Al día siguiente, en la universidad, Taesan estaba distraído. No podía concentrarse en las clases, las palabras del profesor pasaban de largo mientras él repasaba una y otra vez lo que había ocurrido el día anterior. Mañana sería diferente. Se había prometido, pero ahora que el "mañana" había llegado, la ansiedad lo invadía de nuevo.
Durante el almuerzo, se encontró en su habitual rincón del campus con Riwoo, quien, a pesar de ser su amigo más cercano, lo observaba con una mezcla de cansancio y resignación.
- No me digas que otra vez vamos a la cafetería - Comentó Riwoo, lanzando un bocado de su comida y apoyando la espalda en el banco. - ¿Cuántos días más piensas seguir con esta locura? No, días no, llevas semanas Taesan ¿Cuántas más?
Taesan bajó la mirada, jugueteando nerviosamente con su tenedor. Sabía que Riwoo tenía razón, que cada día que pasaba sin hacer nada solo lo hundía más en esa espiral de frustración. Pero al mismo tiempo, el pensamiento de no ir, de no verlo, lo inquietaba.
- Solo un día más, Hyung... - Taesan casi suplicó, su voz llena de una mezcla de determinación y duda. - Hoy, voy a decirle algo. Lo juro.
Riwoo lo miró con escepticismo. Era la misma promesa que había escuchado muchas veces en los últimos días. Sabía que Taesan estaba atrapado entre su miedo y su deseo, pero también sabía que, de alguna forma, no podía dejar a su amigo ir solo.
- No sé si creerte - Suspiró Riwoo, llevándose una mano a la cara. - Pero está bien, iré contigo. Otra vez. Solo porque no quiero que te sientes ahí, solo, mirando como un cachorro perdido.
Taesan sonrió visiblemente aliviado. A pesar de todo, contar con Riwoo hacía que todo fuera más fácil. Sabía que su amigo lo fastidiaba, pero también que lo apoyaba, aunque no lo dijera directamente.
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Horas más tarde, después de las clases, ambos se dirigieron a la cafetería. El trayecto fue silencioso, como si Riwoo quisiera darle un espacio para ordenar sus pensamientos. Taesan, por su parte, sentía cómo su corazón latía más fuerte a medida que se acercaban al lugar. Esta vez será diferente, se repetía, como un mantra.
Al entrar en la cafetería, el familiar aroma a café recién hecho los envolvió, y Taesan pudo ver de inmediato al mesero castaño detrás de la barra. Su corazón dio un vuelco, y las palabras que había planeado decir se agolparon en su garganta, listas para desaparecer en el último segundo, como siempre.
- Ahí está otra vez - Murmuró Riwoo, rodando los ojos pero sonriendo. - Vamos, Taesan, esta es tu oportunidad.
Se sentaron en su mesa habitual, y Taesan notó cómo el mesero lo reconocía desde la distancia, esbozando una pequeña sonrisa. ¿Lo hace con todos los clientes o es solo conmigo?, se preguntó por enésima vez.
Cuando el mesero se acercó, con su libreta lista, Taesan sintió ese familiar nudo en el estómago. Cada paso que daba hacia ellos parecía un eterno conteo de segundos. Habla, hazlo esta vez, se ordenaba mentalmente.
- ¿Lo de siempre? - Preguntó el mesero, con su amable sonrisa, sus ojos conectando por un breve instante con los de Taesan.
Este era el momento. Solo tenía que decir algo, cualquier cosa más allá de lo habitual. Vamos, dilo.
- Sí, lo de siempre - Respondió Riwoo antes de que Taesan pudiera abrir la boca, interrumpiendo el silencio incómodo.
El mesero asintió y se giró para volver a la barra, como siempre. Taesan se quedó paralizado, incapaz de reaccionar, viendo cómo el chico de sus sueños desaparecía entre las mesas.

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coffee | gongfourz
Hayran Kurgua taesan le ha parecido lindo aquél atractivo mesero de la cafetería.