Perfect Doom | Twilight | Alec Volturi [Proceso]

Capítulo quince

—Escucha esto, cuando era niña hacía patinaje artístico. Ese era el deporte que hacía. Un día, tenía una competencia en la que salí herida.

—¿Herida?—repitió Alec.

—Tenía que competir en pareja y en medio de ella, cuando tenía que hacer un paso final, mi compañero me clavó la hoja de la cuchilla en el tobillo cuando terminamos.

—¿Accidentalmente?

—Me gusta pensar que sí, aunque probablemente no. Mi compañero me odiaba.

—¿Por qué?

—Quizás porque en una práctica cuando estábamos ensayando todo el equipo, ocurrió un accidente en el que él se cayó y varios lo hicieron y...

—Y te reíste, ¿no es así?

—Si, pero no fue tan burlesco, simplemente me causó gracia.

—No debiste hacerlo.

—No era personal de todos modos.

—Quizás él pensó lo mismo pero después de herirte con el filo del patín—replicó, burlesco.

—No te burles, ese día sangré demasiado.

—¿Lloraste?

—No, tenía vergüenza de hacerlo.

—¿Por qué?

—Tenía diez años cuando pasó.

—¿Y no te dolía?

—Claro que me dolía Alec, me hicieron cinco puntos desde donde empezaba mi tobillo hasta un poco más arriba. Tenía la marca, pero ya sabes, se borró.

Alec musitó un "mhm" sin decir nada más, mayormente era Hannah la que hablaba de su vida cuando era humana, él simplemente la escuchaba, no contaba tantas cosas suyas, solo de las veces en la que su guarda o su hermana lo molestaban, pero nunca de su vida cuando era humano.

—¿Y a ti?

—¿A mí qué?

—¿Alguna vez te han dejado marca en un accidente?

—No tenía accidentes cuando era niño.

—¿Ni siquiera en algún deporte qué hacías o...?

—No hacía ningún deporte.

—¿Nunca?—Hannah se extrañó al escuchar eso, imaginaba que el chico era también uno bastante ocupado cuando era humano, tenía toda la fachada de ser uno de los que no jugaba por tener obligaciones.

—Nunca.

—¿Por qué?

—Quizás porque en la época que nací no existía nada de eso.

—¿Hace cuánto qué...?

—Existo hace un poco más de mil años.

Hannah lo miró atónita.

—¿Qué?—preguntó Alec al ver su rostro lleno de sorpresa.

La castaña abrió su boca pero por alguna razón dudaba qué preguntar sobre lo que acababa de escuchar.

—¿Qué te ocurre?—insistió Alec.

—¿Tienes más de mil años?—finalmente habló.

—Si.

—¿Cómo qué...?

—¿No parece?

—No, claro que no parece—respondió obvia.