El tren está metiéndose en la estación del Distrito 11, Cinna le da los últimos toques a mi traje, prendiéndole al vestido el broche de sinsajo que llevé en la arena. En el andén no hay comité de bienvenida, sino una patrulla de ocho agentes de la paz que nos dirigen a la parte de atrás de un camión armado. Effie bufa un poco al cerrarse las puertas.
—Ni que fuéramos todos delincuentes —dice.
«Todos no, Effie, sólo yo», pienso.
Effie como siempre nos estaba diciendo el itinerario:
- El alcalde dará un discurso de presentación. Y luego ustedes dirán unas palabras. Se acostumbra hacer un elogio a los Tributos caídos del distrito. Del 11, soy Thresh y Rue. Estos son los discursos - dijo extendiéndonos unas notas, las cuales tomo Peeta.
- Yo hablare, si quieres.
- Gracias - dije aliviada, no me sentía lista para hablar y mucho menos dar la cara a los padres de Thresh y Rue.
El camión nos deja en la parte de atrás del Edificio de Justicia y nos meten dentro a toda prisa. Huelo que están preparando una comida excelente, pero eso no tapa la peste a moho y podredumbre. No nos dan tiempo para echar un vistazo; mientras nos ponemos en fila para ir a la entrada principal, oigo que empieza a sonar el himno en la plaza. Peeta me da la mano derecha. El alcalde nos presenta y las enormes puertas se abren con un gruñido.
—¡Sonrían! —ordena Effie, dándonos un codazo. Nuestros pies empiezan a llevarnos hacia delante.
«Ya está, aquí es donde tengo que convencer a todo el mundo de lo mucho que amo a Peeta», pienso. La solemne ceremonia está bastante organizada, así que no sé bien cómo hacerlo. No es momento para besos, aunque quizá pueda meter alguno.
Se oyen grandes aplausos, pero no las respuestas que obteníamos en el Capitolio, nada de vítores, aullidos y silbidos. Cruzamos la veranda hasta que se acaba el techo y nos quedamos en lo alto de unos grandes escalones de mármol, bajo el sol ardiente. Cuando se adaptan mis ojos, veo que los edificios de la plaza están cubiertos de banderas que ayudan a cubrir su mal estado. Está lleno de gente, aunque, de nuevo, sólo es una pequeña parte de los que viven aquí.
Como siempre, han construido una plataforma especial en el fondo del escenario para las familias de los tributos muertos. Del lado de Thresh sólo hay una anciana encorvada y una chica alta y musculosa, supongo que su hermana. Del de Rue..., no estoy preparada para la familia de Rue: sus padres, con el dolor todavía vivo en la cara; sus cinco hermanos pequeños, que se parecen tanto a ella, con sus figuras ligeras y luminosos ojos castaños.
Por fin acaban los aplausos y el alcalde da el discurso en nuestro honor. Dos niñitas nos ofrecen grandes ramos de flores.
- Gracias. - dice pegándose al micrófono - Es un honor estar hoy con ustedes. Y con las familias de sus Tributos caídos.
Peeta habla con su estilo sencillo y adorable sobre cómo Thresh y Rue quedaron entre los ocho finalistas, sobre cómo los dos ayudaron a mantenerme con vida y sobre cómo se trata de una deuda que nunca podremos pagarles. Entonces vacila y añade algo que no estaba en la tarjeta.
—Aunque no servirá para compensar nuestras perdidas, como muestra de agradecimiento, me gustaría darle a cada una de las familias de los tributos del Distrito 11 un mes de nuestras ganancias cada año durante el resto de nuestras vidas.
La multitud no puede evitar responder con gritos ahogados y murmullos. Lo que ha hecho Peeta no tiene precedentes, ni siquiera sé si es legal. Seguramente él tampoco lo sabe y por eso no ha preguntado, por si acaso. En cuanto a las familias, nos miran boquiabiertas. Sus vidas cambiaron para siempre cuando perdieron a Thresh y Rue, pero aquel regalo las volvería a cambiar. Un mes de ganancias de tributos serviría para alimentar a una familia entera durante un año. Mientras nosotros vivamos, ellos no pasarán hambre.
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¿Quién eres? - En Llamas - Los Juegos del Hambre
FanfictionDespués de los septuagésimos cuartos Juegos del Hambre, ___ y Peeta tienen que convencer al Capitolio sobre su "romance", pero las cosas pueden salirse un poco de control.