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Taesan estaba inquieto desde el primer momento en que se despertó. No podía dejar de pensar en lo que había pasado el día anterior en la cafetería. Esa extraña complicidad entre el mesero y el chico que había llegado de repente seguía dando vueltas en su mente.
Mientras caminaba hacia la universidad, Riwoo lo notaba más silencioso de lo habitual. No hubo ninguna mención de la cafetería hasta bien entrada la tarde, cuando Taesan, sin rodeos, lo miró con esa mezcla de determinación y nervios que ya le era tan familiar.
— Hoy… hoy voy a hacerlo — Dijo Taesan, de repente. — Hoy voy a hablarle.
Riwoo lo miró de reojo, levantando una ceja con escepticismo.
— ¿Otra vez con eso? — Suspiró cansado, aunque sabía que su amigo estaba más serio que nunca. — Mira, Taesan, llevamos días en esto. No es que no quiera ir contigo, pero… ¿y si te das un respiro? Quizá lo necesitas más de lo que crees.
Taesan negó rápidamente, apretando los labios. No podía descansar, no hasta que al menos tuviera el valor de hablar con el mesero y descubrir, de una vez por todas, si había alguna oportunidad o si todo había sido una ilusión en su cabeza.
— No puedo, Hyung. Hoy es el día. No me puedo echar para atrás ahora — Insistió, su voz firme.
Riwoo se lo quedó mirando por un momento, luego rodó los ojos, resignado. Sabía que no había forma de convencerlo.
— Está bien, está bien. Pero si te congelas otra vez, de verdad no me hagas regresar mañana — Bromeó Riwoo, tratando de quitarle peso a la situación.
Después de clases, ambos se dirigieron a la cafetería, como siempre. Pero esta vez, Taesan sentía que algo había cambiado en el aire. Estaba más nervioso que de costumbre, pero también más decidido. Hoy sería diferente, se repetía una y otra vez.
Entraron, y como cada día, el familiar olor a café y pasteles recién horneados los envolvió. Taesan buscó al mesero de inmediato, sus ojos recorriendo la cafetería hasta encontrarlo en la barra, atendiendo a otros clientes. Su corazón dio un salto, pero respiró hondo para calmarse. Esta vez no dejaría que el miedo lo paralizara.
Se sentaron en su mesa habitual, y después de unos minutos, el mesero se acercó a tomar su pedido, con esa sonrisa amable que siempre hacía que el corazón de Taesan latiera más rápido.
— ¿Lo de siempre? — preguntó el mesero con naturalidad, sin mostrar ningún signo de recordar lo ocurrido el día anterior.
Taesan tragó saliva. Este era el momento. Podía simplemente asentir y dejar que el día pasara como todos los anteriores, o podía armarse de valor y decir algo, cualquier cosa que lo acercara un poco más a esa persona que tanto había estado observando desde la distancia.
— Eh… sí, pero… — Empezó Taesan, sintiendo cómo su voz titubeaba. Riwoo lo miraba de reojo, aguantando el aliento, sabiendo que este era el punto crítico.
El mesero lo miró, esperando pacientemente, sin parecer apurado.
— ¿Cuál es tu nombre? — Soltó Taesan de repente, sin pensarlo demasiado, antes de que las palabras se le escaparan como siempre.
El mesero lo miró sorprendido, pero su expresión cambió rápidamente a una sonrisa más relajada. Parecía que no se esperaba la pregunta, pero tampoco le molestaba.
— Me llamo Leehan. — Respondió, inclinando ligeramente la cabeza, aún sonriendo. — ¿Y tú?
— Soy Taesan. — Respondió, con el corazón a punto de estallar por la mezcla de alivio y euforia. Lo había hecho.
— Taesan… — Repitió Leehan, como si probara el nombre en su boca. — Es un buen nombre. — Dijo eso con una sonrisa cálida antes de volverse hacia Riwoo, como recordando que también estaba allí. — ¿Y tú?
Riwoo, que se había quedado observando en silencio hasta ese momento, parpadeó, sorprendido de ser parte de la conversación.
— Riwoo — Contestó, sin demasiada emoción, pero lanzándole a Taesan una mirada de aprobación.
— Bueno, Taesan, Riwoo, en un momento les traigo su pedido. — Y con eso, Leehan se giró y volvió a la barra.
Cuando estuvo fuera de su vista, Taesan dejó escapar el aliento que no sabía que estaba conteniendo. Su pecho estaba lleno de una mezcla de orgullo y alivio. No había sido una conversación profunda ni emocionante, pero había cruzado la barrera que tanto lo había paralizado.
— Lo hiciste. — Dijo Riwoo, sonriendo ampliamente, claramente impresionado. — Lo dijiste.
— Lo hice. — Susurró Taesan, casi sin creerlo. Por primera vez en semanas, sentía que había dado un paso hacia adelante.
No sabía qué pasaría después, ni qué significaría realmente ese pequeño intercambio, pero lo que sí sabía es que ahora había un camino abierto. Y por primera vez, Taesan sintió que ese lugar, esa cafetería, no solo era el escenario de su nerviosismo, sino también el de un posible nuevo comienzo que claramente no dejaría ahí, aquello tenía que avanzar.
Ya había dado el primer paso después de días de esfuerzo, no podría hecharse para atrás ahora.
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