Capituló 12

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El alfa se frotó las manos contra la tela de su pantalón, observando el reloj que decoraba en la sala de espera mientras estaba atento a cualquier enfermera o médico que saliera por las puertas que conectaban al pasillo donde se encontraba el omega.

Desde que llegaron al hospital, las enfermeras le avisaron que Pedri aún estaba en revisión y que en cualquier momento vendría un médico a informarle sobre su estado. Pero las horas pasaron, y tanto Ferran como su lobo ya se sentían demasiado impacientes por no saber nada desde que lo dejó ir.

Su cuerpo se tensó cuando vio salir al pasillo a un médico, observando con la mirada toda la sala de recepción. La mirada del hombre mostraba la obvia preocupación que le expresaría a quien le hablará, y fue en ese momento que Ferran oró a todo lo que fuera posibles para que fuera quien lo llamara, solo podía sentir que se avecinaban malas noticias.

—Parientes de Pedro González —el nombre hizo que su corazón colapsara, levantándose con pesar.

Levantando la mano, se acercó incluso cuando sus pies sentían como si llevaran plomo sobre ellos, arrastrándose por temor a recibir malas noticias. El vago recuerdo de pasar por esa situación resonó en su mente, sintiendo como su lobo se retiraba y le exigía que no siguiera caminando, que se diera media vuelta y se fuera si con ello podía posponer lo malo que se avecinaba.

¿Qué fue diferente esta vez? Hugo ya estaba a su lado, tenía un cachorrito maravilloso que dependía de él pero, a pesar de saber eso, ¿por qué sintió una opresión peor que el día que perdió a su omega?

Con Sira, aunque la noticia había sido dolorosa, él sabía que ahora tenía a su bebé y que tenía que cuidarlo, ¿por qué se sentía tres veces peor con Pedri?

—¿Es usted pariente del paciente Pedro? —la voz del doctor lo sacó de sus pensamientos, haciéndolo detenerse.

—Soy su amigo —él simplemente respondió.

Aunque el hombre no pareció convencido con su respuesta, dejó escapar un suspiro.

—¿Puede venir conmigo? Creo que la vida de tu amigo está en peligro y tenemos que hablar de esto a solas.

Ferran lo siguió con gesto consternado, dejando escapar a través de sus feromonas la preocupación que crecía en su interior. Intentó controlarse, pero mientras caminaban por el pasillo sintió que le costaba respirar, temeroso de lo que escucharía.

—Adelante, puedes tomar asiento.

Aceptó lo dicho en silencio, entrando a la espaciosa oficina.

—¿Qué ocurre? —cuestionó tan pronto como el hombre tomó asiento frente a él, dividiendo su escritorio.

No podía detener más esa pregunta, necesitaba saberlo en ese momento o se volvería loco de los nervios.

—¿Sabe cómo funciona la parte de los destinados? ¿O crees en todo esto? Cuando dos personas se conectan a través de su parte humana y animal, las que ya están por escrito su unión —asintiendo, continuó—. ¿Y conoces también las consecuencias de conocer su destino, pero que no le corresponde?

—¿Qué tiene todo esto que ver con Pedro?

Él frunció el ceño, confundido.

—A lo que quiero llegar es a que el joven González presenta todos los síntomas del rechazo por su destinado. No es sólo una enfermedad que se puede tratar con medicamentos, no es algo que pueda estar en nuestras manos porque no controlamos la parte animal, sólo él y su destino pueden enmendar el dolor que siente en estos momentos. Por nuestra parte, poco podemos hacer, ni siquiera para reducir el sufrimiento que siente ni con los mejores expertos del hospital, ni podemos medicar algo para que el dolor desaparezca o sea controlable, sólo podemos mantenerlo en observación esperando que la otra parte haga algo.

—¿Q-qué pasa si la otra parte no hace algo? —dudando un poco, se quedó en el borde del asiento.

—Como en la mayoría de los casos, puede que muera de dolor, agonizará hasta el punto que su lobo dejará de insistir, y una vez que muera la parte animal, será cuestión de minutos, o incluso horas, que se recupere. Pero, también, independientemente del período en que esté respirando incluso con la ausencia de su parte animal, para él estará en blanco, no reaccionará, no habrá nada que pueda hacerle razonar hasta que deje de respirar.

