O19

441 39 14
                                        

La campanilla de la puerta sonó justo al abrir la cafetería, llenando el lugar con el eco familiar de otro día comenzando

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La campanilla de la puerta sonó justo al abrir la cafetería, llenando el lugar con el eco familiar de otro día comenzando. Leehan, quien terminaba de colocar las tazas detrás del mostrador no necesitó mirar para saber quién era.

Desde que Taesan había comenzado a frecuentar el lugar cada mañana, había algo reconfortante en esa entrada puntual, en el sonido de sus pasos acercándose despreocupadamente al mostrador.

- ¿Primero en la fila? - Preguntó Leehan, sonriendo mientras se giraba para recibirlo.

- Siempre. No podía permitir que alguien más ocupara mi lugar. - Taesan se apoyó en el mármol del mostrador, con ese brillo travieso en los ojos que parecía iluminar cualquier rincón de la cafetería.

Leehan negó con la cabeza mientras se acercaba a la máquina de café. - Entonces, ¿lo de siempre?

- Por supuesto. Aunque creo que hoy te voy a necesitar aquí más tiempo. Mi café sabe mejor si me lo entregas en persona.

La broma era ligera, pero el tono sincero detrás de sus palabras le dio un matiz distinto. Leehan entregó la taza con una pequeña sonrisa antes de volver a sus tareas, pero no pudo evitar observar a Taesan desde el rabillo del ojo.

Como cada mañana Taesan se instaló en su mesa habitual, cerca de la ventana. El sol matutino bañaba su rostro, y mientras hojeaba un libro que había traído consigo, de vez en cuando levantaba la vista para mirar a Leehan. A veces sonreía cuando sus miradas se encontraban, y otras se quedaba en silencio, como si el simple hecho de estar allí fuera suficiente.

A lo largo de la mañana, su presencia fue como un telón de fondo constante para el trabajo de Leehan. Los dos compartían pequeños momentos: un intercambio de bromas, una conversación fugaz cuando Taesan pedía un segundo café, o incluso un breve cruce de miradas que parecía contener más de lo que cualquiera de los dos estaba listo para admitir.

Cuando llegó el mediodía, el flujo de clientes comenzó a disminuir, y Leehan se encontró con unos minutos libres para acercarse a Taesan.

- ¿Estarás aquí todo el día? - Preguntó, apoyándose en el borde de la mesa con los brazos cruzados.

- ¿Por qué? ¿Te molesta mi compañía? - Respondió Taesan con una sonrisa despreocupada, cerrando el libro que tenía frente a él.

- No he dicho eso. - Leehan miró hacia la ventana, tratando de ocultar la calidez que sentía cada vez que Taesan le dedicaba esa atención tan directa.

- Bueno, no te preocupes. Tengo que irme pronto, pero regresaré esta noche. Aún no he terminado contigo.

Leehan arqueó una ceja. - ¿Ah, no?

- No. Tengo planes para nosotros. - Taesan se levantó de su asiento recogiendo su mochila y dejando un billete en la mesa. Antes de irse, se inclinó un poco hacia Leehan y añadió en voz baja. - Confía en mí, te va a gustar.

El resto de la tarde transcurrió con normalidad, pero Leehan no pudo evitar pensar en las palabras de Taesan. ¿Qué clase de planes tendría en mente?

Cuando la noche cayó y la cafetería quedó prácticamente vacía, Leehan comenzó a limpiar las mesas y a apagar las luces. Estaba cerrando la caja registradora cuando la campanilla sonó de nuevo.

- Llegas justo a tiempo. Estoy cerrando. - Leehan giró la cabeza, aunque ya sabía quién estaba allí.

Taesan estaba de pie en la puerta, sosteniendo una bolsa en una mano y sonriendo como si fuera dueño del lugar.

- Perfecto. Así no tengo que compartirte con nadie. - Se acercó al mostrador y levantó la bolsa. - Te traje la cena, pero no quiero comer aquí.

- ¿Y dónde quieres ir? - Preguntó, dejando la caja a un lado mientras se quitaba el delantal.

- Ya lo verás. Solo confía en mí, ¿sí?

Aunque al principio dudó, Leehan terminó siguiéndolo. Afuera, la brisa nocturna era refrescante, y las luces de la ciudad creaban un ambiente acogedor mientras caminaban lado a lado. Taesan lo guió hasta un pequeño parque en una colina, donde las luces de la ciudad brillaban como un manto de estrellas bajo ellos.

- Es bonito, ¿no? - Preguntó Taesan mientras extendía una manta sobre el césped.

- Muy bonito. - Leehan se sentó junto a él, observando cómo sacaba los envases de comida de la bolsa.

La cena fue sencilla, pero la compañía y el lugar la hacían especial. Entre bocados y conversaciones ligeras, ambos compartieron risas y pequeños momentos de silencio que parecían estar cargados de significado.

Cuando terminaron, Taesan se recostó sobre la manta mirando hacia el cielo. Leehan hizo lo mismo, permitiéndose un momento de tranquilidad mientras las luces de la ciudad parpadeaban en la distancia.

- ¿Sabes? Me gusta esto. - La voz de Taesan rompió el silencio.

- ¿El qué? - Preguntó Leehan, girando la cabeza para mirarlo.

- Estar contigo. No importa dónde sea, siempre es... diferente.

Leehan no respondió de inmediato. Había algo en esas palabras que lo hacía sentir vulnerable, como si Taesan estuviera viendo partes de él que ni siquiera sabía que existían.

Y después de estar por un rato más de aquella manera, Taesan insistió en llevar a Leehan a casa.

El camino de regreso estuvo lleno de pequeñas bromas y risas, pero al llegar a la puerta, la expresión de Taesan se volvió un poco más seria.

- Mañana quiero verte. - Su voz era baja, casi un susurro.

- ¿Por qué? Siempre me ves. - Rreguntó Leehan, aunque su tono no tenía verdadera intención de rechazarlo.

- Pero está vez tengo algo planeado. Algo que creo que te gustará.

- ¿Y qué es?

Taesan sonrió, inclinándose ligeramente hacia él. - Eso es una sorpresa. Pero necesito que digas que sí.

Leehan lo miró por un momento, buscando algún rastro de burla en su expresión. Pero no encontró nada más que sinceridad.

- Está bien. - Finalmente asintió, una pequeña sonrisa jugando en sus labios.

- Perfecto. Entonces, nos vemos mañana. - Taesan dio un paso atrás, levantando una mano en señal de despedida antes de girar y desaparecer por la calle.

Leehan se quedó allí por un momento, sintiendo cómo su pecho se llenaba de una calidez que no podía explicar. Algo en la manera en que Taesan lo hacía sentir, tan visto, tan cuidado, comenzaba a desmoronar las barreras que había construido.

Y lo sabía, ya no había más dudas, estaba dispuesto a dejar que sucediera.

Y lo sabía, ya no había más dudas, estaba dispuesto a dejar que sucediera

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
coffee | gongfourzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora