Era una mañana tranquila, y el vestuario del Barcelona estaba lleno de risas y conversaciones. Los jugadores acababan de llegar después de una intensa práctica, preparándose para relajarse un poco antes de la próxima sesión. Entre ellos, Héctor Fort llegó un poco más tarde de lo habitual, pero esta vez con una sorpresa en brazos: su nuevo cachorro.
El pequeño perrito, de pelaje marrón con manchas blancas, se movía inquieto en los brazos de Héctor, observando el entorno con ojos curiosos. Algunos de los jugadores levantaron la vista, sorprendidos por la aparición inesperada del animal.
—¡Miren quién decidió traer compañía hoy! —dijo Ferran Torres, sonriendo al ver al cachorro.
—¿Ese es el famoso perro que adoptaste? —preguntó Alejandro Balde, acercándose un poco—. Dicen que no le gusta mucho la gente, ¿es cierto?
Héctor asintió, con una media sonrisa en el rostro.
—Sí, no se lleva muy bien con casi nadie… excepto con una persona —dijo, mirando de reojo a Pau, quien estaba de espaldas, concentrado en su celular y completamente ajeno a lo que sucedía a su alrededor.
En cuanto el cachorro vio a Pau, movió la cola emocionado y saltó de los brazos de Héctor, corriendo directo hacia él. Los demás jugadores lo miraron con curiosidad, sabiendo que el perro de Héctor no solía ser tan amistoso con todos.
De repente, Pau sintió algo tocar sus piernas y dio un pequeño salto, sorprendido al ver al perro. No estaba preparado para la inesperada "visita," y el sobresalto lo hizo soltar un leve grito.
—¡¿qué…?! —exclamó, girándose para ver al cachorro a sus pies.
El vestuario estalló en carcajadas mientras Pau miraba confuso al perrito que lo observaba con la cabeza inclinada hacia un lado, moviendo la cola como si hubiera encontrado a su mejor amigo. A diferencia de con los otros, el perrito no mostró ni un rastro de gruñido ni ladrido, solo se sentó frente a Pau, mirándolo expectante.
—¡Parece que alguien te quiere mucho! —bromeó Balde, divertido por la situación.
Pau, aún un poco desconcertado, se agachó y comenzó a acariciar al perrito, sonriendo tímidamente. El cachorro se dejó mimar, claramente encantado con la atención.
—Yo… no sé por qué viene a mí —dijo Pau, intentando sonar neutral, pero ya sintiendo las miradas de todos sobre él.
—Es obvio —dijo Héctor, acercándose a Pau con una sonrisa en los labios—. El perro tiene buen gusto, ¿no?
Sin decir nada más, Héctor le dio un suave abrazo a Pau, rodeándolo brevemente por la cintura mientras Pau lo correspondía colocando una mano en su hombro. Fue un gesto rápido y casual, pero no pasó desapercibido para nadie en el vestuario. Al separarse, Pau siguió acariciando al cachorro, intentando distraerse del hecho de que todos los demás estaban observando la escena.
—¿Sabes qué es lo más raro? —intervino Ferran, cruzándose de brazos—. El perro de Héctor no se lleva bien con nadie… excepto contigo, Pau. Parece que has pasado una prueba secreta.
—Es cierto, siempre ladra a los demás —agregó Marc Guiu, riendo—. Pero a ti te mira como si fueras parte de su manada o algo.
Pau, intentando ignorar el calor que subía a su rostro, levantó al perrito y lo sostuvo en brazos. El cachorro se acomodó con facilidad, feliz de estar en su "lugar seguro."
—Tal vez porque sabe que Pau y yo tenemos una conexión especial —dijo Héctor, con una sonrisa traviesa—. Es un perro inteligente. Ve lo que otros no pueden ver.
Las risas y las bromas no tardaron en aumentar.
—¡Oh, claro! —exclamó Ferran, fingiendo sorpresa—. ¡El perro ya los ve como una familia! Héctor, Pau, y el pequeño cachorro. ¡Qué tiernos se ven los tres juntos!
—Sí, sí, definitivamente parecen una familia —añadió Balde, riendo—. Héctor es el papá responsable, y Pau es… no sé, el que cuida al perro con tanto cariño que le derrite el corazón.
Las risas se hicieron más fuertes, y Pau solo podía sonrojarse más y más. Se quedó en silencio, concentrado en acariciar al perrito que, como si entendiera lo que estaba pasando, se acomodó aún más en sus brazos, dándole una excusa perfecta para no mirar a los demás.
—¿Ves? El perro lo sabe —dijo Héctor, disfrutando del momento mientras se cruzaba de brazos—. Pau es el único que puede calmarlo.
—Claro, claro —intervino Guiu, sonriendo—. ¿Y cuándo van a llevar al perro a las reuniones familiares, chicos?
Pau rodó los ojos, aunque no pudo evitar una sonrisa nerviosa. Sabía que las bromas continuarían por un buen rato, pero mientras acariciaba al cachorro, que se había quedado completamente tranquilo en sus brazos, decidió ignorar las miradas y concentrarse en el pequeño amigo de cuatro patas.
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