La preocupación de Peeta al creer que Katniss estaba en peligro me hizo darme cuenta que estoy protegiendo a alguien que ama a otra, pero ¿cómo? ¿cómo sabe actuar tan bien y hacer creer que puede sentir algo?
- ¿Como suena eso Snow? ¿Que tal que ... que tal si quemamos tu patio? Sabes que no puedes meternos todos aquí. - grita Johanna, interrumpiendo mis pensamientos y dejando el silencio que estaba antes de que mi subconsciente la escuchara. - ¿Qué? No pueden lastimarme. No queda nadie que ame.
Johanna se dirigió hacia la playa, igual que el resto de nosotros. Nos sentamos en la arena húmeda, de espaldas, y apoyo mi hombro y mi cadera derechos en los suyos. Vigilo el agua mientras él vigila la jungla, lo que me viene estupendamente; todavía me persigue la imagen de Peeta, causada por las voces de los charlajos y, por desgracia, los ruidos de los insectos no consiguen ahogarlas. Al cabo de un rato apoya su cabeza en mi hombro.
- ____ - me dice en voz baja -, no tiene sentido seguir fingiendo que no sabemos lo que pretende el otro.
No, supongo que no lo tiene, pero tampoco resulta divertido hablarlo, al menos para nosotros. Los telespectadores del Capitolio estarán pegados a sus pantallas para no perderse ni una triste palabra.
- No sé qué trato habrás hecho con Haymitch - añade -, pero deberías saber que también a mí me hizo algunas promesas.
Claro, eso también lo sabía: le dijo a Peeta que me mantendrían con vida, para que él no sospechara.
- Así que podemos afirmar que mentía a uno de los dos - concluye.
Eso logra captar mi atención: un trato doble, una promesa doble, y sólo Haymitch sabe cuál es la real. Levanto la cabeza y miro a Peeta a los ojos.
- No quiero que olvides lo distintas que son nuestras circunstancias. Si mueres y yo vivo, no quedará nada para mí en el Distrito 12. Tú lo eres todo para mí - le digo -. Nunca volvería a ser feliz. - Él me pone un dedo en los labios -. Para ti es diferente. No digo que no sea duro, pero hay otras personas que harán que tu vida merezca la pena.
Se saca la cadena con el disco dorado que lleva colgada del cuello y la sostiene bajo la luz de la luna, para que vea con claridad el sinsajo. Después pasa el pulgar por un cierre que no había notado antes y el disco se abre. No es sólido, como yo pensaba, sino un medallón, y dentro hay fotos. A la derecha están las Everdeen, Prim riéndose, y, a la izquierda, Gale. Y sonríe de verdad.
No hay nada en el mundo que pueda vencerme tan deprisa en estos momentos que esas caras.... es el arma perfecta.
- Te necesitan, __ - dice Peeta.
- En realidad, a mí no me necesita nadie —afirmo. Es cierto que ellas no me necesitan. Tal vez llorarán por mi, igual que unos cuantos amigos, y después seguirán adelante. Incluso Haymitch, con la ayuda de un buen montón de licor blanco, seguirá adelante.
- Yo - responde -, yo te necesito.
En eso el enfado se hace presente, ya que la imagen de los charlajos se hace presente otra vez, intento controlarme porque siento que podría empezar un discurso largo, y eso no está bien, no está nada bien, porque empezare a hablar sobre el romance falso, y me confundirá. Así que, antes de que pueda hablar, lo silencio con un beso.
Vuelvo a sentir lo mismo, lo que sólo había sentido en una ocasión, en la cueva, el año pasado, cuando intentaba que Haymitch nos enviara comida. He besado a Peeta unas mil veces, tanto en los juegos como después, pero sólo hubo un beso que despertase un cosquilleo en mi interior, sólo un beso que me hiciera desear más. Sin embargo, la herida de la cabeza empezó a sangrar y él me obligó a tumbarme.
Esta vez no hay nada que nos interrumpa, salvo nosotros mismos. Y, después de unos cuantos intentos, Peeta se rinde y deja de hablar. La sensación de mi interior se hace más cálida, surge de mi pecho y se extiende por todo el cuerpo, por brazos y piernas hasta llegar a las puntas de los dedos. En vez de satisfacerme, los besos tienen un efecto contrario, aumentan la necesidad. Creía que era una experta en hambre, pero se trata de hambre completamente distinto.
Lo que nos devuelve a la realidad es el primer rayo de la tormenta eléctrica (el rayo que golpea el árbol a medianoche). También despierta a Finnick, que se sienta con un grito. Veo que ha metido los dedos en la arena, como si quisiera asegurarse de que la pesadilla no era real.
- No puedo seguir durmiendo - dice - . Uno de los dos debe descansar. - Entonces parece darse cuenta de nuestras expresiones, de que estamos abrazados -. O los dos. Puedo vigilar solo.
Pero Peeta no le deja.
- Es demasiado peligroso - afirma -. No estoy cansado. Acuéstate tú, ___.
No pongo peros porque necesito dormir si quiero lograr mantenerlo con vida. Dejo que me guíe hasta donde están los demás; me cuelga la cadena con el medallón y pone la mano en el punto donde debería estar nuestro bebé.
- Vas a ser una gran madre, ¿sabes? - me dice. Después me da un último beso y vuelve con Finnick.
Su referencia al bebé me indica que se ha acabado el recreo, que estamos de nuevo en los juegos. Que sabe que la audiencia se estará preguntando por qué no ha utilizado el argumento más persuasivo de su arsenal. Hay que manipular a los patrocinadores.
Aun así, mientras me estiro sobre la arena, me pregunto: ¿podría ser algo más? ¿Un recordatorio de que algún día podré tener hijos? Bueno, si es eso, ha sido un error. Primero, porque los niños nunca han formado parte de mi plan. Y segundo, porque, si sólo uno de los dos puede ser padre, está muy claro que debería ser Peeta.
Empiezo a dormirme e intento imaginarme ese mundo, en algún momento del futuro, sin juegos, ni Capitolio. Un lugar como el prado de la canción que le canté a Rue mientras moría. Un lugar donde el hijo de Peeta esté a salvo.. ya que si el piensa que nadie saldrá herido si el muere, esta equivocado, ya que sólo una persona quedará herida sin remedio si Peeta muere seria yo.
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Hola!!
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H&F
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¿Quién eres? - En Llamas - Los Juegos del Hambre
FanfictionDespués de los septuagésimos cuartos Juegos del Hambre, ___ y Peeta tienen que convencer al Capitolio sobre su "romance", pero las cosas pueden salirse un poco de control.