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El sol estaba apenas acariciando el horizonte cuando Taesan llegó a la cafetería. Era mucho más temprano de lo habitual, pero no le importaba. Había esperado este día con ansias, y no estaba dispuesto a dejar que algo tan mundano como el tiempo se interpusiera en sus planes.

Dentro, Hanbin lo saludó con una sonrisa cómplice mientras ajustaba el delantal.

- ¿Vienes por Leehan? - Preguntó con un tono que casi parecía una broma, pero no lo era del todo.

Taesan sonrió de lado, rascándose la nuca. - Algo así. ¿Está listo?

Hanbin asintió mientras echaba un vistazo hacia la trastienda. - Está terminando de cambiarse. Y antes de que preguntes, sí, ya sé todo lo que planeas. Me lo contó hoy en cuánto llegó.

- ¿Qué te dijo? - Preguntó Taesan, entre curioso y nervioso.

- Que tú eras un caso perdido y que seguramente harías algo exagerado. - Hanbin rio, dándole un pequeño empujón en el brazo. - Pero también dijo que tenía muchas ganas de lo que sea que tengas planeado.

En ese momento, Leehan salió de la trastienda, luciendo un abrigo ligero que apenas ocultaba su nerviosismo. Cuando sus ojos se encontraron con los de Taesan, hubo un momento de calma, como si el resto del mundo desapareciera.

- ¿Listo para irnos? - Preguntó Taesan, dando un paso adelante y extendiendo la mano hacia él.

Leehan la tomó sin dudar, aunque sus dedos estaban un poco fríos. - No tengo otra opción, ¿verdad?

- No si quieres pasar el mejor día de tu vida. - Taesan le dedicó esa sonrisa traviesa que siempre lograba desarmarlo.

Antes de salir, Hanbin les lanzó un último comentario: - ¡Suerte! Y Taesan, no la arruines, ¿sí?

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El viaje hacia la costa fue tranquilo, salpicado de pequeñas bromas y comentarios despreocupados. Pero a medida que se acercaban, el ambiente comenzó a cambiar. El cielo, que había estado despejado toda la mañana, comenzaba a teñirse de tonos cálidos, una mezcla perfecta de naranjas y rosas que anunciaban la llegada del atardecer.

Taesan aparcó el auto en un lugar apartado, y ambos caminaron hacia la playa. El sonido de las olas llenaba el aire, y la brisa salada revolvía ligeramente el cabello de Leehan, dándole un aspecto despreocupado que Taesan encontró hipnotizante.

- ¿Cómo supiste que este es uno de mis lugares favoritos? - Preguntó Leehan mientras se sentaban sobre una manta que Taesan había preparado.

Taesan lo miró, y por un momento, sus ojos brillaron con una intensidad que hizo que Leehan desviara la mirada, ligeramente abrumado.

- Escucho más de lo que crees, Leehan. Siempre te escucho.

El silencio que siguió fue cómodo, cargado de una tensión que ninguno de los dos estaba dispuesto a romper aún. Mientras el sol descendía lentamente hacia el horizonte, Taesan sacó una pequeña caja de la cesta de picnic.

- No traje anillos ni nada - Comenzó, con una sonrisa tímida -, pero traje algo mejor: palabras.

Leehan lo miró, curioso. - ¿Palabras?

- Sí, palabras. Porque he estado practicando esto en mi cabeza durante semanas, y aún así siento que nada será suficiente.

Taesan se acercó un poco más, lo suficiente como para que sus rodillas se tocaran.

- Leehan, desde que te conocí, todo cambió. Cambió la forma en que veo el mundo, la forma en que me veo a mí mismo. Eres como el mar que está frente a nosotros: vasto, profundo, a veces tranquilo, a veces impredecible. Pero siempre hermoso.

Leehan parpadeó, sorprendido por la sinceridad en las palabras de Taesan.

- No soy el tipo de persona que sabe expresar lo que siente, pero contigo es diferente. Porque contigo quiero ser todo lo que pueda, todo lo que mereces. Y aunque me da miedo que esto sea demasiado, no puedo seguir callándolo. Te amo, Leehan. Te amo con cada parte de mí, y quiero que este día sea el primero de muchos a tu lado.

El sol ya estaba tocando el horizonte, tiñendo el mundo de dorado. Leehan sintió cómo sus ojos se llenaban de lágrimas, pero no apartó la mirada de Taesan.

- Eres un idiota - Susurró, aunque había una sonrisa en sus labios.

Taesan frunció el ceño, confundido. - ¿Qué?

Leehan se inclinó hacia él, tomando su rostro entre sus manos. - Eres un idiota, porque no necesitabas hacer todo esto para que supiera cuánto me amas. Siempre lo he sabido. Lo veo en la forma en que me miras, en cómo siempre encuentras maneras de hacerme sonreír.

Se detuvo un momento, dejando que sus dedos trazaran suavemente la línea de la mandíbula de Taesan.

- Y también te amo. No sé cómo pasó, pero aquí estoy, completamente perdido por ti.

Taesan soltó una risa temblorosa, llena de alivio y felicidad, antes de inclinarse hacia Leehan y besarlo. El primer contacto fue suave, casi titubeante, pero pronto se volvió más profundo, más sincero, como si ambos estuvieran sellando una promesa que no necesitaba palabras.

Cuando se separaron, el sol había desaparecido por completo, dejando un cielo lleno de estrellas.

- ¿Eso significa que soy oficialmente tu favorito? - Preguntó Taesan, con una sonrisa juguetona.

Leehan rio, dándole un ligero golpe en el hombro. - Siempre lo has sido, tonto.

Taesan lo abrazó, apoyando su barbilla en el hombro de Leehan mientras susurraba: - Te amo.

- Yo también te amo - Respondió Leehan, cerrando los ojos y permitiéndose disfrutar del momento.

Bajo el cielo estrellado, con el sonido de las olas como banda sonora, ambos supieron que ese era solo el comienzo de algo mucho más grande que ellos mismos.

Bajo el cielo estrellado, con el sonido de las olas como banda sonora, ambos supieron que ese era solo el comienzo de algo mucho más grande que ellos mismos

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