una sonrisa vacilante. —Ah, sí... —murmuró, dejando el pincel a un lado. —Solo estoy aprovechando un poco de tiempo libre.

Alexander entró en la habitación, deteniéndose frente al lienzo, y lo observó con detenimiento. El Big Ben se alzaba majestuoso, detallado con precisión. Pero más allá de la técnica, él podía sentir que había algo más detrás de esa pintura.

—¿Es para alguien en especial? —preguntó, con una leve sonrisa que sugería que ya conocía la respuesta.

Utahime bajó la mirada, insegura de cuánto compartir. Pero algo en su interior, quizá el peso de la duda que la había estado consumiendo, la impulsó a ser honesta.

—Es para Satoru —admitió en voz baja.

Alexander arqueó una ceja, sorprendido, pero no completamente. Sabía que era a quien le daba asesorías en la universidad ademas de salir con el y sus demás amigos en las ultimas semanas. Satoru había estado rondando en la vida de su hermana últimamente, pero no esperaba que Utahime le estuviera preparando algo tan personal.

—¿Satoru? —repitió con una sonrisa inquisitiva. —Entonces, ¿por eso volviste a pintar?

—No... bueno, sí, pero no de la manera en que piensas —Utahime suspiró y se encogió de hombros. —Quiero dárselo como un recuerdo antes de que se vaya, solo eso...algo para que recuerde su tiempo aquí.

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