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Taesan había llegado a su vida como una brisa fresca, sin previo aviso, pero con una naturalidad que le había sorprendido. Al principio, eran solo intercambios casuales, los típicos entre un mesero y un simple cliente normal, tan común cómo siempre pero con el paso del tiempo, había comenzado a notar algo diferente en la forma en que Taesan lo miraba, en la manera en que buscaba su atención y en la manera en la que constantemente visitaba la cafetería.

Taesan se había vuelto una presencia constante. Desde aquellas visitas seguidas hasta esos primeros mensajes llenos de preguntas sencillas sobre su día, hasta las conversaciones más profundas que terminaban robándole una sonrisa.

Había algo en él que hacía que Leehan se sintiera... visto. Era una sensación extraña, como si por primera vez alguien no solo escuchara lo que tenía que decir, sino que realmente lo valorara.

Pero al mismo tiempo, Leehan podía darse cuenta de algo más.

Aunque disfrutaba de la compañía de Taesan, y había momentos en los que su corazón latía más rápido al ver su nombre en la pantalla o cuando lo veía entrar por la puerta del local, no podía ignorar la sombra de la duda que empezaba a crecer dentro de él. ¿Qué era exactamente lo que sentía? ¿Era simplemente la emoción de tener a alguien interesado en él o algo más profundo? Y lo más importante, ¿Cómo podría manejar las expectativas de Taesan sin lastimarlo?

Había podido notar algunas miles de veces cómo Taesan se sonrojaba en algunos de sus intercambios, cómo sus ojos brillaban cada vez que sus miradas se cruzaban. Taesan no era alguien fácil de ignorar, y aunque Leehan disfrutaba de esos momentos, no podía dejar de sentirse un poco incómodo ante lo que parecía inevitable. Sabía que, para Taesan, aquello significaba más, pero para él, el escenario no era tan claro. Aún.

Aquella tarde, cuando Taesan había mencionado lo mucho que le gustaba ir a la cafetería solo para verlo, Leehan había sentido un pequeño nudo en el estómago. No había podido evitar una sonrisa al escucharle, pero esa sensación persistía: la presión suave de lo que se avecinaba, de las palabras que no se decían pero que flotaban entre ellos, esperando ser enfrentadas. ¿Y si Taesan estaba malinterpretando sus gestos? ¿Y si él no era capaz de corresponder esos sentimientos de la manera en que Taesan esperaba?

Suspiró mientras se apoyaba en el mostrador por un momento, observando a Taesan desde lejos, quien esperaba con su café en mano, sonriente, ajeno a los dilemas internos de Leehan. "Es tan fácil para él", pensó. Tan natural, tan despreocupado, mientras Leehan se sentía atrapado entre el deseo de continuar con esa agradable amistad y el miedo de hacerle daño.

"¿Qué debería hacer?" Se preguntó, su mirada vagando hacia el reloj en la pared. No podía negar que le gustaba Taesan, que había algo en su energía que iluminaba su rutina diaria. Pero, ¿era eso suficiente para llevar las cosas más allá? ¿O terminaría, eventualmente, haciéndolo más difícil de lo que ya comenzaba a parecer?

Mientras recogía los platos vacíos de una mesa cercana, Leehan sabía que pronto tendría que enfrentar estas preguntas. No podía dejar que Taesan siguiera interpretando gestos que para él, tal vez, solo eran parte de una conexión amistosa. Y sin embargo, cada vez que Taesan lo miraba con esos ojos llenos de esperanza, Leehan sentía que el peso de su indecisión se hacía más grande.

 Y sin embargo, cada vez que Taesan lo miraba con esos ojos llenos de esperanza, Leehan sentía que el peso de su indecisión se hacía más grande

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