Capituló 21

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Pedri sintió que en cualquier momento se desmayaría, por lo que apretó con fuerza la bolsa que llevaba y salió del auto antes de siquiera considerar quedarse más tiempo y retrasar al alfa para llegar a su trabajo.

—Iré por ti cuando te salgas —las palabras de Ferran lo sacaron de sus pensamientos y asintió.

—Gracias por traerme y por recogerme, me gustaría evitar tantos inconvenientes —comentó con un sonrojo en sus mejillas, colocando el bolso en su hombro.

—No te preocupes, llámame o envíame un mensaje si lo necesitas, llevaré mi celular en la mano todo el día.

—Que tengas un buen día, Ferran.

—Igualmente, Pepi. No te presiones, pequeños pasos.

La comparación lo hizo reír antes de cerrar la puerta, alejándose un par de pasos hacia la calzada para ver como el alfa salía afuera del estacionamiento.
En ese momento sintió cuando era pequeño y vio a sus padres irse después de que lo dejaron en su salón de clases, deseando poder ir tras ellos y no tener que quedarse allí.

Soportando el intenso deseo de regresar a casa, se arregló su suéter y, con una última mirada al cielo, dejó escapar un suspiro de determinación y caminó hacia la entrada del hospital. Reconoció un par de rostros y los saludó en el camino, sintiéndose familiar por algo que hacía tan todos los días antes de que todo esto sucediera.

Se tomó su tiempo para llegar al área y marcar su entrada, pero apenas cruzó las grandes puertas que dividían el pasillo y los recién nacidos, fue cuando unos brazos lo envolvieron con fuerza y ​​lo presionaron contra un cuerpo femenino.

—¡Dios, finalmente estás aquí! —reconoció la voz de su superior y sonrió devolviéndole el abrazo.

—Buenos días, yo también extrañé estar aquí.

—Pensé que mi mejor enfermero no volvería a trabajar.

—¡Oye, estoy aquí! —otra voz se unió a la conversación, haciéndolo reír. Y contrariamente a lo que pensaba, se sentía demasiado bien volver al trabajo y ver a las personas que tanto los querían.

Cualquier negatividad, la dejó fuera del área pues en cuanto pudo ver nuevamente a los cachorros en sus incubadoras, su lobo aulló por la necesidad de ayudarlos y no dudó en hacerlo. Se sentía bien volver a su trabajo, al lugar que lo mantenía con vida.

(...)

El día había transcurrido demasiado lento para el alfa, observando el tiempo cada minuto que podía esperando algún mensaje del omega, su lobo también se sentía inquieto al no recibir ninguna pista de Pedro. Cuando su hora de salida marcó en el reloj, salió corriendo de su oficina directamente al cajero, marcó su hora de salida y se dirigió al estacionamiento.

Le envió un mensaje al omega avisándole que estaba en camino, que también recogería a Hugo en la guardería del hospital a favor del omega, quien había conseguido un espacio para cuidar a su cachorro como beneficio de su trabajo.

Por eso, apenas ingresó al hospital, se dirigió directamente al área de recién nacidos donde el omega le había dicho que lo estarían esperando.

Apenas atravesó las grandes puertas que dividían el pasillo y el área, reconoció un distintivo cabello oscuro, haciéndolo sonreír y con la intención de llamarlo desde la distancia, hasta que una nueva figura apareció en su campo de visión.

¿Quién era ese hombre que parecía tan familiarizado con Pedri? No, no pensé que fuera un toque familiar cuando ella visualizó su postura tensa, ya que todo lo contrario parecía querer acercarse.

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