Ojitos verdes---Hecbasí

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Héctor siempre había tenido un punto débil: los ojos de Pau Cubarsí

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Héctor siempre había tenido un punto débil: los ojos de Pau Cubarsí. Esas dos esmeraldas brillaban con una intensidad que lo fascinaba y, para su suerte, esos lindos ojitos siempre lo miraban a él. Cada vez que Héctor lo atrapaba observándolo, no perdía la oportunidad de guiñarle el ojo, disfrutando de cómo Pau se ponía completamente rojo.

En una de esas ocasiones, estaban en su habitación, listos para descansar después de un largo día. Héctor, recostado en su cama, observaba a Pau, que estaba distraído con el móvil.

"Me encanta cuando me miras con esas bellas esmeraldas, mi amor," bromeó Héctor, guiñándole el ojo.

Pau, completamente rojo, intentó ocultar su nerviosismo.

"Cállate, tonto," murmuró entrecortado, mientras intentaba mantener su compostura. Héctor se levantó de su cama y se deslizó hacia el lado de Pau, envolviendo su cintura con sus brazos, abrazándolo desde atrás. Pau sentía cómo el cuerpo de Héctor encajaba perfectamente con el suyo, el calor de su cercanía era innegable.

"¿Qué miras?" preguntó Héctor, mirando por encima del hombro de Pau el móvil que sostenía en su mano.

"Mm... no sé, videos que Pedri manda en el grupo de Tik Tok," respondió Pau, mostrando el chat.

Héctor soltó una carcajada suave en su oído, casi susurrándole. "Pero si son puros monos con mochilita."

El susurro tan cercano provocó que un escalofrío recorriera el cuerpo de Pau, y al mismo tiempo, un calor le subió por las mejillas. No entendía por qué, pero cuando Héctor estaba tan cerca, algo extraño se despertaba en su interior, algo que lo hacía quererlo aún más cerca.

Pau decidió apagar el móvil y, con un movimiento inesperado, se dio la vuelta entre los brazos de Héctor, quedando cara a cara con él, con las manos de Héctor aún firmemente sujetando su cintura.

"¿Qué pasa?" preguntó Héctor, intrigado por el cambio repentino.

Pero Pau no dijo nada. Simplemente lo abrazó por el cuello, pegándolos por completo. Héctor sintió cómo el calor entre ellos aumentaba, pero esta vez, era un calor agradable, reconfortante. Siempre había soñado con tener a Pau así, entre sus brazos, sin que nadie los interrumpiera.

"¿Pasa algo?" volvió a preguntar Héctor, esta vez en voz baja, casi susurrando.

"No..." respondió Pau, abrazándolo más fuerte y escondiendo su cabeza en el cuello de Héctor, mientras el calor de sus mejillas se intensificaba.

Después de un rato en esa posición, Pau finalmente se separó un poco, mirándolo a los ojos. "Perdón si te incomodé... te necesitaba cerca."

Héctor no soltó su cintura, y Pau, aunque se había alejado, no lo hizo demasiado. Entonces, sin decir nada más, Héctor lo acercó nuevamente y, sin pensarlo dos veces, lo besó. Al principio, Pau se sorprendió, pero luego, con suavidad, le correspondió. El beso fue lento, lleno de emociones contenidas por demasiado tiempo.

Cuando se separaron, Héctor lo miró a los ojos, esos que tanto le gustaban, y respiró hondo antes de hablar.

"Pau, no es broma lo que te digo. Desde hace mucho que siento esto por ti. Me tienes completamente loco con tu forma de ser, con tus ojos, con todo de ti. Pero tenía miedo... miedo de arruinar nuestra amistad. No sé cómo explicarlo, pero tú... tú eres lo que más quiero en este mundo, y no puedo fingir más que no siento nada. Te amo, Pau."

Pau, aún con el corazón latiéndole a mil, lo miró fijamente, sin poder evitar sonreír tímidamente. "Héctor... yo también siento lo mismo desde hace mucho tiempo. Siempre has sido tú. Cada vez que me miras, cada vez que bromeas conmigo, todo lo que haces... me hace sentir más y más. Yo también te amo."

Sin esperar más, volvieron a besarse, esta vez con más intensidad, como si el tiempo se hubiera detenido solo para ellos dos. El mundo exterior dejó de importar; lo único que existía era ese momento y ese amor que compartían. Después de un rato, ambos se recostaron juntos en la cama, con los brazos de Héctor rodeando a Pau, asegurándose de que no se moviera ni un centímetro lejos de él.

 Después de un rato, ambos se recostaron juntos en la cama, con los brazos de Héctor rodeando a Pau, asegurándose de que no se moviera ni un centímetro lejos de él

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