¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Aquél día Taesan decidió ir solo a la cafetería. Había pasado toda la noche dándole vueltas a lo que sus amigos le habían dicho. Woonhak tenía razón: si no hacía algo pronto, probablemente se quedaría en esa zona segura de cliente habitual para siempre. Y aunque la idea de ir solo lo ponía nervioso, sabía que era necesario dar ese salto.
Caminó hacia la cafetería con el corazón latiéndole fuerte en el pecho. Hoy es el día. Se repetía una y otra vez, tratando de convencerse de que realmente podría hacerlo. Ya no estaba Riwoo a su lado para apoyarlo ni sus otros amigos para hacerle bromas y aliviar la tensión. Esta vez, todo dependía de él.
Entró al local, y el familiar sonido de la campanita sobre la puerta lo recibió. Inhaló profundo, intentando calmarse mientras miraba hacia la barra, donde Leehan estaba trabajando, como siempre. Taesan sintió ese nerviosismo familiar, pero algo dentro de él lo empujó a seguir avanzando. No puedo echarme atrás.
Leehan lo vio entrar y, como era de esperar, le dedicó una sonrisa. Era una sonrisa amistosa, nada fuera de lo común, pero a Taesan siempre le descolocaba. Había algo en la manera en que esos ojos brillaban al sonreír que lo ponía nervioso, pero al mismo tiempo lo hacía querer acercarse más.
Tomó asiento en su lugar habitual y esperó a que Leehan viniera a tomar su pedido, repasando mentalmente lo que diría. Solo tengo que invitarlo a salir o pedir su número. No es tan difícil. Se repetía esas palabras, como si intentar convencerse fuera la clave.
— Hola, Taesan — Dijo Leehan, acercándose a la mesa con su libreta en mano. — ¿Lo de siempre?
Taesan tragó saliva. Este es el momento. No puedo fallar.
— Eh, sí, lo de siempre — Dijo rápidamente, intentando no sonar nervioso. Pero antes de que Leehan se girara para irse, Taesan se armó de valor. Ahora o nunca.
— Oye… Leehan. — Las palabras salieron casi en un susurro, pero lo suficientemente fuerte para que Leehan se detuviera y lo mirara, expectante.
— ¿Sí?
Taesan sintió cómo el corazón le martillaba en el pecho. Le tomó unos segundos, pero finalmente logró articular las palabras que tanto había ensayado.
— Me preguntaba si… tal vez, algún día, cuando no estés trabajando, podríamos… no sé, ir por un café o algo así. — Las palabras salieron atropelladas, pero claras. Lo había dicho.
Leehan parpadeó, claramente sorprendido. Una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro, pero no era de burla ni de incomodidad, sino de algo más cálido, casi halagado.
— ¿Invitarme a un café después de mi turno? — Repitió, como si quisiera asegurarse de que había escuchado bien.
Taesan asintió, nervioso, sintiendo cómo su cara se calentaba por la vergüenza, pero sin apartar la mirada.
— Sí… bueno, si no puedes, lo entiendo… — añadió rápidamente, intentando suavizar la situación por si lo rechazaba.
Pero para su sorpresa, Leehan no lo rechazó. En lugar de eso, sonrió aún más amplio y se inclinó un poco hacia él, como si quisiera hacer la conversación más cercana.
— Suena bien. — Dijo Leehan con un tono relajado, como si fuera lo más normal del mundo. — Pero esta semana tengo turnos algo pesados. ¿Qué te parece si te doy mi número y coordinamos mejor un día?
El corazón de Taesan se detuvo por un segundo. ¿Le acababa de decir que le daría su número?
— ¿Tu número? — Preguntó, como si no lo hubiera oído bien.
Leehan rió suavemente, asintiendo.
— Sí, mi número. Así podemos hablar y ver cuándo nos podemos ver para ese café.
Taesan estaba tan sorprendido que casi no sabía qué decir. Esto no podía estar pasando. Su mente iba a mil por hora, pero de alguna manera logró sacar su teléfono del bolsillo con manos temblorosas.
Leehan le dictó su número con calma, y Taesan lo anotó con tanto cuidado como si fuera el dato más valioso del mundo. Cuando terminó, se lo guardó en el bolsillo, sintiendo una mezcla de alivio y euforia.
— Listo. — Dijo Leehan, sonriendo mientras recogía la libreta. — Te escribo cuando esté más libre, ¿sí?
Taesan solo pudo asentir, aún procesando lo que acababa de pasar. Lo había logrado. No solo había hablado con Leehan, sino que también había conseguido su número.
— Bien, ahora iré por tu pedido. — Leehan se giró con la misma amabilidad de siempre, pero esta vez con una sonrisa un poco más especial.
Mientras se alejaba, Taesan apenas podía contener su sonrisa. Sabía que sus amigos no se lo creerían, pero lo más importante era que había dado el paso que tanto temía. Leehan le había dado su número y estaba dispuesto a salir con él.
El camino de vuelta a casa fue como caminar en una nube. Por primera vez, sentía que todo el esfuerzo había valido la pena.
Y no podía esperar para poder contarles a sus amigos lo que ahora había logrado.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.