XXXIV parte 2

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Me rindo. Dejo de hablar, de responder, de comer y beber. Pueden meterme lo que quieran por el brazo, pero hace falta más que eso para mantener con vida a una persona que ha perdido las ganas de vivir. Incluso se me ocurre la extraña idea de que, si muero, quizá Peeta pueda vivir. No en libertad, sino como avox o algo, de criado de los futuros tributos del Distrito 12. Después puede que encuentre la forma de escapar. De hecho, mi muerte todavía podría salvarlo.

Si no es así, da igual, me basta con morir por despecho, por castigar a Haymitch; precisamente él entre todas las personas de este mundo podrido ha sido el que nos ha convertido a Peeta y a mí en piezas de los juegos. Confiaba en él. Puse en sus manos todo lo que me importaba, y él me ha traicionado.

«¿Ves? Por eso nadie te deja organizar los planes», me dijo.

Es cierto, nadie en su sano juicio me dejaría organizar los planes, porque está claro que no sé distinguir a los amigos de los enemigos.

Mucha gente se acerca a hablar conmigo, aunque consigo que sus palabras se conviertan en el chasquido de los insectos de la jungla, en algo sin sentido y lejano; peligroso, pero sólo si te acercas. Siempre que las palabras empiezan a cobrar algo de sentido, gimo hasta que me dan más analgésicos, y eso pone las cosas de nuevo en su sitio.

Hasta que, una vez, abro los ojos y encuentro a alguien de quien no puedo huir; alguien que no suplicará, ni explicará, ni pensará que puede hacerme cambiar de idea con ruegos, porque él es el único que sabe cómo funciono.

- Gale - susurro.

- Hola, ___ - dice, apartándome un mechón de pelo de los ojos. Se ha quemado un lado de la cara hace muy poco. Lleva el brazo en cabestrillo y veo vendas bajo la camisa de minero.

¿Qué le ha pasado? ¿Cómo ha llegado aquí? Algo terrible ha sucedido en casa.

No es tanto cuestión de olvidar a Peeta como de recordar a los otros. Sólo me hace falta mirar a Gale para que todos vuelvan a mi presente y exijan que les haga caso.

- ¿Prim? - pregunto, con voz ahogada.
- Está viva, las tres estan bien. Las saqué a tiempo.

 - ¿No están en el Distrito 12?

- Después de los juegos enviaron aviones y soltaron bombas incendiarias —responde, vacilando -. Bueno, ya sabes lo que pasó con el Quemador.

Lo sé, lo vi arder. Aquel viejo almacén lleno de polvo de carbón incrustado; todo el distrito está cubierto de polvo de carbón. Un horror diferente empieza a crecerme dentro al imaginar las bombas incendiarias sobre la Veta.

- ¿No están en el Distrito 12? - repito, como si decirlo me protegiera de la verdad.

- ____- dice Gale, en voz baja.

Reconozco esa voz, es la misma que utiliza para acercarse a los animales heridos antes de darles el golpe de gracia. Levanto la mano instintivamente para no oír sus palabras, pero él la intercepta y la sujeta con fuerza.

- No - susurro.

Pero Gale no es de los que me ocultan las cosas.

- ____, el Distrito 12 ya no existe.

FIN

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Hola!!

Al fin terminamos la segunda parte y espero les haya gustado, si es así saben que nos encantaría que nos apoyen dándole

Igual pedimos disculpas por el tiempo que nos llevo terminarlo, la universidad, tareas, y también que llegue a tener un bloqueo el cual no me dejaba escribir cosas buenas, tambien por eso me pondré a editar los capítulos que están muy raros.

Cualquier duda u opinión es bienvenida en los comments ♥︎

H&F

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