Capítulo 5

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El punto de encuentro era el jardín delantero de la facultad de artes. Satoru había pasado el tiempo con Yaga hasta que se llegó la hora, pero fue fácil librarse de él; después de todo, no tenía intención de salir del campus. Dudaba que algo pudiera amenazar su integridad en la universidad... o que él mismo lo hiciera. Aun así, sabía que Yaga lo estaría vigilando desde una distancia prudente, como siempre seguía las estrictas indicaciones de sus padres.

Eran exactamente las tres de la tarde, y, como era de esperar, Satoru fue el primero en llegar. Supuso que Utahime y sus amigos estaban terminando alguna actividad de último momento.

«Cosas de universitarios» Pensó con una sonrisa.

Mientras tanto, observaba a los estudiantes que comenzaban a acercarse en grupos al inicio de la exposición, con voces llenas de emoción y anticipación.

Satoru miró a su alrededor, tratando de distinguir a Utahime y a sus amigos entre la multitud que empezaba a aglomerarse en el jardín. A medida que los segundos pasaban, una mezcla de impaciencia y curiosidad se apoderaba de él. Por un momento, se preguntó si habría sido mejor opción haber llegado un poco más tarde en lugar de quedarse esperando solo. Justo cuando ese pensamiento cruzaba por su mente, notó una figura familiar a lo lejos. Era Utahime, acompañada de sus amigos, acercándose al jardín mientras reían por algo que acababan de comentar.

—¡Lamentamos la tardanza! —exclamó Utahime con una sonrisa divertida. —Pero alguien tuvo que hacer una parada súper importante en la máquina expendedora —dijo, señalando a Shoko, quien sostenía una bolsa de papas fritas en una mano.

Shoko hizo una mueca exagerada de indignación, mientras Kento soltaba una risa.

—¡No te burles, Utahime! No es mi culpa que estas sean las mejores papas fritas del campus —respondió Shoko, frunciendo el ceño en fingida molestia, aunque no pudo evitar reír también.

—Sí, claro, porque definitivamente era una emergencia —bromeó Kento, aún riendo.

Satoru sonrió al presenciar la interacción, sintiéndose más a gusto al observar la dinámica del grupo. Aunque ya había conversado con ellos durante el descanso, le resultaba reconfortante ver cómo intentaban integrarlo en su dinámica.

—Bueno, me alegra que la misión a la máquina expendedora haya sido un éxito —comentó Satoru con un tono ligero.—¿Listos para la exposición?

Utahime asintió, con una sonrisa todavía en sus labios.

—Por supuesto. Veamos qué han preparado los estudiantes de arte este año —dijo, dirigiendo al grupo hacia la entrada de la exposición.

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