Capituló 14

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El omega mentiría al negar que no se sentía demasiado nervioso e incómodo en esa situación, pero sólo pudo resignarse a pasarla.

Luego de una charla con el médico que lo atendía en el hospital, éste había tomado una posición seria frente a ellos y explicando detalladamente la gravedad del asunto, optando por agregar y descartar posibles ideas que pudieran ayudar a la situación.

Lo que no podía imaginar es que la única idea que pareció convencerlos era irse a vivir con el alfa, lo cual aceptó sin rechistar y ese mismo día que le dieron el alta, se aseguró de mover un par de sus pertenencias para instalarse en su hogar.

Y si la tensión que sentía al pensar en estar en la casa del alfa no era suficiente, también se sintió avergonzado cuando llegaron, y en lugar de caminar hacia la entrada, Ferran se aseguró de llevarlo en brazos hasta la sala, dejándolo atónito por la acción mientras regresaba a su auto para sacar todas las pertenencias que aún quedaban allí.

—Dejaré tus maletas en la habitación y luego vendré a ayudarte para que puedas verla —murmuró Ferran una vez que volvió a entrar a la casa, asomándose por el pasillo.

—Claro, gracias. —sonrió con un ligero rubor en las mejillas, asintiendo.

Cuando perdió de vista al pelicafe, soltó un suspiro mientras pasaba sus manos sobre su rostro.
Se sentía mortificado por el hecho de aún encontrarse en mal estado, pero por lo menos comenzaba a sentir que tenía hasta cierta fuerza en sus extremidades, nada comparado a como estaba en su primer día en el hospital. Se sofocaba muy fácil y seguido, la opresión en su pecho permanecía en gran intensidad, pero era calmada muchas veces cuando el alfa se acercaba tanto en su espacio que podía oler la fuente de su aroma, relajándolo.
Aunque el alfa no lo notara, o posiblemente sí, al acercarse y tener algún tipo de contacto lograba dejar su aroma sobre la piel del omega, haciéndolo sentir marcado y protegido de alguna manera por ello.

Ferran trataba de convencerse que no o hacía con una intención que pudiera malinterpretarse,
pero su lobo agitaba la cola en aprobación, deseoso por más de su tacto y sentirse marcado por el alfa.
Hizo el intento de levantarse, en búsqueda de poder seguir al mayor hacía la habitación, pero se sintió fatigado tan pronto como logró incorporarse, dando el primer paso con pesar. No avanzó mucho cuando observó cómo Ferran se acercaba, apresurándose para alcanzarlo.

—Déjame ayudarte —envolvió el brazo de Pedri sobre sus hombros, tratando de apoyar su peso contra su cuerpo.

—Desearía poder caminar por mi cuenta —bufó, sintiendo el brazo del alfa sosteniéndolo por la cintura.

—Lo harás, sólo son pasos de bebé —sonrió, tratando de animarlo.

Pedri soltó una carcajada, comprendiendo sus palabras. En el hospital, sentía que escuchaba esas palabras todo el tiempo, y al alfa le sentaba bien porque era algo que constantemente se recordaba en sus sesiones de terapia. Se encaminaron por el pasillo hasta la primera puerta, revelando una pequeña habitación con todo lo necesario, capturando la atención del omega.

—Pensé que estarías más cómodo si tenías una habitación en el primer piso, así evitarás las escaleras —explicó con una sonrisa, ayudándolo a sentarse en la cama—. Hay un baño a un costado de la habitación, y la cocina está cruzando el pasillo, cuando te sientas mejor me aseguraré de darte un recorrido por la casa.

—Gracias, y en verdad me siento apenado si te estoy causando demasiados problemas.

El mayor negó, juntando sus manos sobre su estómago.

—Nada de eso, sabes que puedes decirme cualquier cosa que necesites, trataré de dártelo y ayudarte.

El omega se quedó en silencio, sintiéndose cohibido por sus palabras. La hospitalidad que el alfa tenía con él era demasiado, sintiéndose fuera de lugar a su lado, pero teniendo conocimiento de lo que estaba detrás de ello. Desearía imaginar que las circunstancias fueran diferentes, un escenario donde su vida no dependiera y los actos de Ferran fuera por su instinto de protegerlo, de haberlo reconocido como su omega, no por el simple hecho de querer salvarlo como agradecimiento de lo que hizo por él y su cachorro.

—Iré a preparar la cena, en su rato mi amigo Ale traerá a Hugo, le pregunté de favor si podía buscar al cachorro de la casa de mi prima. Ya le avisaré que ya llegamos a casa, no creo que tarden mucho, así que estaré en la cocina. Si necesitas algo, puedes gritarme o mandarme un mensaje, estaré atento.

—Entiendo, gracias —asintió en conocimiento.

—Bien, trata de descansar un poco. Tus maletas están aquí, avísame si gustas cenar en la habitación o si quieres estar en el comedor.

Con una última mirada, el alfa salió de la
habitación cuando se aseguró que Pedri no tenía nada más por decir. Una vez que estuvo solo,
el azabache se movió a la orilla de la cama,
estirándose para agarrar su primera maleta y buscar sus pertenencias. Extrañaba su trabajo, ¿cómo la estarían llevando sin él? Sabia que en ocasiones el trabajo en el área de neonatos era muy pesado, con poco personal vigilando la zona, había días en que era complicado estar ahí.

Alcanzando su móvil, pensó si era buena idea llamar a su jefa, no quería mortificarle más de lo que suponía que estaba desde que se enteró de su salud.
Buscando qué hacer en su celular, se centró tanto en ello que pasó a un lado el ruido que provenía de la cocina, donde Ferran se aseguraba de comenzar la receta que había bajado de internet.

Preparó todos los materiales y comida que utilizaría, siguiendo al pie de la letra la receta hasta que el timbre de la puerta sonó, suponiendo que se trataba de la llegada de su cachorro. Con una sonrisa en su rostro, y ansiando poder cargarlo después de no haberlo visto gran parte del día, dejó los guantes de cocina a un lado del mostrador y se apresuró a la entrada, abriendo la puerta con una sonrisa.

—Hola, pasa —entreabriendo lo más que podía la puerta, dejó que el alfa menor entrara.

—Hola, fefe. ¿Cómo están? ¿Terminaron de instalarse? —cuestionó, correspondiendo la sonrisa.

Ferran tomó a su cachorro entre sus brazos,
sintiéndose tranquilo al tenerlo a su lado. Había descubierto una extraña sensación de inquietud cuando no tenía a Hugo a la vista, pero en los últimos días no había tenido la oportunidad de dejarse vencer por aquella inquietud mientras tenía el asunto del omega sobre sus manos.

Asintiendo, emprendió camino a la cocina.

—Terminé de mover sus pertenencias, lo dejé descansando en la habitación de abajo mientras preparo la cena. ¿Tienes hambre? Pensé que
podrías quedarte a comer.

—Por supuesto, eso está bien para mí. ¿Necesitas que te ayude en algo?

—¿Revisas la pasta en la estufa? No faltaba mucho para que estuviera lista, déjame avisarle a Pedri que llegaron —dándole un par de indicaciones extras, se alejó de la cocina sosteniendo al bebé contra su pecho, besando su frente.

Lo impregnó con su propio aroma, sintiéndose satisfecho por la acción. Hugo parecía cómodo dormitando su pecho, una de sus manitas sobre la tela de su camisa. Llegando a la habitación del omega, tocó la puerta antes de que la voz del menor resonara, dándole permiso de entrar.

—Adivina quién llegó —murmuró una vez que estuvo dentro, caminando hasta la cama.

Pedri chilló, tratando de sentarse mejor sobre la cama para poder apreciar mejor al cachorro. Si bien sólo transcurrieron un par de días desde la última vez que lo vio, se había sentido como una eternidad para él, deseoso de poder verlo y cargarlo. No dudó cuando el alfa se lo tendió en brazos, meciéndolo contra su cuerpo mientras balbuceaba lindos halagos  hacia él, gustaso de poder tenerlo a su lado. Inclusive su lobo se agitó con mayor emoción, adorando la presencia del menor y queriéndolo tener contra él como si fuera su propio cachorro.

—Ah, extrañaba ver a éste gran hombrecito. Crece muy rápido, sólo han pasado unos días, pero puedo jurar que creciendo demasiado rápido.

—Ni me lo digas, también lo creo —soltó una carcajada, asintiendo—. Alejandro ya llegó, la cena no debe de tardar mucho en estar. ¿Gustas acompañarnos en el comedor, o prefieres comer aquí?

—Está bien en el comedor.

—Perfecto, iré a ver lo último que hace falta y regresaré. ¿Te dejo a Hugo mientras me termino de desocupar?

—Ve tranquilo, no tengo problemas en tenerlo aquí conmigo. —despidiéndolo con un gesto de mano, bajó la mirada al cachorro.

Ferran sonrió, tomando esa señal para salir de la habitación y terminar con la cena, sin poder borrar la sonrisa que adornaba su rostro sin aparente razón.

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