El alfa se aferró a los apoyabrazos, apretando la madera bajo su palma mientras intentaba respirar. Por un momento dejó de escuchar las palabras del doctor, sintiendo un zumbido en sus oídos mientras procesaba todo lo que acababa de escuchar.
¿Morir era su destino? ¿Tenía que terminar todo de esa manera?

Cuando conoció a Sira, mientras su omega ya había conocido su destinado, sin embargo a través de su rechazo decidió olvidarlo y fue entonces cuando conoció al alfa, sólo que de esa manera no había sucumbido al dolor que tal evento le causó.

Pero Ferran no conocía su destino, se aferraba a la idea de poder hacer el resto de su vida al lado de la omega sin importar si no estaban destinados, ¿por qué seguir buscando a una persona que no estaba seguro de conocer?

También hubo historias donde las personas nunca encontraron a su destino, muriendo solas por haberlas esperado toda su vida. Y si tenía una omega maravilloso a su lado, ¿por qué esperar para cumplir su destino?

Se había aferrado a la idea de que no era necesario, pues ya tenía todo a su lado y no pensaba cambiarlo por nada. Todos creían que estar vinculado con alguien era maravilloso, la idea de encontrar a la persona que estaba destinada a pasar el resto de sus vidas juntos sonaba demasiado buena, pero ¿y si no pudieran llegar a conocerlo?

Esa ilusión desapareció, desperdiciando toda una vida esperando su llegada cuando así no sería. Ferran estuvo en contra por un tiempo, además, ¿y si no fuera una buena persona? Temía que su destino fuera una persona que se dedicaba a una mala vida, que no era la persona que amaba conocer durante tanto tiempo hasta que Sira llegó de una manera inexplicable.

No se arrepentía de cómo vivió su vida al lado de su omega, solo si pudiera cambiar el hecho de que sus destinos no estaban escritos para pasar el resto de sus días juntos, ellos serían lo único que cambiaría.

Y ahora, donde sintió a su lobo llorar y ordenarle que se fuera de esa oficina porque estaba entrando en un profundo sentimiento de desesperación, volvió a creer que, fuera lo que fuera lo que el destino había planeado para cada uno de ellos, era injusto si terminaba en el rechazo y muerte de cualquiera de ellos.

Sin saber qué decir a todo lo que el hombre le mencionó, miró hacia abajo.

—¿Puedo verlo?

—Por supuesto, solo pensé que necesitaba saber qué le podría pasar a su amigo. Ahora mismo, lo mejor es pasar todo el tiempo que puedas a su lado, eso puede animarlo un poco y hacer que este proceso sea menos doloroso.

En lugar de hacerlo sentir mejor por ser de mínima ayuda para Pedri, sólo lo hizo sentir peor. ¿Tenía simplemente que estar a su lado y resignarse a verlo tan mal hasta dejar de vivir? Eso no sonó nada agradable, quería hacer algo más que eso.

Pero contrario a lo que pensaba, simplemente siguió al hombre fuera de la oficina de regreso al pasillo, atravesando un par de puertas hasta que lo sintió en ese momento.

Antes de que el doctor pudiera siquiera decirle que el omega estaba en esa habitación, abrió la puerta y giró su mirada hacia la cama, dejándose caer de rodillas mientras todo parecía tener sentido dentro de él. Mientras la figura de Pedri sobre la cama lo invadía por completo, su lobo aulló de agonía al ver al omega en mal estado, deseando poder ayudarlo.

Y cuando tres aromas particulares llegaron a su nariz, esos aromas con una liberación amarga que lo hacían encogerse en su propio lugar, fue cuando las señales que su lobo le había dado todo ese tiempo que compartió con el omega que pudo entender la situación.

Sólo sabía dos cosas, y una de ellas era que sólo él tenía la responsabilidad de mejorar al omega, su vida estaba en sus manos.

Y no estaba seguro de si sentirme aliviado o asustado por esa información.

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