XXXI

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Cuando me despierto, noto una breve y deliciosa sensación de felicidad que, por algún motivo, tiene que ver con Peeta. La felicidad, obviamente, es algo del todo absurdo en estos momentos, ya que, al ritmo que van las cosas, estaré muerta dentro de un día. Y eso sería en el mejor de los casos, si logro eliminar al resto del campo, incluida yo, y hacer que coronen a Peeta vencedor del Vasallaje de los Veinticinco. En cualquier caso, la sensación es tan inesperada y dulce que me aferró a ella, aunque sea por unos instantes. 

-  Si fueran Brutus y Enobaria, y supieran lo que sabemos sobre la jungla, ¿dónde estarían más seguros? - pregunta Beetee. No lo hace con aire paternalista, aunque no puedo evitar pensar en un profesor que está a punto de enseñar una lección a sus alumnos.

- Donde estamos ahora, en la playa - responde Peeta -. Es el lugar más seguro.

- Entonces, ¿por qué no están ellos en la playa? —pregunta Beetee. 

- Porque estamos nosotros - responde Johanna, impaciente.

- Exacto. Estamos aquí, reclamando la playa. Entonces, ¿adónde irían? Pienso en la jungla mortífera, en la playa ocupada.

- Me escondería al borde de la jungla para poder escapar si me atacaran. Y para poder espiarnos  - respondo.

- Y para comer - añade Finnick -. La jungla está llena de criaturas y plantas extrañas, pero, al observarnos, sabría que los mariscos son seguros.

Beetee sonríe como si fueramos más inteligentes de lo que creía.

- Sí, bien, veo que lo entendieron. Bueno, ésta es mi propuesta: un ataque a las doce en punto. ¿Qué pasa exactamente a mediodía y medianoche?

- El rayo golpea el árbol - respondo.

- Sí. Así que sugiero que después de que el rayo golpee a mediodía, pero antes de que golpee a medianoche, pasemos mi alambre desde ese árbol hasta el agua de la playa, que, por supuesto, tiene una alta conductividad. Cuando caiga el rayo, la electricidad viajará por el alambre y no sólo se introducirá en el agua, sino también en la playa que la rodea, que seguirá húmeda después de la ola de las diez. Todas las personas que estén en contacto con dichas superficies en ese momento quedarán electrocutadas.

Guardamos silencio un rato para digerir el plan de Beetee. Me parece algo fantástico, casi imposible, pero ¿por qué? He visto miles de trampas, ¿no es una trampa más grande con un componente más científico? ¿No podría funcionar? ¿Cómo vamos a cuestionarlo, si no somos más que tributos entrenados para pescar, cortar madera y sacar carbón? ¿Qué sabemos de las utilidades del poder del cielo?

Peeta lo intenta.

- ¿De verdad podrá ese alambre conducir tanta potencia, Beetee? Parece frágil, como si fuese a quemarse.

- Sí, se quemará, pero no hasta que haya pasado la corriente por él. Actuará como una especie de fusible, de hecho. Salvo que la electricidad viajará por él.

- ¿Cómo lo sabes? - pregunta Johanna; está claro que no la ha convencido.

- Porque lo inventé yo - responde Beetee, con cara de sorpresa -.  No es un alambre en sentido estricto, igual que el rayo no es un rayo natural, ni el árbol un árbol de verdad. Tú conoces los árboles mejor que nosotros, Johanna. Los rayos deberían haberlo destruido ya, ¿no?

- Sí - responde ella, desanimada.

- No se preocupen  por el alambre, hará lo que digo - nos asegura Beetee.

- ¿Y dónde estaremos nosotros cuando ocurra? - pregunta Finnick.

- En el interior de la jungla, lo bastante para estar a salvo.

- Entonces, los profesionales también estarán a salvo, a no ser que se encuentren cerca del agua - señalo.

- Cierto - responde Beetee. 

Finnick mira a Johanna y arquea las cejas; no lo hará sin ella.

- De acuerdo - responde Johanna al fin - . Es mejor que perseguirlos por la jungla, y dudo que se imaginen nuestro plan, ya que ni nosotros mismos lo entendemos bien.

Nos sumergimos en el bosque para poder llevar a cabo el plan de Beetee, la noche nos alcanzo y el himno empezó, aunque esta noche no aparece ninguna cara en el cielo. La audiencia estará inquieta, sedienta de sangre, pero, como la trampa de Beetee promete, los Vigilantes no nos han enviado más ataques. Quizá sientan curiosidad por ver si funciona.

Me pregunto si importará dónde esté colocado el cable, o si no es más que un truco para que el público especule. Diría que la mayoría de los espectadores sabe tanto de electricidad como yo.

El trabajo en el tronco se termina justo cuando oímos que empieza la ola. La verdad es que no se me había ocurrido calcular en qué momento justo de las diez se desencadenaba, porque debe de haber un momento de acumulación, después la ola en sí y después las secuelas de la inundación. Sin embargo, el cielo me dice que son las diez y media.

Entonces es cuando Beetee nos revela el resto del plan. Como nos hemos movido con rapidez entre los árboles, quiere que Johanna y yo nos llevemos la bobina a través de la jungla, desenrollando el alambre conforme avanzamos. Tenemos que extenderla por la playa de las doce y soltar la bobina metálica con lo que quede en la parte profunda del agua, asegurándonos de que se hunda. Después correremos hacia la jungla. Si nos vamos ahora, ahora mismo, deberíamos tener tiempo para ponernos a salvo.

- Quiero ir con ellas para protegerlas - dice Peeta de inmediato. Después del momento con la perla, sé que está menos dispuesto que nunca a perderme de vista.

- Eres demasiado lento - responde Beetee - . Además, te necesito aquí. ___ vigilará. No queda tiempo para discutirlo, lo siento. Si las chicas quieren salir de ésta con vida, tienen que irse ya _ afirma, entregándole la bobina a Johanna.

El plan me gusta tan poco como a Peeta, porque ¿cómo voy a protegerlo si estoy lejos? Pero Beetee está en lo cierto: con la pierna herida, Peeta es demasiado lento para bajar por la colina a tiempo. Johanna y yo somos las más rápidas y fiables sobre el suelo de la jungla. No se me ocurre ninguna alternativa y, si confío en alguien aquí aparte de en Peeta, ése es Beetee.

- No pasa nada - le digo a mi compañero -, soltaremos el carrete y volveremos corriendo.

- A la zona del rayo, no - me recuerda Beetee -. Vayan hacia el árbol del sector de la una a las dos. Si ven que les queda tiempo, avancen un sector más. Ni se les ocurra volver a la playa.

Sujeto la cara de Peeta entre las manos.

- No te preocupes, te veré a medianoche. - Le doy un beso y, antes de que pueda objetar más, lo suelto y me vuelvo hacia Johanna -. ¿Lista?

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Hola!!

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H&F

¿Quién eres? - En Llamas - Los Juegos del HambreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora