Sombras Pasadas

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Todo iba "bien" para Boruto. Después del campamento, la relación con sus amigos se había vuelto más fuerte que nunca. A pesar de que, en ocasiones, no los soportaba del todo, siempre estaban juntos, riendo y peleando, pero unidos. Incluso el trabajo grupal, que inicialmente parecía un caos, avanzaba poco a poco, aunque no sin discusiones.

Boruto, más confiado que de costumbre, caminaba hacia su casa, pensando en lo cerca que estaban de terminar el proyecto. Hablaba con Mitsuki por teléfono, intentando calmar cualquier preocupación.

—Sí, mañana lo tendremos más que terminado. Solo confía en mí —dijo Boruto, con ese tono despreocupado que lo caracterizaba, mientras abría la puerta de su casa.

Sin embargo, apenas cruzó el umbral, escuchó una voz que lo congeló en su lugar, una que no había escuchado en mucho tiempo, pero que conocía demasiado bien.

—¡Vaya, parece que alguien ha crecido mientras estuve fuera! —La voz era inconfundible, y Boruto sintió cómo todo su cuerpo se tensaba.

Mitsuki, al otro lado de la línea, notó el silencio repentino y la falta de respuesta de Boruto.

—Oye, ¿estás bien? —preguntó Mitsuki, preocupado.

Boruto, aún paralizado, intentó responder, pero no pudo. Lentamente, giró la cabeza hacia la sala de estar, donde se encontró con la figura de su hermano mayor, quien había regresado de su intercambio al extranjero sin previo aviso. El hermano que siempre había sido la sombra a la que Boruto se había tenido que comparar, y ahora, allí estaba... como si el tiempo no hubiera pasado.

—¡Bienvenido a casa, hermanito! —dijo su hermano con una sonrisa confiada, mientras se levantaba del sofá—. ¿Me extrañaste?

Boruto tragó saliva, y en ese instante supo que, aunque había pensado que las cosas estaban bajo control, la situación estaba a punto de volverse mucho más complicada.

—Ka...Kawaki? —dijo Boruto con una expresión tensa en su rostro, sintiendo cómo su corazón se aceleraba. Todo rastro de la confianza que había mostrado minutos antes había desaparecido por completo—. ¿Qué haces aquí?

Kawaki, con su característico aire despreocupado, no tardó en responder, pero antes de que pudiera decir algo, la voz de Naruto, sentado cómodamente en el sofá, resonó desde el fondo de la sala.

—Yo lo llamé. Quería pasar un tiempo en familia —dijo Naruto, con una sonrisa amable, sin notar la tensión entre sus dos hijos—. Ven, siéntate con nosotros. ¿Qué te pasa?

Boruto miró a su padre, pero sus ojos volvieron rápidamente a Kawaki, quien lo observaba con una mirada penetrante y amenazadora. No había necesidad de palabras; la tensión entre ellos era palpable, como un campo de batalla en el que las emociones no resueltas se enfrentaban en silencio.

—No he hecho nada, Boruto —dijo Kawaki, con una media sonrisa que no llegaba a sus ojos—. ¿Por qué estás tan tenso? Sólo soy yo... tu "hermano mayor", después de todo.

El tono en la voz de Kawaki dejaba claro que las viejas tensiones no habían desaparecido. Boruto apretó los puños, sintiendo la presión en su pecho. Todo lo que había intentado olvidar durante la ausencia de Kawaki ahora parecía regresar de golpe.

—Lo siento, Mitsuki, tengo que colgar —dijo Boruto, apuradamente, mientras apagaba el teléfono sin esperar respuesta.

Naruto, completamente ajeno al conflicto que Boruto y Kawaki compartían en silencio, continuaba hablando desde el sofá.

—Es genial tenerlos a los dos aquí. Estoy seguro de que pueden ponerse al día. Después de todo, son hermanos, ¿verdad?

Pero para Boruto, esa palabra "hermanos" no sonaba tan simple. Kawaki había sido una presencia avasallante en su vida, y aunque Naruto intentara unirlos, Boruto sabía que este reencuentro no sería fácil.

Kawaki cruzó los brazos, inclinando la cabeza ligeramente.

—Bueno, Boruto, parece que tenemos mucho de qué hablar, ¿no crees?

Boruto lo miró de reojo, sabiendo que la paz en su vida, y en su hogar, estaba a punto de volverse mucho más frágil.

