Asientos----Hecbasí

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El día había llegado, y Héctor, Pau y sus amigos estaban listos para la escapada a la cabaña

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El día había llegado, y Héctor, Pau y sus amigos estaban listos para la escapada a la cabaña. Alejandro Balde había conseguido una camioneta para el viaje, y todos estaban emocionados por pasar un fin de semana relajado, alejados de la rutina. Pero cuando llegaron al punto de partida, se dieron cuenta de un pequeño inconveniente: solo había tres asientos en la parte trasera de la camioneta, y seis chicos para acomodarse.

“No queda otra, vamos a hacer piedra, papel o tijera para ver quién se sienta encima de quién,” dijo Ferran con una sonrisa divertida. Los demás asintieron, preparados para la competencia. Tras varias rondas, el destino decidió que Héctor y Pau serían los desafortunados ganadores.

“Te toca a ti, Cubarsí,” dijo Héctor con una sonrisa confiada, acercándose a la camioneta. “Te sentás encima mío, no acepto un no como respuesta.”

Pau, con los ojos entrecerrados y un toque de frustración en su voz, respondió: “¿Por qué yo encima? No es justo.”

“Porque tú pesás menos, fin de la discusión,” replicó Héctor, finalizando el debate con un tono firme. Ya no había vuelta atrás.

Balde y Casadó ocuparon los asientos delanteros, con Balde al volante. Detrás, Ferran, Guiu y Héctor esperaban a Pau, quien seguía de pie, mirándolos con una mezcla de vergüenza y resignación.

“¿En serio me tengo que sentar encima de Héctor?” preguntó Pau, sintiendo cómo el calor se apoderaba de su rostro.

“Sí, dale, sube de una vez, que nos queremos ir,” respondió Ferran, sin poder contener una risita.

Con un suspiro, Pau cedió. Subió a la camioneta y, con todo el cuidado posible, se sentó encima de Héctor. En cuanto lo hizo, sintió cómo los brazos fuertes y musculosos de su amigo rodeaban su cintura, atrayéndolo hacia su pecho. El calor subió de inmediato a sus mejillas, y una sensación extraña, mezcla de nerviosismo y comodidad, se instaló en su estómago.

“Qué linda parejita,” comentó Ferran con tono burlón, volviéndose hacia ellos desde su asiento.

Ambos se pusieron más rojos que un tomate, pero no dijeron nada. Héctor simplemente ajustó su agarre, sosteniendo a Pau con más firmeza, como si fuera lo más natural del mundo.

El viaje comenzó, y pronto la conversación se llenó de risas y bromas, aunque Ferran no dejaba pasar ninguna oportunidad para molestar.

“Pau, parece que Héctor no quiere que te caigas, ¿eh? Mirá cómo te agarra,” comentó Ferran, arrancando carcajadas de Guiu y Casadó.

Pau se revolvió un poco, incómodo, pero no dijo nada. A decir verdad, no estaba tan mal estar así. El calor de Héctor, la sensación de seguridad que le daban sus brazos, todo le resultaba... extrañamente reconfortante. Pero no podía dejar que los demás se dieran cuenta de eso.

“Sí, Héctor, estás agarrándolo como si fuera a salir volando,” insistió Balde, disfrutando del sonrojo en los rostros de ambos.

“Mejor así, que Pau no pesa nada y podría caerse en cualquier bache,” replicó Héctor, tratando de sonar despreocupado, aunque su corazón latía con fuerza. La verdad era que, desde hacía tiempo, deseaba cualquier excusa para estar más cerca de Pau, pero nunca había encontrado el momento perfecto para decírselo.

La carretera serpenteaba entre montañas y bosques, y la camioneta avanzaba sin prisa. Héctor y Pau intercambiaban comentarios sobre la música que sonaba, y de vez en cuando, Héctor aflojaba su abrazo, solo para volver a ajustarlo cuando el terreno se volvía más accidentado.

“¿Estás cómodo?” susurró Héctor, su voz casi ahogada por el ruido de la carretera. Pau asintió, aunque su corazón latía desbocado.

“Sí, lo estoy,” respondió Pau en voz baja. A pesar de las bromas de los demás, estar tan cerca de Héctor no era algo que le molestara tanto. En el fondo, le gustaba, aunque le costara admitirlo.

“Bueno, entonces no te preocupes. Te tengo,” dijo Héctor, manteniendo su tono suave.

Otra broma de Ferran les arrancó una risa a todos, pero el ambiente entre Héctor y Pau seguía cargado de algo más, algo que ninguno de los dos se atrevía a nombrar.

El viaje continuó, con Héctor sujetando a Pau como si el más mínimo movimiento pudiera separarlos. Lo que los demás veían como una situación incómoda, para ellos dos era una excusa perfecta para estar más cerca de lo que habían estado nunca. Y aunque no lo decían en voz alta, ambos sabían que ese viaje podía ser el comienzo de algo más que una simple amistad.

 Y aunque no lo decían en voz alta, ambos sabían que ese viaje podía ser el comienzo de algo más que una simple amistad

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