Una tarde ¿normal?----Hecbasí

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Era una tarde tranquila después del entrenamiento, y los chicos del equipo estaban en el vestuario relajándose. Ferran Torres, Balde, Lamine Yamal, Ansu Fati, Gavi y Pedri intercambiaban bromas mientras guardaban sus cosas. Pau Cubarsí estaba sentado en una de las bancas, revisando su celular como siempre, más reservado, mientras Héctor Fort, que había terminado de ducharse, se acercaba despreocupado con una sonrisa en el rostro.

Héctor y Pau eran cercanos, pero sus compañeros notaban que había algo en la dinámica entre ellos que no lograban descifrar. Aunque Pau siempre evitaba el contacto físico innecesario, con Héctor era distinto. Nadie decía nada, pero las miradas cómplices entre los demás revelaban que ya había teorías.

—Pau, ¿vas a seguir pegado al celular? —dijo Héctor en tono burlón mientras se secaba el cabello con una toalla.
—Estoy respondiendo algo importante, no como tú, que seguro estás en Instagram viendo memes —respondió Pau sin levantar la vista.

Héctor rió y, sin previo aviso, se acercó para quitarle el celular. Pau intentó resistirse, pero Héctor era rápido.

—¡Dámelo, Héctor! —protestó Pau, poniéndose de pie.
—¿Qué tienes aquí? ¿Una conversación secreta? —bromeó Héctor mientras esquivaba los intentos de Pau de recuperar su teléfono.

Los demás miraban la escena con curiosidad, pero nadie se esperaba lo que ocurrió después. En un movimiento rápido, Héctor dejó el celular en un banco cercano y, en lugar de apartarse, rodeó la cintura de Pau con ambos brazos, atrayéndolo hacia él.

—¿Sabes qué? Así no puedes escapar —dijo Héctor con una sonrisa triunfal.

El vestuario quedó en completo silencio. Las manos de Héctor descansaban en la cintura de Pau, y, para sorpresa de todos, Pau no solo no se apartó, sino que colocó sus brazos alrededor del cuello de Héctor con una expresión tranquila.

—¿Estás cómodo? —preguntó Pau, arqueando una ceja, pero con una leve sonrisa.
—Muchísimo. Tú no sé —respondió Héctor con descaro.

Ferran dejó caer la botella de agua que tenía en la mano.

—¿Perdón? ¿Qué estoy viendo? —preguntó Ferran, incrédulo.
—No puede ser real —murmuró Gavi mientras Balde se tapaba la boca para no reírse en voz alta.
—Pau, pensé que odiabas los abrazos. ¿Qué está pasando aquí? —exclamó Lamine Yamal, entre divertido y confundido.

Ansu, que estaba sentado cerca, señaló dramáticamente.

—¡Esto confirma mi teoría! ¡Siempre supe que había algo raro entre ustedes!

Pau rodó los ojos y se apartó ligeramente de Héctor, aunque este no dejó de sonreír.

—¿Qué teoría, Ansu? —preguntó Pau, con fingida curiosidad.
—Que tú y Héctor… —Ansu hizo un gesto exagerado con las manos—. Bueno, ya sabes, algo.

—Algo no, mucho, diría yo —intervino Balde con una carcajada, mientras Pedri asentía en silencio.

Pau suspiró, cruzándose de brazos.

—No sé por qué les sorprende tanto. Héctor y yo somos amigos. Punto.

—Amigos, claro —dijo Ferran sarcásticamente—. Porque yo abrazo a mis amigos por la cintura y ellos me rodean el cuello. Super normal.

Héctor, que había permanecido en silencio hasta ese momento, decidió intervenir.

—Pues sí, somos amigos, pero… —miró a Pau con una sonrisa traviesa—. Somos muy buenos amigos, ¿verdad?

—No le sigas el juego, Héctor —dijo Pau, aunque su tono carecía de verdadera molestia.

Los demás estallaron en risas, y Pau, aunque intentaba mantenerse serio, no pudo evitar sonreír levemente.

—Bueno, bueno, suficiente show por hoy —dijo Pau, recogiendo su celular y preparándose para salir.

—Sí, claro, porque mañana hay otro episodio, ¿no? —añadió Gavi, ganándose una mirada fulminante de Pau.

Cuando Pau y Héctor se dirigieron hacia la puerta del vestuario, los chicos quedaron detrás, riendo y especulando.

—Definitivamente hay algo entre ellos —dijo Lamine.
—¿Tú crees? —preguntó Ferran, fingiendo inocencia.
—Por supuesto. Y estoy apostando que Pau cede antes que Héctor —añadió Balde, provocando otra ronda de risas.

Mientras tanto, fuera del vestuario, Héctor y Pau caminaban en silencio.

—¿Tú crees que sospechan algo? —preguntó Héctor con una sonrisa.
—Sospechar, no. Lo tienen clarísimo —respondió Pau, aunque no parecía demasiado preocupado.
—¿Y qué hacemos?
Pau lo miró de reojo y, con un leve suspiro, respondió:

—Dejarlos que sigan especulando. A mí me da igual mientras tú sigas siendo tú.

Héctor sonrió y le dio un leve empujón amistoso.

—Siempre.

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