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Héctor Fort y Pau Cubarsí habían sido amigos cercanos desde que ambos comenzaron a destacar en las categorías inferiores del Barcelona. Siempre inseparables, pero últimamente algo parecía estar cambiando entre ellos. Las miradas prolongadas, los pequeños roces intencionados, y la incomodidad que se sentía en el aire eran signos de que las cosas estaban a punto de dar un giro.
Un día, tras un entrenamiento extenuante, las tensiones entre el equipo y el staff técnico comenzaron a subir. Las exigencias eran cada vez mayores, y algunos de los jugadores sentían que la presión ya era demasiado. Pau, que siempre había sido reservado y tranquilo, terminó siendo el centro de una discusión. El cuerpo técnico lo acusaba de no dar su máximo rendimiento, de no estar lo suficientemente concentrado en los entrenamientos. Aquello fue el detonante.
-No te están sacando el jugo como deberían, Pau -dijo uno de los entrenadores con tono crítico-. Estás perdiendo la oportunidad de convertirte en un jugador clave.
Pau, con las emociones a flor de piel, no pudo contenerse. Las palabras le dolían, no solo por la crítica, sino porque había una verdad escondida que no podía admitir. Su cabeza no estaba completamente en el fútbol últimamente... estaba en Héctor.
-Estoy haciendo lo mejor que puedo -respondió Pau con frustración, levantando la voz, algo poco común en él-. No pueden exigirme más cuando ya estoy agotado.
Los gritos atrajeron la atención del resto de los jugadores, incluido Héctor, quien estaba practicando tiros a puerta en el otro lado del campo. Al ver la escena, Héctor no pudo quedarse quieto. En su interior, algo ardía por proteger a Pau, por sacarlo de esa situación que claramente lo estaba afectando. Héctor sabía que Pau no merecía esas críticas, y más que nada, sabía que había más en juego que solo el rendimiento de su amigo en el campo.
-¡Ya basta! -interrumpió Héctor, caminando decidido hacia el grupo-. Pau está haciendo lo que puede, y si tienen un problema con él, también lo tienen conmigo.
Los entrenadores se quedaron en silencio por un momento, sorprendidos por la intervención de Héctor. Sin embargo, uno de ellos respondió:
-No es tu lugar defenderlo, Héctor. Aquí estamos hablando de su rendimiento, no del tuyo.
Héctor no pudo contenerse más. Sabía que había una línea delgada entre proteger a Pau y cruzar un límite con el staff, pero estaba dispuesto a hacerlo.
-Tal vez si ustedes prestaran más atención a cómo estamos todos, entenderían que no es solo cuestión de "rendimiento". Hay cosas que ustedes no ven -respondió Héctor, con una mirada que revelaba mucho más de lo que decía.
La tensión entre el equipo y el cuerpo técnico creció aún más, y la situación parecía irse de las manos. Pero antes de que todo explotara, Pau, que hasta ese momento había permanecido en silencio, dio un paso adelante.
-Déjalo, Héctor. Puedo defenderme solo -dijo Pau, aunque en el fondo agradecía el gesto de su amigo-. Hablaremos después.
Héctor, aunque molesto, dio un paso atrás. Sin embargo, sabía que las cosas no podían seguir así.
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Esa noche, Pau y Héctor se encontraron en el vestuario. El silencio era abrumador, pero ambos sabían que había mucho que decir.
-No tenías que haber intervenido así -dijo Pau, aunque en el fondo su corazón latía rápido por la preocupación que había mostrado Héctor.
-No iba a quedarme callado mientras te atacaban -respondió Héctor, acercándose más a Pau-. No soporto verte así.
Pau levantó la mirada, y por primera vez en días, se permitió ser vulnerable. Siempre había sido el fuerte, el que no dejaba que los comentarios lo afectaran, pero en ese momento, frente a Héctor, ya no podía seguir ocultando lo que sentía.
-Héctor, no es solo el fútbol lo que me tiene distraído -admitió finalmente, sintiendo que el peso que llevaba sobre los hombros comenzaba a aligerarse-. Es lo que siento por ti.
Héctor se quedó en silencio, observando a Pau con una mezcla de sorpresa y alivio. Porque en el fondo, él también había sentido lo mismo, pero nunca se había atrevido a decirlo. Con un paso firme, se acercó aún más a Pau y, sin decir una palabra, lo abrazó.
Pau, con su respiración entrecortada, dejó que sus brazos subieran por los hombros de Héctor, mientras sentía los brazos de su amigo, ahora algo más, posarse firmemente en su cintura. El calor de ese abrazo, la cercanía, y la comprensión tácita de que ambos sentían lo mismo, hicieron que el mundo alrededor de ellos desapareciera por completo.
-No importa lo que pase con el equipo o con el fútbol -susurró Héctor, mientras apoyaba su cabeza en el hombro de Pau-. Mientras te tenga a ti, eso es lo único que me importa.
Pau sonrió suavemente, sintiendo cómo el corazón de Héctor latía al mismo ritmo que el suyo. Finalmente, después de tantas d
udas y peleas, estaban juntos, abrazados y felices, como si todo lo que había pasado solo los hubiera acercado aún más.
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