42 - Una falla en la simulación.

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Los días de Alan junto a su grupo de amigos corrieron con fatal normalidad

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Los días de Alan junto a su grupo de amigos corrieron con fatal normalidad.

Adaptándose de a poco, el pecoso fue aceptando la presencia de Karla entre su grupo de amigos. Encontrando en ella, una amistad bastante sólida en la que apoyarse a pesar de ser una desconocida para él.

También, se acostumbró a la creciente seguridad y valentía que Miguel adquiría día con día ante sus ojos. Y con ello, a la forma en que se expresaba y defendía cuando las personas trataban de molestarlo por practicar danza contemporánea; ya que el rumor se extendió y los bullys de Montesinos, Raúl y sus primos, no tardaron en apodarlo, '' El Marica del pueblo"

Sin embargo, la actitud del castaño era de indiferencia pura y glacial; defendiéndose en ocasiones de manera verbal, siendo capaz de humillar a los bravucones solo con sus palabras.

Si trataban de atacar, Alan, Samuel y Karla, resultaban un buen escudo para él; protegiéndolo de cualquier intento de pelea.

También, la creciente popularidad de Samuel azoraba al pecoso. La actividad física que realizaba, estaba rindiendo frutos, dándole una mejor postura y complexión. Era más enérgico y su excesiva timidez, se esfumaba con el pasar de los días, atrayendo a las personas con su luminosidad natural y su amable trato.

Como pudo, se adaptó a los cambios que solo él era capaz de sentir. Después de todo, esa era su vida; y lo había sido durante meses, aunque su cabeza le dictara lo contrario.

«Una parte de mí, siente que todo es un sueño. Una fea simulación» cavilaba una y otra vez a lo largo de sus días de adaptación. «¿Qué puedo hacer con este sentimiento tan jodido? Además de ignorarlo»

Era la misma sensación que le provocaban sus sueños; los cuales, seguían persistiendo en cada una de sus noches junto a la imagen de un fantasma adherido a la agonía como él.

Acostumbrado tal vez a ese molesto pesar que lo acongojaba, la extrañeza de sus mañanas fue disipándose con el pasar de los días. Dejando tras de sí una neblina difusa de perplejidad que, de vez en cuando, lo descolocaba de su establecida vida, arrebatándole amargas lágrimas de dolor en la intimidad de su habitación.

Resignado, suspiraba al cielo, dispuesto a vivir entre la tristeza y la extrema añoranza dirigida a alguien que no existía.

«Pareces un despojo; un amante condenado a vivir de las sombras de un recuerdo difuso, donde habita el motivo que hace arder su corazón; así como un eco que suplica su adorada presencia»

Las palabras de Karla se habían encajado en su mente con una avasalladora fuerza. Como un hacha afilada que rompía su cráneo, supurando su veneno directo a la masa suave y gris que poseía como cerebro.

   —¡No dice más que tonterías! — escupió, molesto la mañana del 29 de junio.

Sentado al borde de su cama, admiraba las pálidas buganvilias que parecían sangrar sus vivos colores junto a los pesares del pecoso, mientras el sopor del sueño acompasado a sus quimeras, se evaporaban con el calor de la Aurora matinal.

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