Esa misma noche, Hinata estaba sentada frente a Boruto en la mesa de la cocina, la luz tenue de la madrugada iluminaba sus rostros cansados. El silencio del hogar dormido solo era roto por el leve sonido de la cafetera y el crujido de las sillas al moverse.

—Tu padre quería verlo —dijo Hinata en voz baja, sosteniendo una taza de café entre las manos—. Y el doctor dice que esto lo va a poner mejor.

Boruto, con los codos apoyados en la mesa, miraba hacia abajo, evitando el contacto visual. Sabía exactamente de quién hablaba su madre, y la mención de su nombre siempre traía una ola de emociones contradictorias.

—Sé que lo odias, Boruto, pero no puedo tener favoritos —continuó Hinata, su voz firme, pero llena de tristeza. Miraba su taza de café como si las respuestas estuvieran en el líquido oscuro—. Kawaki es parte de nuestra familia, aunque duela aceptarlo.

Boruto apretó los puños sobre la mesa, luchando contra las palabras que quería decir, pero que no encontraba la manera de expresar. Sentía que la sombra de Kawaki siempre lo perseguía, robándole el espacio que alguna vez había sido suyo. Pero lo que más dolía era ver a su madre atrapada entre dos mundos, intentando equilibrar lo que parecía imposible de reconciliar.

—Es solo que... no lo entiendes —murmuró Boruto finalmente, su voz cargada de frustración, pero sin querer herir a su madre. Sabía que ella también sufría.

Hinata suspiró, estirando la mano para tocar la de Boruto, intentando transmitirle calma.

—Lo entiendo más de lo que crees. Pero no podemos alejarnos de quienes amamos, no importa lo difícil que sea.

Finalmente, Hinata puso una sonrisa cálida y miró a Boruto a los ojos.

—Ya no estás castigado, puedes pasar tiempo fuera de casa si quieres.

—Gracias, mamá, te quiero —dijo Boruto, con los ojos iluminados mirando a su madre—. De igual manera, debo ser fuerte. No dejaré que Kawaki vuelva a poner a papá en mi contra.

A la mañana siguiente, Kawaki ya se encontraba en la cocina esperando a Boruto.

—Debes hacer el desayuno y vas tarde. Papá se despertará dentro de unos minutos. Apúrate si no quieres que revele tu secretito a papá por segunda vez —dijo Kawaki, sentado en la mesa con una tostada y su café en la mano.

Boruto, sin palabras y con un nudo en la garganta, solo obedeció. Kawaki, mientras tanto, seguía hablando.

—Solo hago esto por papá. Créeme que yo tampoco quiero ver tu estúpida cara de homosexual.

Antes de que Boruto pudiera responder, escucharon los pasos de Naruto bajando las escaleras.

—¡Hola, chicos! ¡Buenos días! —dijo Naruto, estirándose con un bostezo y sentándose en la mesa—. Oh, Boruto, no debías molestarte —comentó, tomando una tostada y revisando su reloj—. Oye, ¿estás yendo tarde a la escuela? Vamos, te llevo.

Naruto se llevó la tostada a la boca y tomó un sorbo de café, saltando al sentir el calor del líquido.

—Nos vemos, Kawaki. Perdón.

Durante el trayecto en auto, Boruto disfrutaba del tiempo junto a su padre, como en los viejos tiempos, antes de que su horrible secreto fuera revelado. Naruto, como siempre, hacía bromas, y la pasaban bien. Boruto se reía, pero su mente estaba a kilómetros de distancia.

Pensaba en cómo le explicaría su secreto a su padre. Las palabras de Kawaki resonaban en su cabeza: "No quiero ver tu estúpida cara de homosexual." El miedo de ser rechazado por Naruto lo paralizaba, aunque sabía que algún día tendría que enfrentar la verdad.

Naruto seguía contando historias graciosas y haciendo comentarios despreocupados. Boruto intentaba disfrutar del momento, sabiendo que ese viaje en auto representaba más que una simple ida a la escuela. Era una oportunidad de conexión con su padre, una conexión que temía perder cuando la verdad finalmente saliera a la luz.

Mientras el vehículo avanzaba hacia la escuela, Boruto se prometió a sí mismo que, algún día, encontraría el valor para decirle la verdad a Naruto. Solo esperaba que, cuando ese momento llegara, su padre siguiera sonriendo como ahora.

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⏰ Última actualización: Oct 25 ⏰

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