18
marcos
Después de darle un minuto entero de ventaja a Brit para que saliera de la habitación, decidí salir. Tenía que correr. Necesitaba dejar de pensar o me volvería loco.
Ron estaba incontrolable. Siempre tuvimos problemas para ponernos de acuerdo, pero con el tiempo habíamos aprendido a coexistir, a mantener una especie de tregua. Sin embargo, esta vez tomó la peor decisión. Lo arruinó todo.
—Date prisa, vamos con la humana —gruñó Ron en mi mente.
—Por si no te diste cuenta, acaba de irse de la habitación por tu culpa —le respondí entre dientes.
—No hablo de la chica sol. Hablo de la otra humana, la que debería ser nuestra luna. Ella es fuerte, tiene carácter, justo lo que nuestra manada necesita. La chica sol es frágil en todos los aspectos. ¡Hasta lloró porque la ignoré!
—No lloró porque la ignoraras, imbécil. ¡Lloró porque la atacaste! —le solté furioso—. Imagina que la hubieras herido, maldito perro sarnoso.
—No iba a herirla. Solo quería ver si era digna de ser nuestra luna —respondió, indiferente—. Pero no lo es. Lloriqueó, y ahora por su culpa hay un alboroto afuera. Lo que debemos hacer es llevarnos a la otra humana.
—Estás loco. Brit es nuestra mate.
—La chica sol es linda, sí. Pero no puede ser la madre de nuestros cachorros. Bueno, tal vez de uno... —Ron dejó caer sus palabras como si estuviera pensando en voz alta—. Pero con lo frágil que es, probablemente se rompería si tuviera uno de nosotros. Mejor que no tenga ninguno. Aunque... un cachorro mío y de la chica sol sería lindo. Claro, no sería alfa, pero aún así sería mi favorito, aunque fuera débil. Tendría que cuidarlo todo el tiempo, pero sí, sería mi favorito.
—¡Cállate!. Brit es nuestra mate, y lo vas a aceptar, ¡te guste o no!
Cuando salí de la mansión, los vi a todos reunidos en la entrada. Estaban pendientes de Brit, lo cual me dio cierta tranquilidad. Al cruzar miradas con ella, entendí que era mejor darle su espacio, así que seguí caminando hacia el bosque. No quería estar cerca. Me transformé en lobo y corrí tan rápido como pude. No sabía hacia dónde me dirigía, solo que necesitaba escapar de todo.
El viento frío me golpeaba el rostro y el ruido de las hojas bajo mis patas era lo único que llenaba mi mente. Hasta que lo vi.
Me encontré con mi hermano Alexander. Parecía estar patrullando. Apenas me miró de reojo, sin decir una palabra. Me detuve a su lado, observando el límite de la frontera que él había estado vigilando antes de que yo llegara. Permanecimos así, en silencio, durante más de cinco minutos, solo escuchando el murmullo del bosque y la brisa que movía los árboles.
—¿Te vas a quedar todo el rato pegado a mí como chicle? —preguntó finalmente, su voz impregnada de sarcasmo.
—Tal vez —respondí, intentando sonar casual. De algún modo, estar cerca de él me ayudaba a relajarme. Ron le tenía tanto respeto a Alexander y a su lobo, Anubis, que permanecía callado, casi como si no existiera. Era una paz que no sentía desde hacía mucho.
Volteé a ver a Alexander. Su expresión, como siempre, parecía a punto de decirme que me largara, pero algo cambió. Su mirada se fijó en mí de una forma extraña, como si buscara algo. Lo vi inhalar profundamente, casi imperceptible, como si intentara disimularlo.
Su ceño se frunció. Permanecimos así, en silencio, mientras él seguía observándome con esa expresión confusa, como si algo no encajara. Algo lo inquietaba, pero no decía nada.
Y yo tampoco.
Alexander
Desde el momento en que mi hermano llegó a mi lado, algo cambió. Un aroma único me golpeó, suave pero persistente. Ni siquiera mis dos mates anteriores habían olido tan bien. Era un olor ligero, a frutos rojos, pero había algo más... algo que no podía captar del todo. Intenté respirar hondo, pero parecía que no lograba atraparlo completamente. Eso solo me hacía intentarlo una y otra vez.
Trataba de hacerlo disimuladamente para que Marco no lo notara, pero yo mismo me daba cuenta de que algo no estaba bien. Me estaba obsesionado. Cada vez que inhalaba, el aroma de los frutos rojos venía acompañado de otros matices: tierra mojada, frescura... como si el bosque entero estuviera respirando junto a mí. Era un olor a libertad, indomable, salvaje.
Cada vez que lo sentía, una imagen se formaba en mi mente. Veía un bosque verde, creciendo sin control, sin ataduras. como una noche con la luna más poderosa en su punto más alto, con ráfagas de viento que traían el aroma de la tierra recién mojada por la lluvia. Ese olor me hacía sentir algo que no podía nombrar. Algo poderoso. Algo que no había sentido antes.
No podía permitirme estar distraído, no aquí. Mi mente intentaba enfocarse en la frontera, en las posibles amenazas, pero ese aroma me envolvía una y otra vez. Era casi como si me llamara. Traté de ignorarlo, de concentrarme en lo que estaba frente a mí, pero cada respiración hacía que esa imagen del bosque salvaje volviera a mí.
¿Qué demonios era esto?
Me obligué a apartar esos pensamientos. Aun así, el olor seguía allí, como un recordatorio constante, un anzuelo que me arrastraba más y más.
—¿Qué pasa contigo? —pregunté finalmente, sin apartar la vista de la línea de árboles al frente.
Mi hermano no respondió de inmediato. Lo miré de reojo, tratando de descifrar si él también había percibido algo fuera de lo normal. Pero solo estaba allí, quieto, calmado.
—Nada —contestó, pero su tono delataba que algo le preocupaba.
Fruncí el ceño. Ese "nada" no era suficiente para mí. Inhalé otra vez, más profundo, tratando de entender de dónde venía. No era un olor común. Era familiar, y sin embargo, completamente nuevo para mí. Y eso me ponía en guardia.
Volví a mirar a Marco. Algo en él... algo en su presencia parecía diferente. Pero no lograba descifrar qué era.
—¿Por qué sigues aquí? —le espeté, más brusco de lo que pretendía. Pero necesitaba que se fuera. Ese olor me confundía, me distraía, y no estaba dispuesto a perder el control.
—Tal vez porque necesito un respiro de todo lo demás —respondió Marco. Pero yo sabía que no era solo eso. Sentía que ocultaba algo, aunque no podía decir exactamente qué.
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¿Luna en una manada?
Werewolfsofia, una joven humana de 23 años, recién graduada y con un trabajo estable, anhela algo más en su vida que las cuatro paredes de una oficina. Un encuentro fortuito en un restaurante junto a su prima la sumerge en un mundo nuevo: una familia que af...